Análisis de Rage

La primera hora con Rage impresiona bastante. En la primera escena del juego, sales de una cámara criogénica y, después de dar un par de vueltas por la habitación, alcanzas la puerta que te lleva al exterior. El personaje se lleva las manos a la cara para protegerse de la repentina luz y, cuando sus ojos se acostumbran, el Yermo se deja ver ante nosotros en todo su esplendor. Es un sitio enorme y bien diseñado, tan grande que resulta imposible saber dónde acaba, hasta dónde podemos llegar; en las ocasiones en que estamos en una posición suficientemente elevada como para ver el horizonte, las autopistas y los montes siguen viéndose hasta donde nos es posible llevar la mirada. Impresiona porque es un territorio desconocido: el mundo tal y como lo conocemos terminó hace años, y nosotros nos acabamos de despertar en el futuro; somos un hombre del pasado y los lugareños del Yermo lo tienen en cuenta. Pero también impresiona porque es un sitio terriblemente hostil: no sólo por el entorno, donde la roca lo domina todo y es difícil ver un elemento amable entre tanta arena y precipicio, sino porque parece que algunos de los habitantes del Yermo no son tan enrollados como nos gustaría esperar; no pasa mucho tiempo hasta que nuestro primer paseo se ve interrumpido brutalmente por el ataque de un bandido, un tipo mutado y bastante feo que no tiene ninguna buena intención. Por suerte, Dan Hagar, un habitante de un pequeño poblado del Yermo, nos salva y nos lleva con él. En este momento comienza la primera parte de Rage, que viene a funcionar como tutorial pero también como declaración de intenciones, como primera toma de contacto con la mecánica que luego se desarrollará durante toda la partida; las influencias están bastante claras, y vienen a ser una mezcla entre Borderlands, la filosofía de juego clásica de id Software y unas pizcas de Fallout de por medio. La segunda hora con Rage nos deja ver un juego sólido y con mucho saber hacer detrás. id Software no son principiantes y se nota: cuando vamos jugando y comprobamos el mimo que hay puesto en cada habitación, en cada pasillo, en cada ruina, en cada explanada del Yermo, vemos que detrás del juego hay mucho trabajo bien enfocado. Rage es consciente de lo que propone y lo propone de la forma más clara y directa posible. Aunque al principio puede engañar un poco, conviene tenerlo claro: Rage es un shooter en primera persona. Los papás de los juegos de tiros no se han cambiado de bando: aunque con ramalazos (el mundo abierto, las misiones principales y secundarias, el inventario con el que podemos construir objetos a medida que vamos encontrando piezas y planos…) aquí se trata de entrar en un sitio, coser a balazos a todo lo que se mueva y largarse dejando detrás un rastro de cadáveres. Lo que hace Rage es añadir una capa nueva a la fórmula más clásica del juego de disparos en primera persona; porque a pesar de que haya personajes no hostiles en ciudades y pueblos, que podamos hacer más cosas aparte en enfilar pasillos matando malos (por ejemplo las carreras de coches, o Mutant Bash TV, una especie de arena que recuerda a la de Oblivion pero que funciona a la vez de homenaje a Smash TV, el clásico arcade de los 90), Rage es por todo lo demás un shooter muy clásico. Hay muchas cosas que le dan el toque retro. ¿Cuándo fue la última vez que saltar en un ascensor que baja os mató por la caída en un juego? En Rage pasa eso. ¿Cuándo fue la última vez que tuvisteis que preocuparos por guardar la partida regularmente? En Rage pasa eso. (Es muy jodido hacerte una mazmorra especialmente larga, olvidarte por completo de guardar y tener que repetirla por morir casi al final, sobre todo si te matan enemigos normales de una forma tonta.) ¿Cuándo fue la última vez que tuvisteis que conseguir tarjetas para abrir puertas? En Rage hay tarjetas que abren puertas, maldita sea. Muchas de las misiones principales de Rage se desarrollan en zonas cerradas a las que accedemos explorando el Yermo en nuestro vehículo. Primero tenemos un cuadrunee y poco a poco vamos consiguiendo vehículos mejores para movernos por el enorme páramo postapocalítpico para ir a donde nos mandan los personajes que encontramos en las ciudades; es en estas mazmorras donde Rage es más clásico, y donde el juego es más deliberadamente pasillero. Una vez vemos por dónde respira el juego se hace evidente el buen hacer de id Software en este aspecto: los tiroteos son emocionantes y espectaculares, los enemigos son feroces y en casi todo momento suponen una amenaza, y no sólo un trámite obligatorio a pasar antes de llegar al final del nivel, y el arsenal es potente y está bien diseñado, y con mucho gusto iremos usando todas las armas en función de la situación en que nos encontremos. En ese sentido me ha recordado a Resistance 3, uno de los pocos juegos recientes donde me lo he pasado muy bien cambiando de arma constantemente, pensando en todo momento qué arma va mejor para superar cada zona. A partir de la cuarta hora ya sabemos qué propone Rage, y está en nuestra mano amarlo u odiarlo. Cuando conseguimos un arma nueva en Rage, la animación que hace nuestro personaje al desenfundarla es única y diferente a la que veremos en el resto de ocasiones. El denominador común es siempre el mismo: al conseguir la ametralladora con mirilla, por ejemplo, la examina de arriba a abajo, ajusta el visor, limpia con el dedo el cristal del visor. Rage es un mata-mata donde el armamento lo es todo: un juego de tiros más parecido a Quake que a Call of Duty y que en ningún momento se avergüenza de su herencia, sino que la celebra y la muestra sin pudor alguno. Aunque también adopta algunos dejes muy de FPS contemporáneo (la vida se recarga si nos ponemos a cubierto un momento, y tenemos a nuestra disposición un desfibrilador de usos limitados que se activa cuando nos matan, y que nos permite volver al combate superando un pequeño minijuego bastante apañado; también tenemos vendas que podemos usar para recuperar vida rápidamente en caso de que la situación se complique y no haya pasado el tiempo suficiente para que el desfibrilador se recargue), en general Rage es un juego muy clásico. También es un juego robusto como un roble: todas las mazmorras dan la sensación de tener la duración e intensidad justas, los combates aumentan de intensidad a medida que avanza el juego de forma perfecta, las misiones secundarias son siempre suficientemente tentadoras como para hacerlas todas. A nivel técnico Rage es soberbio. El Yermo es un sitio, a pesar de asentarse en la ruina y la mugre, preciosista; cada rincón del entorno está diseñado con coherencia y cuidado. Los personajes humanos son sencillamente sensacionales: puede gustarte más o menos el aspecto caricaturesco que tienen, pero es brutal lo expresivos que son sus movimientos, y lo magníficamente animados que están sus rostros. Durante la partida nos encontramos con muchos personajes diferentes, pero todos comparten un diseño imaginativo y un algo casi mágico en la forma de moverse que hace que sea un placer avanzar en el juego. 
También es fabulosa la manera en que los enemigos se mueven. Ir avanzando en una guarida matando enemigos a escopetazos es doblemente satisfactorio con un sistema de detección de movimientos como el de Rage: añade mucha espectacularidad y realmente aporta algo al juego. Lo impresionante que resulta la primera vez que disparamos en las piernas a un enemigo que viene corriendo hacia nosotros y vemos cómo se tropieza, como trastabilla, cómo recobra el equilibrio intentando no detener la carrera, resulta muy difícil no sorprendernos por el altísimo nivel de las animaciones. La inteligencia artificial, aunque acaba resultando un poco predecible, también nos dará sorpresas durante las primeras horas de juego: quizá no podrían resolver un problema matemático complejo, pero los enemigos saben retirarse cuando hacemos mucha presión sobre el sitio donde están apostados, presionar ellos si nos ven vulnerables o intentar aprovechar sus últimas fuerzas para pegarnos unos tiros desde el suelo cuando están inmovilizados. Resulta muy agradable comprobar que el frame rate se mantiene inquebrantablemente en las sesenta imágenes por segundo, a pesar de que para conseguirlo tenga que sacrificarse un poco en lo referente a las texturas, aunque nunca tanto como para resultar molesto. (Aviso: el juego os lo recordará una y otra vez, pero la mejor decisión que una persona puede tomar es instalar los tres DVD de Rage en el disco duro; sí, sé que son 22 GB en Xbox 360 —considerablemente más de las 8 de PlayStation 3—, pero si no lo instaláis preparaos para ver un espectáculo de texturas bailongas que os dejará con el cerebro hecho cenizas. Pocas veces he visto unas texturas con más tendencia a descargarse en mi vida. Afortunadamente, esta vez la instalación sí es terriblemente útil.) He jugado en Xbox 360, pero reconozco que me gustaría repetir la experiencia en un PC suficientemente potente como para mover Rage con soltura: id Tech 5 es un motor capaz de cosas fenomenales, y da la impresión de que jugando en un ordenador debe de ser una experiencia visual muy potente; también por la dirección artística, que sabe mantener el tipo y está a la altura del motor gráfico que la sostiene: algunos efectos de luz, por ejemplo, son fantásticos y sirven a un propósito bien definido, y los escenarios están trabajados hasta el mínimo detalle para que sean atractivos e interesantes de explorar. Cuando llevamos un buen número de horas jugando a Rage, es probable que no podamos soltarlo. No sé qué tienen este tipo de juegos, pero es muy fácil que enganchen mucho. En este caso que el mecanismo del juego sea más simple (a pesar de que recuerda a Borderlands o, más limitadamente, a Fallout, aquí no hay niveles ni elementos de RPG más allá de las conversaciones o la recolección de objetos) hace que sea incluso más divertido: no porque la sencillez sea necesariamente buena, sino porque es una sencillez bien enfocada y que viene de la mano de los mejores en su clase. Estamos hablando de la gente que hace casi veinte años sentó las bases de un género que aún hoy se mantiene como el más popular, y que todavía a día de hoy tienen algo que decir. A pesar de sus flaquezas (la historia es floja y algunas veces el desarrollo del juego se apoya demasiado en ella; la exploración resulta frustrante porque demasiadas veces no existe recompensa real asociada a ella; la jugabilidad es sólida como roca lunar, sí, pero no varía mucho, y no estamos hablando de un juego precisamente corto), Rage sabe engatusar. Sus tiroteos son asombrosamente divertidos, hay un placer raro en recorrer sus escenarios recogiendo todos los objetos que nos encontramos por el camino, su armamento es imaginativo y muy satisfactorio (¡coches bomba teledirigidos ftw!) y la sensación general es de estar ante un juego monumental, un trabajo impresionante tanto por dimensiones como por saber hacer. El Yermo es un sitio impresionante que sirve de escenario a un juego impresionante. En una industria tan joven como esta, ver a id Software haciendo un juego tan apoyado en la tradición y aun así tan fresco y disfrutable hoy día, que sabe recoger elementos de sus competidores más modernos e introducirlos en su organismo de forma tan natural, es sensacional. Creo que lo han vuelto a hacer. Puede que no tenga el afán de innovación de otros, ni use un lenguaje híper moderno para hablar al jugador; puede que se quede corto en muchas cosas y que la ambición no parezca del todo controlada en algunos puntos. Pero, como una película algo clásica pero realmente bien dirigida, Rage es un juego imprescindible para los amantes del first person shooter de antaño, imperdible para los cascarrabias de la ortodoxia y predicadores de los males de los juegos de hoy en día; es una buena medicina contra la nostalgia de las fórmulas del pasado, pero realizada con plena conciencia del presente. [8]