Los mejores juegos de 2014

No es del todo difícil, a poco que miras, estar de acuerdo en que este 2014 no ha sido el mejor año para los videojuegos. Buena parte de los más esperados se ha ido al año que viene, por presentarse ante nosotros más guapos o por miedo a que los que sí han llegado a tiempo les eclipsaran; no han sido tantos como nuestra memoria nos dice, pero el paso de la generación anterior a la nueva de algunos ha sonado más a excusa por no tener otra cosa de lo que debería. Hasta los que han salido bueno parecen haber salido peor de lo que deberían: más cojos, más flojos, más víctimas de esa ley de Murphy que dice que si algo puede salir mal, saldrá mal.

Pero 2014 también nos deja cosas buenas. Hoy vamos a centrarnos en ellas, que no queremos que nadie se atragante la cena: los siguientes juegos son los que más importantes nos parecen, los que mejores recuerdos nos dejan, los que creemos que resistirán el paso del tiempo, los que hacen alguna cosa nueva, los que mejoran alguna cosa vieja. Los que más nos han gustado, al final. Escriben los habituales y compañeros queridos; cada uno nos dice sus tres juegos del año, de menos a más, con un parrafito en el que se explican los motivos. Hemos coincidido poco y eso es buena señal; quizá coincidamos con vosotros, y quizá no. De eso hablaremos otro día, como ya hicimos el año pasado.

Estos son los mejores juegos de 2014 según AnaitGames.

Quien siga a Adrian Chmielarz sabe que las expectativas que había levantado en torno a su Ethan Carter eran desproporcionadas. El tío predica a diario sobre las necesidades narrativas de los videojuegos, aportando el pedigrí de su experiencia profesional de cara a un discurso esencial que otros repiten en vano. The Vanishing of Ethan Carter no alcanza la sofisticación temática de Gone Home, y el potencial latente de sus rompecabezas recuerda a las ideas inconclusas de The Unfinished Swan. Pero consigue hacerte sentir como un auténtico detective por momentos, rastreando un valle ignoto para desentrañar un misterio lovecraftiano. Su mayor baza es el valor que oculta como experiencia sin ataduras, su interés por demostrar que puede funcionar sin una narrativa lineal, ni unas instrucciones en bandeja. Requiere la atención del jugador de la misma manera que sus crímenes exigen el compromiso de su protagonista. Y son esa clase de paralelismos, precisamente, los que definen el papel de los videojuegos.

Que The Talos Principle nos haya pillado a tantos por sorpresa sólo beneficia la sensación que se produce al jugarlo. Es como ese tercer Portal que ya nadie se espera, como un The Witness lanzado antes de tiempo. Es un juego empeñado en desatar el desconcierto. Su tono melancólico y narración espesa se juntan con un mundo masivo repleto de puzzles diabólicos para triturarte el cerebro. Entre cantos gregorianos, arquitectura neoclásica y referencias abrahámicas, quizá peque de solemne y grandilocuente, pero en el núcleo de todo ello existe un juego fascinante. The Talos Principle te pone en la tesitura de decidir entre saciar tu apetito como jugador o plantearte el propósito de lo que estás haciendo. Propone unas normas sin que existan medidas para imponerlas. Utiliza su contexto mecánico para hablar de su contexto filosófico. Aunque tal vez lo más importante de todo, se las da de listo sin pasarse, satisfaciendo a cada paso.

Te dicen que alguien va a hacer un juego de South Park y que va a ser un RPG con el mismo estilo visual exacto que la serie de televisión, y en tu cabeza no acaba de encajar una idea clara y definida de cómo algo así puede quedar bien. Y entonces lo compras y lo juegas y te preguntas cómo puedes ser tan idiota de no haber visto desde el principio que esta es una de las mejores ideas que ha tenido un estudio en los últimos años. La mano de Trey Parker y Matt Stone sujeta con firmeza la correa del delirante guion, que incluye nazis y fantasía épica, sin que el juego deje de destilar en todo momento el mismo humor zafio y adorable de la serie, acompañado de una mecánica sencilla pero equilibrada y efectiva. La vara de la verdad es posiblemente el mejor episodio de South Park en este 2014, y eso no es poca cosa.

Lo primero que te dicen en The Vanishing of Ethan Carter es que el juego no te va a llevar de la mano. En esta época de tutoriales interminables, más largos a veces que el propio juego, se agradece que saber cómo se juega sea el primer rompecabezas que nos plantea The Astronauts. Se trata, además, de un rompecabezas recurrente, ya que las mecánicas de los puzzles no se repiten demasiado y cada enigma que nos encontramos tiene sus propias reglas. Asumida esta peculiaridad, nos esperan unas pocas horas recorriendo un entorno natural muy cuidado, bonito e inquietante a partes iguales, mientras tratamos de averiguar dónde está la siguiente pista para encontrar a Ethan. Para ponerle la guinda a la experiencia, el desenlace es de esos que te hacen replantearte todo lo que has estado haciendo y te permiten apreciar mejor la experiencia global cuando miras atrás.

En general he jugado poco este año. La vida a veces tiene esa manía de alejarnos de nuestras aficiones. Quizá por eso inFamous: Second Son sea el juego al que más horas he dedicado y quizá por eso aparece este año en mi lista. El tercer intento de Sucker Punch de ponernos en la piel de un tipo ordinario con poderes extraordinarios sigue el camino marcado por los dos anteriores, con los mismos aciertos y los mismos tropiezos. La historia es un desastre, los personajes dan todos bastante asquete y el sistema de moralidad es tan bipolar como siempre. ¿Por qué está entonces en esta segunda posición? Porque, por suerte, todo eso se compensa con creces gracias a una jugabilidad muy, muy divertida y un apartado técnico que se mueve entre lo bueno y lo espectacular, especialmente para un juego de principio de generación.

No sé si es legítimo o no poner aquí a P.T., que por intención ni siquiera es un juego: es un anuncio, recordemos: se publicó por sorpresa durante la gamescom de este año para, aunque todavía no lo sabíamos, anunciar Silent Hills, el nuevo juego de la serie de Konami que harán a pachas entre Hideo Kojima y Guillermo del Toro. Ese Silent Hills que ya ni siquiera hay que mencionar cuando se habla de este Playable Teaser que no tardó en cobrar vida propia y comerse a su padre. Varios días después de que se lanzara, titulé un artículo de opinión «P.T. no necesita a Silent Hills para ser valioso», y es algo que mantengo: su valor no tiene nada que ver con nadie más que consigo mismo, y aquí incluyo a Guillermo del Toro y a Hideo Kojima. No importa quién lo haya hecho, no importa a quién se le haya ocurrido, no importa a qué preceda. P.T. es un juego importante porque, y sobre esto también hablaremos más adelante, es una excepción mágica a muchas de las normas que han marcado al 2014 de los videojuegos. Seguid conmigo por este camino y veréis que mis tres juegos del año tienen más en común de lo que parece. En un año que ha sido pico de hypes y sus consencuencias, de anuncios sorpresa anunciados de antemano, de filtraciones y un internet más voraz e incomprensible que nunca, P.T. ha sido el único juego que me ha sorprendido de verdad, de no esperar nada y recibir todo. No sabéis lo que me jode darle un premio tan importante como este a un anuncio publicitario. Precisamente porque P.T. me ha dejado cicatriz es uno de mis juegos del año.

Si con P.T. hablaba del triunfo de la sorpresa, Bayonetta 2 ha sido todo lo contrario: justo lo que esperábamos de él, justo lo que necesitábamos, justo lo que pedíamos. Y sin embargo, no creo que sea posible decir que Platinum peca de continuismo, sino que nosotros pecamos de paladar poco fino: Bayonetta 2 tiene suficiente distancia con su primera parte, y sus diferencias son tan sutiles y clave en justo los puntos en los que necesitan serlo, como para que las partidas de uno y otro se vayan haciendo más y más distintas a medida que jugamos. Y seguimos jugando, y seguimos yendo a por los Platinos Puros, claro; es inevitable sentir una familiaridad casi poco higiénica con una primera parte a la que llevamos jugando media década, y por eso la manera circular en la que están enlazados Bayonetta y Bayonetta 2 es la última cabriola brillante de una pareja de juegos sobre la que se podría escribir una enciclopedia: sobre sus mecanismos, pero también sobre su historia de idas y venidas entre editoras y plataformas, sobre la forma casi cejijunta con la que se empeñan en ir a lo suyo sin hacer caso a lo que ocurre fuera, sobre el trono, hecho con los huesos de sus compañeros caídos en combate (los que ya no están, los que ya no son lo que eran, los que ahora viven en un teléfono móvil), que ocupa Platinum Games como defensores y artesanos del tipo de videojuego sobre el que no podemos más que darnos al discurso grandilocuente y lacrimógeno, como en cierto podcast. Es un sentimiento muy fuerte.

Empezó gustándome más Samurai Gunn, pero resulta que salió muy a finales del año pasado. Sin problema: cuanto pienso en algunas partidas memorables de Nidhogg, más cómodo me siento con la decisión de meterlo ahí. Ejercicio de diseño ejemplar, el juego de Messhof convierte el clásico duelo entre espadachines en una de las experiencias más adictivas e interesantes del año. También de las más divertidas de ver, si es eso lo que os va.

Es cierto que nuestro amiguetes indies no han querido contar tantas cosas como contaron el año pasado, pero esa pequeña moda del multijugador local, nostálgico paréntesis, nos vale para recordar que también saben divertirse. Sigue siendo una bonita lección.

El otro día, cuando chiconuclear nos hablaba del kishoutenketsu en Captain Toad, me dio por pensar en esa forma tan suya que tiene Nintendo de jugar con nuestras expectativas. Porque nos conocen como nadie —la complicidad siempre tiene un sitio en mis listas de mejores juegos—, sus diseños se van moviendo en función de si toca sorprender o hacer que pase justo lo que esperamos: lo único que sabes seguro en la casa fantasma de 3D World es que debes acercarte a ese cuadro. Globos aparte, creo que Mario Kart 8 ha sabido hacer eso un poquitín mejor que Super Smash Bros —en parte gracias al DLC, quién lo iba a decir. No he encontrado nada mejor para deshacer el empate entre ambos monumentos a la diversión pura.

Y Por lo tanto, el ganador es…

Uno de SEGA, claro.