Análisis de Rhythm Paradise

Rhythm Paradise está creado para triunfar. Por un lado, los juegos musicales gozan de una popularidad inmensa y son consumidos ferozmente por todo tipo de públicos, desde los jugadores habituales hasta los casuales; por otro, la estética japonesa, surrealista y delirante de juegos como Wario Ware o los Katamari ha demostrado tener un grupo de seguidores fiel y consolidado. Por ello, Rhythm Paradise está creado para triunfar: su mejor definición sería juego musical à la Wario Ware, o Wario Ware con música, o en última instancia un viaje de LSD con música. Un viaje de LSD perfecto con música perfecta, un juego perfecto. La estructura de Rhythm Paradise es similar a la de Wario Ware. Tenemos una serie de minijuegos de muy poca duración en los que se nos presentan todo tipo de situaciones rocambolescas y delirantes: un jugador de fútbol que da toques a un balón en el espacio exterior; un par de reptiles cuyo rito de apareamiento consiste en hacer ritmos con el rabo; una estrella del pop cuyo público son monos; un montón de monigotes que forman distintas caras dependiendo de si su movimiento es al compás o sincopado. En todos estos minijuegos se utilizan los mismos comandos: dar un toque, deslizar el stylus o la combinación de ambos, lo cual viene a ser una buena conversión del A, B y A+B al formato táctil de Nintendo DS. Lejos de ser una desventaja, esta limitación de comandos hace que jugar a Rhythm Paradise sea asombrosamente divertido, similar en cierto sentido a la diversión de Track & Field: sabes qué vas a usar, sólo necesitas que te expliquen cómo usarlo, y para eso están las pequeñas lecciones que sirven de introducción a los minijuegos. Así, completar todos los minijuegos no es ni por asomo tarea difícil, pero sí que es muy, muy gratificante y en ningún momento tienes la impresión de haber gastado el tiempo en una tarea que no te ha merecido el tiempo; más aún, creo que es difícil resistirse a repetir una y otra vez los minijuegos cuando el propio juego, con un sistema muy inteligente de recompensas a base de conseguir completar las pruebas con calificación de Perfecto, te insta a ello. Es decir: posiblemente no vayas a dedicarle doscientas horas, pero las que le dediques (ya sean seis, ocho o diez, o las que sean) serán de suficiente calidad como para haber merecido la pena invertirlas. A nivel estético estamos ante una maravilla. Resulta tanto o más placentera la experiencia de juego por sí misma como la experiencia estética de ver lo que ocurre mientras juegas, o incluso ver a alguien jugar; es más, resulta exactamente igual de placentero porque estamos ante un juego en el que juego per se (acciones a realizar y objetivo a perseguir) y deleite estético (por las imágenes que se suceden ante nosotros mientras realizamos y perseguimos esas acciones y ese objetivo, respectivamente) están total y perfectamente fusionados. En ese sentido, Rhythm Paradise es perfecto, una maravilla, un ejemplo raro que pocas veces se ha repetido y del que no podría dar muchos nombres. Si añadimos un apartado musical que envuelve todo (no por nada es el aspecto principal del juego, la música y el ritmo) como un papel de regalo cortado al milímetro para una caja concreta, para un objeto concreto, tenemos aún más corroborada la condición perfecta de Rhythm Paradise. ¿Es entonces Rhythm Paradise un juego estupendo y muy guay que todos debemos comprar y adorar? Lo es y no me tiembla el pulso al escribirlo: en muchos sentidos es un juego perfecto; lo que ofrece lo ofrece a la perfección, y si fuera una tortilla de patata sería una tortilla de patata perfecta. Con esto quiero decir que quizá la perfección de Rhythm Paradise es una perfección menor que la de Shadow of the Colossus, por decir algo, pero es perfección al fin y al cabo y como tal debe ser encomiada. ¿Que los extras no son como para caerse de espaldas y no alargan suficientemente la vida del juego? Aunque los extras del DVD de Casablanca fueran mediocres, la película seguiría siendo perfecta. Pues lo mismo aquí. Nota: 10