Francisco de Goya, Las Brujas
El 25 de enero de 1569 el rey Felipe II establecía en Sudamérica el Tribunal de la Santa Inquisición, con sedes en México y en Lima, Perú, como una prolongación de la institución española que venía protegiendo a la población de las prácticas contrarias al catolicismo. Persecuciones, encarcelaciones, ejecuciones y torturas fueron empleadas con una virulencia parecida al otro lado del Atlántico, siempre con la premisa de que se estaba purificando el alma del inculpado. La tortura tenía otro nombre oficial: «auto de fe». Tras su instauración formal en Perú por parte del virrey Francisco de Toledo en 1570, un grupo mujeres que practicaban cultos paganos y rituales de sanación huyeron de la Inquisición en dirección al sur, hacia el valle de Ica, en pleno desierto peruano, para formar su propio pueblo: Cachiche. Cuenta la leyenda que allí tuviron libertad para seguir llevando a cabo sus ritos de magia tanto blanca como negra, sus ceremonias de adivinación y sus cultos ancestrales. En la actualidad son los descendientes de las brujas fundadoras quienes siguen viviendo en Cachiche y mantienen vivo el halo supersticioso de la villa, y lo cierto es que la historia parece haberse puesto de su parte. En 1987 fallecía a los 106 años de edad la bruja más famosa (y poderosa, decían) del pueblo, Julia Hernández Pecho Viuda de Díaz, no sin antes vaticinar que si los lugareños dejaban que creciese la séptima cabeza de La Palmera de las Siete Cabezas (un extraño árbol que se hunde en la tierra y vuelve a salir, presuntamente deformado durante años como secuela de las actividades mágicos y los rituales practicados en el pueblo) «Cachiche se hundiría». Diez años después, en noviembre de 1997, la aparición de una séptima cabeza en la palmera coincidía con las inundaciones provocadas por El Niño, que sumergieron literalmente gran parte del valle donde se encuentra la aldea. Esa burbuja de misticismo y lobreguez es precisamente lo que Aaron Oldenburg ha intentado capturar en su último proyecto. El diseñador, artista y profesor en el programa de Simulación y Entretenimiento Digital de la Universidad de Baltimore viajó hasta Cachiche y vivió durante unos días el ambiente que se respira allí, conversando con un brujo llamado Don Miguel Ángel sobre las numerosas leyendas, rumores y sucesos que rodean a un pueblo plagado de sagas familiares dedicadas a la brujería. El fruto de este viaje lleva por título 1000 Heads Among the Trees y pretende ser una mezcla entre videojuego y documental pensado para transmitir al jugador las intensas sensaciones que él mismo experimentó en Cachiche. Oldenburg grabó el sonido ambiente nocturno del pueblo y lo utiliza en el juego junto a las voces de Don Miguel Ángel y otros lugareños explicándole relatos estremecedores que se cuentan en la zona (que ha tratado de reproducir fielmente a base de recuerdos, fotos propias y Google Earth) desde hace décadas y hablándole de Julia Hernández Pecho Viuda de Díaz, cuya estatua nos da la bienvenida en la entrada de la localidad, con los brazos en alto como invocando buenos presagios, justo al lado de La Palmera de las Siete Cabezas que amenaza con tragarse el pueblo entero si alguien lo corta una de las copas. Es una metáfora perfecta de una noche en 1000 Heads Among the Trees: mientras la gente es accesible y cuentan historias con mucha facilidad (al fin y al cabo la superchería es el único reclamo turístico del pueblo), la impresión al pasear por sus calles sin asfaltar es de que algo nos observa, de que una presencia ominosa nos amenaza a cada paso. Gente huyendo de algo en plena noche, conversaciones susurrando secretos y plegarias santeras que podemos oír si nos acercamos a una ventana o el silencio más absoluto al recorrer una de las calles son solo situaciones que ayudan a participar en lo que Aaron llama el «inconsciente colectivo» de los habitantes de Cachiche y provocarnos una sugestión emocional, un sentirse acechados por un peligro constante y sobrenatural. No obstante, Oldenburg va más allá de la mera ambientación y somatiza en el juego varias alucinaciones y apariciones que son parte del folclore de la zona. De golpe uno se cruza con perros de ojos rojos, o siente movimientos entre los matorrales o divisa a lo lejos lo que parece una cara ardiendo en mitad de un campo. El juego nos propone usar una cámara para sacar fotos a los fantasmas y fenómenos que nos vamos cruzando durante nuestros paseos nocturnos, y mostrando esas fotos a los lugareños nos explican el nombre y la leyenda tras cada uno de esos seres o lugares, desde un hombre sentado en un tronco que, nos aseguran, es en realidad un demonio vestido con la piel de un cadáver hasta las historias tras una chabola abandonada que llaman La casa del Diablo. Al mismo tiempo seguimos también el hilo de conciencia que el propio Oldenburg va reflejando en un diario, lo que suma a 1000 Heads Among the Trees un ligero toque lovecraftiano: el tipo de ciudad indagando en las costumbres de nativos que llevan varias generaciones sin salir de sus cuatro calles polvorientas, que se han criado envueltos en prácticas ocultistas, y el enfrentamiento de ese hombre moderno a lo horrores de lo desconocido y lo arcano. El objetivo inicial de 1000 Heads Among the Trees (que originalmente iba a llamarse «Cachiche», a secas) es, como señala Chris Priestman en KillScreen, algo similar a lo que conseguía El proyecto de la Bruja de Blair y multitud de programas de televisión y películas derivadas: la promesa de un viaje en el que veremos cosas imposibles con un carácter documental (la Bruja de Blair es una leyenda auténtica: una anciana de Maryland llamada Elly Kedward a la que unos niños acusaron de extraerles sangre y que acabó siendo torturada y ejecutada en un bosque) y cierta voluntad, quizá no de creer en los relatos fantásticos de brujas, demonios y fantasmas, pero al menos sí de comprenderlos. 1000 Heads Among the Trees llega a Steam el próximo 1 de septiembre para PC, Mac y Linux. Redactor
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Respecto a la parte histórica: la Inquisición nunca tuvo prisiones exclusivas como tal, sino que aprovechaban las de las autoridades y tribunales locales (lo cual facilitaba también su movilidad). Y los autos de fe no suponían el mismo acto de tortura, sino que consistían en un acto público de confesión y arrepentimiento de la acusación o de reafirmación en la misma. De hecho la Inquisición como tal no se dedicaba a torturar, algo que recaía sobre las autoridades pertinentes, únicamente condenaba y el poder civil ejecutaba.
Por lo demás, es interesante que esa prolongación de la Inquisición tuviese lugar un año después del año tan terrible de 1568, quizás Felipe II temió que las desgracias de aquel fatídico año se debiesen a la herejía que imperaba en aquellas nuevas tierras y decidiese acabar con aquello que tanto ofendía a Dios y así dejase de castigarle (ojo, esa mentalidad provindencialista la tenían todos y cada uno de los monarcas de la época, no era exclusiva de un denostado Felipe II, no en vano el poder real venía dado directamente por Dios)
Muy interesante @pinjed.
Muy bueno el texto Fran. Lo probaré porque me llama mucho su parte histórica y también la sobrenatural, pero sobre todo, que ocurra en un poblado real puede que ayude más con el turismo de la zona.
No hay otro juego que sale el 1 de septiembre?
@gegrmova
Mad Max.
Excelente articulo muy interesante tanto por lo histórico como lo sobre natural que envuelve Este pequeño pueblo.
El único redactor trabajando es @pinjed ?
Vaya, parece que veo algo de downgrade. Juraría que Quiet estaba de más buen ver en imágenes y videos anteriores.
Mi familia materna procede de un pueblecito llamado Barahona (Soria), también conocido como Barahona de las brujas, puesto que según la tradición se alojaban por aquellos lares.
Hay un folklore con ciertos puntos que me ha recordado poderosamente a esta entrada, por ejemplo, habían unas simas llamadas «pozos airones» que despedían aire y sonaban como turbinas (provocado por las pequeñas cuevas que hay por el subsuelo de la zona), y los lugareños lo explicaban diciendo que había sido cosa de las brujas.
También hay otros elementos, la presencia de la inquisición en el siglo XVI, un traslado del pueblo a 5km de distancia sin ninguna explicación el s.XVIII, piedras de formas peculiares que se dice qeu utilizaban en sus ritos satánicos, la más famosa de las piedras es una que mide unos 80 cm de alto por unos 40 de ancho con un agujero natural en medio de unos 20 cm de diámetro, agujero por el que si pasas la mano por el centro sientes como si te ardiera fruto de las malas artes (está a un kilómetro del pueblo en un altar de cemento con una placa con la explicación y sobra decir que es mentira).
Mi historia favorita es un campo (todo son campos de cebada y girasoles a varios kilómetros a la redonda) que nadie quiere desde hace siglos por ser el lugar en el que «las brujas» hacían sus rituales y que al final se quedó el estado para ser posteriormente utilizado por los aviones Franquistas y donde hasta hace no muchas décadas aún aparecían restos de hogueras por que al parecer si ha existido tradición de adoración al diablo por allí.
Llevo viviendo ahí cada agosto desde hace 22 años, vamos, desde que nací, y en mi puta vida he visto absolutamente nada raro. Pero me ha gustado mucho el texto por que me ha recordado a mi pueblo xD. Las fechas y los detalles los he puesto de memoria por si a alguien le da por contrastar los datos y no coinciden perfectamente. ^^u
Por lo que dices parece tratarse de un Never Alone bien hecho.