Análisis de Costume Quest

En la prensa futbolística hay un tipo de pseudoprofesional que me molesta profundamente: el analista que se cree entrenador. Es aquel que, sin estar encima de sus jugadores día tras día, dice conocer la realidad mejor que quien sí lo está, y no contento con ello raja del entrenador del equipo de sus entretelas si no realiza las maniobras urdidas en su pseudolaboratorio futbolístico, gane o, especialmente, pierda. Y aunque todo aficionado tiene un entrenador dentro de su ser, es completamente distinto si cobras por ello. En la crítica del videojuego también existe esta figura. Y no hablamos de quien ve un fallo, y claramente lo señala en su artículo, o de quien da una opinión cimentada en unos hechos. Hablamos de quien considera que un título es malo por no pertenecer a su género favorito, o que no tenga lugar en unos usos o un escenario que sea de su agrado. Que una crítica puede tener una parte de subjetividad, pero también hay que saber apreciar cuando un producto (ya que en la mayoría de veces juzgamos productos comerciales) está bien o mal hecho más allá de gustos personales. Así pues, es incuestionable que Gears of War es un juego cuyo diseño está muy bien pensado, más allá de si te gustan los marines espaciales, los juegos de tiros o la violencia gratuita. O que el mundo de Grand Theft Auto IV o Fallout 3 tiene una cantidad de detalles y trabajo asombroso, aunque la inmigración eslava en Nueva York o un futuro postapocalíptico te importe un pimiento. Todo este rollo es para deciros que, como otros juegos descargables, Costume Quest es un título que ha sufrido especialmente este mismo tratamiento. Analizándolo como mandan los cánones, podemos hablar de un sencillo RPG de corte oriental aunque sea de factura occidental (dicen que la mayor inspiración la tomaron de la saga Mother a.k.a. Earthbound), que cuenta con un guión bastante original y simpático, corto de desarrollo y cuyo mayor pecado es cierta repetitividad en algunas tareas. Una nota decente (entre el 6 y el 8) según gustos, y explayarse en base a este tema. Pero, ¡ay amigos!, que el juego lo realiza la empresa de Tim Schafer. El mismo que participó en algunos de los mejores juegos de la mejor época de LucasArts. El mismo que, en la ópera prima de su propia empresa, realizó una de las mejores aventuras de plataformas de toda la generación anterior. El mismo que tuvo la osadía de tratar un tema como el heavy metal en un juego que mezclaba con cierta destreza un fantástico mundo abierto con una tosca estrategia en tiempo real. Y el mismo que nos dijo que en su empresa se habían cansado de estar cinco años detrás de distribuidoras, inversores y editores para poder hacer un juego. El mismo que nos dijo que este juego no era idea suya, sino de una tal Tasha Harris, que si bien en este caso ha sido la diseñadora jefe del juego, es una animadora con experiencia previa en Pixar. Y Tim Schafer, si miramos los créditos, se encarga del guión junto con otro trabajador de la empresa. Así que, juzguemos a Costume Quest por lo que es, no por su pedigrí o por papá y mamá. Se trata de un magnífico título con la idea de que cualquiera de la casa pueda jugarlo. Tanto si tiene 7 años, como si tiene 27. Tanto si es más yankee que Abraham Lincoln como si vive en la vieja Europa. Porque por lo que a este humilde servidor le corresponde, la fiesta de Halloween, en la que basa su esencia el juego, es tan importante o menos que la Fête de les Lumières de Lyon, o la celebración de los cerezos en flor en Tokio. En base a esto empieza con una divertida intro donde una pareja de hermanos mellizos recién llegados a una ciudad se disponen a disfrutar de Halloween. Y debido a una serie de circunstancias, nos encontramos con que el protagonista que elijamos (chico o chica, no hay más diferencias) se adentra en una conspiración para conseguir el control del inframundo. Para evitarlo nuestro protagonista (y sus compañeros) tienen la facultad de convertirse en el disfraz que vistan en ese instante, con los que se defenderán de los escasos tipos de enemigo que hay durante la partida (básicamente, tres tipos de enemigos y cada uno puede elegir entre cuatro tipos de profesiones). El sistema es muy sencillo, por turnos (en cada ataque deberemos realizar una acción para conseguir el mejor efecto a favor nuestro), no aleatorio (veremos a los enemigos antes y podremos desde esquivarles hasta atacarles antes para que nos proporcione una ventaja) y si nos matan no pasa nada, porque podemos volver a intentarlo (algo que compensa el no poder reequiparse durante la batalla con las cartas o disfraces que proporcionan las diferentes posibilidades en pantalla). Además de las batallas, que ocupan un buen lugar del desarrollo del juego, nuestro protagonista se mueve por un escenario isométrico y no rotable (uno de los fallos del juego, a mi parecer, porque hay momentos en que el escenario no deja ver bien del todo) desfaciendo entuertos. Y aquí otro de los defectos del juego, y es la repetición de algunos de estos quehaceres. En todas las pantallas (tres) deberemos (en la mayoría de los casos podremos) repetir tareas como encontrar a unos niños escondidos, hacer truco o trato (aunque la traducción correcta es amenaza o susto) en todas las puertas de la pantalla, y pescar unas manzanas con la boca. Entrando en apartados positivos, el juego tiene una gran fuerza visual a pesar de su vista isométrica. Las cutscenes están fantásticamente realizadas, y todos los personajes o escenarios que nos encontremos nos harán no sólo esbozar una sonrisa, sino que si los estudiamos con cierto detenimiento encontraremos bastantes detalles curiosos. El apartado sonoro es más flojete, no tanto por una música no especialmente destacable, sino por la total ausencia de voces, e incluso cierto sobreaprovechamiento de los efectos de sonido. Por suerte la traducción al castellano es fantástica, no sólo en las conversaciones sino en la conversión de todos los carteles, letreros, y demás elementos tipográficos del juego. Pero la parte más importante, sin duda, es el guión, con unas conversaciones muy inspiradas, e incluso permitiéndose el lujo de incorporar notas de críticas a la sociedad o dobles sentidos en la boca de niños pequeños que están intentando disfrutar de Halloween. Costume Quest, como bien sabréis ya, dura unas 6 horas. Para mí esto es tremendamente positivo, porque prefiero una experiencia intensa de pocas horas, que alargar un juego de manera artificial. Recordemos además que tampoco es excesivamente caro (unos 15 euros), y tendremos un título que a mi modo de ver es muy recomendable, en especial para aquellos que busquen un juego alejado de los escenarios tópicos de los videojuegos [8]