Hace un año casi exacto os hablaba de Glitchhickers, un juego cuyo tema central eran las locuritas que a uno le vienen a la cabeza cuando conduce solo, de noche, por largas carreteras rectas y desiertas. Aquel simpático experimento echaba mano de un recurso extra, un pequeño bestiario de autoestopistas extraños que nos daban conversaciones de lo más surrealistas e inquietantes, para explorar esa especie de vacío mental que se llena de ideas arbitrarias cuando realizamos tareas mecánicas. Hoy volvemos al mismo concepto, el del autoestop, pero con un cambio de perspectiva en dos sentidos: uno, ahora el autoestopista somos nosotros: y dos, se trata de un juego de terror.
Lo curioso de Rides With Strangers es que presenta una puesta en escena y una mecánica de juego que nada tiene que ver con los juegos de terror convencionales, pero al mismo tiempo se alimenta de un miedo muy tradicional, un terror que salió de la nada y llegó a tomar la dimensión de alarma social. Estadísticamente las autoridades aseguran que la gente que hace autoestop no tiene más probabilidades de ser agredida o asesinada, pero el hacer dedo en carreteras poco transitadas es una actividad que siempre ha estado rodeada de historias truculentas y leyendas de lo más oscuras.
En 1958 Thomas Prendergast recogió en California a un chico de 16 años, Carl Eder, que había viajado desde Nueva York haciendo autoestop. Le supo tan mal verle solo y perdido que le invitó a pasar la noche en su hogar antes de seguir su camino por la mañana. Al mediodía siguiente, al volver del trabajo, Pendregast volvió a cruzarse con Eder, que ya había salido de su casa y seguía haciendo dedo en dirección a San Diego, así que volvió a recogerlo y lo dejó en una gasolinera para que encontrase transporte más fácilmente. Luego volvió a su casa para comer y se encontró con una escena dantesca: antes de abandonar el domicilio, Eder había matado de un disparo a su esposa y asesinado a sus cuatro hijos apuñalándolos con un cuchillo de caza. Eder fue capturado un par de días después y condenado a dos cadenas perpetuas, pero en octubre de 1974 escapó de la cárcel y nunca se le volvió a ver.
Entre 1972 y 1973, los restos de siete mujeres fueron encontrados cerca de la localidad de Santa Rosa, en el condado de Sonoma, al norte de California. La mayoría habían muerto estranguladas, una de ellas había sido envenenada con una inyección de estricnina, a otra le habían roto el cuello y el resto de cadáveres estaban tan maltrechos que nunca se llegó a estipular una causa de la muerte. Todas tenían varios huesos rotos, todas habían sido violadas y todas habían sido capturadas mientras hacían autoestop. Nunca se dio con la identidad del asesino, pero el caso ha ido creciendo hasta acumular 54 homicidios sin resolver en la misma zona, el último de ellos en 2006.
Son solo dos ejemplos que sirven para poner antecedentes y contexto al hecho de que el autoestop es una actividad intrínsecamente tensa, incómoda, arriesgada e incluso tenebrosa, y que lo es en los dos sentidos: para el conductor y para el caminante; nadie está a salvo de nadie. Y esa especie de desconfianza social se ha hecho fuerte en la cultura occidental posterior a los setenta, en parte gracias películas como Henry, retrato de un asesino, La matanza de Texas o Kalifornia. A nadie se le escapa lo peligroso que es recoger a un mochilero o subir al coche de un desconocido. O eso nos parece.
A todo esto de ahí arriba me refiero cuando hablo de «miedo tradicional», y es interesante que un juego se proponga explorarlo. Rides With Strangers es un proyecto de los neoyorkinos de Reflect Studios, una compañía de diseño web liderada por Adam Flatau, que ha decidido lanzarse al desarrollo de videojuegos para volcar parte de su fascinación por el terror y el misterio (dice, poca broma, que es «cazador amateur de fantasmas») en una propuesta que ahora busca financiación en Kickstarter.
La idea, según explican ellos mismos y deja entrever la demo conceptual que han puesto a disposición de todo el mundo (para Windows aquí, para Mac aquí), es que tomemos el rol de Elora, una recién licenciada que sufre una avería fatal en su viejo coche cuando se dirigía a la entrevista de trabajo más importante e ilusionante de su vida. En una zona rural, en plena noche cerrada junto a una carretera secundaria mal iluminada, el cartel de una chica desaparecida… todo apunta cada vez más hacia el desastre. Pero al fin, tras hacer un poco de autoestop, un coche se detiene: es probablemente el cura más inquietante que jamás haya existido, calvo, con una sonrisa de cera y unas inequívocas Gafas de Violador. Con una Biblia bien a mano y la radio (ese ruido familiar que nos relaja y nos hace creer engañosamente que estamos un poco más a salvo) adecuadamente estropeada, entramos en un diálogo tenso y cada vez más retorcido con ese sacerdote con un tono de voz que es una pesadilla entre lo paternal y lo sibilino.
Está claro que el cura nos la va a meter doblada en cualquier momento, así que el objetivo de Rides With Strangers es manipular la conversación con las respuestas adecuadas para entretener al clérigo malévolo y distraerle de sus siniestros planes para que el coche llegue al destino antes de que pueda atacarnos. Mientras tanto Elora, que no es tonta, es consciente del peligro que corre y sufre también el progresivo pánico de estar en la red de la araña, así que también es nuestra misión controlar sus gestos. Si deja de mirar al pastor durante demasiado tiempo, puede que la próxima vez que se gire hace su izquierda se lo encuentre abalanzándose sobre ella. Pero mientras lo observa, una barra medidora se va llenando para indicar el estado de nervios de Elora, y si se llena todo se precipitará hacia el peor final posible. Nuestra misión, sin dejar de monitorizar al conductor, es llevar a cabo acciones como pulsar señales de límite de velocidad para acelerar el trayecto, abrir y cerrar la ventanilla para respirar un poco de aire fresco y otro tipo de acciones que parecen más fruto de la inquietud y la ansiedad que del raciocinio y la lógica. Si vemos que las cosas van mal dadas, hay una escapatoria desesperada: abrir la puerta y saltar del coche en marcha.
En la demo solo hay un conductor que se detiene por nosotros, el maldito cura calvo, y cada vez que saltamos del vehículo y hacemos señales a otro para que se detenga, el conductor vuelve a ser el mismo pastor del demonio, como si de un episodio de La dimensión desconocida se tratase. La idea, no obstante, es incluir una amplia variedad de perfiles de depravados y asesinos, una especie de monstruos urbanos que cualquiera podría encontrarse por la calle: el friki asocial misógino, la femme fatale con fetiches extraños, el alto ejecutivo con aficiones sangrientas… Las posibilidades son enormes, y si los diálogos están tan bien pensados como el del Padre Creepy, no cabe duda de que la experiencia puede resultar la mar de interesante. Sobre todo porque sus responsables parecen tener un plan realmente oscuro de expandir nuestra desconfianza y convertirnos en temblorosos paranoides. Uno de los regalos para backers que han incluido es, de hecho, un silbato para ahuyentar a violadores. Hay que ser cabrón.
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No lo voy a a jugar ni de coña pero me ha encantado leerme el texto. Vaya imaginación la peña y vaya mala leche para hacer un juego de esto.
Buenísimo el texto y buenísima la idea del juego, aunque las mecánicas no me convencen especialmente.
Se dirige a la entrevista de trabajo mas importante y alucinante de su vida… ¿de noche?
Me encantó la onda 2008 del juego, creo que le da otra capa sordida.
@juancarloso
Si es en otro estado o en una ciudad lejana y la entrevista es muy temprano lo mismo tiene que viajar de noche!
@marcos_g Vivo en Chile, se que no todo es España xD
Y puesto así, claro, te entra un cuadrado en un círculo siempre 😀
La idea me parece buenísima… pero la jugabilidad en sí necesita un par de vueltas; ya sólo el minijuego ese raro que hay que hacer para que te pare un coche me saca de la experiencia completamente. :/
@philip_s_owen
Si quieres la demo (y ya, de paso, por si a otra gente de por aquí le interesa), tengo copia en mi Dropbox. :3
Pues yo no se que tiene de malo una femme fatale con fetiches extraños. Ojala me parase a mi 🙁
Mu rico.
Con no hacer autoestop se acaba el problema o en el caso de los conductores, no parando.
Siempre me ha parecido algo que debería estar prohibido por el riesgo que tiene. Dejar la puesta de tu casa abierta durante la noche o invitar a alguien totalmente desconocido a tu casa me parecen de menos riesgo que recoger a una persona que va «sola» por una carretera y sin dinero para siquiera un autobús, ojo, no digo que todos sean asesinos o tarados pero hay una probabilidad más alta.
El texto me ha encantado, pero no creo que lo juegue.
Que buen artículo! Habra q seguirle la pista al juego.
Asombroso, espero sea una realidad el proyecto.
Desde luego este es un terreno no explorado aún 🙂
No he leído nada sobre el juego, aparte de lo comentado aquí, pero sería un punto que alguno d elos autoestopistas, o de los conductores, fueran gente normal, y no hubiese peligro ninguno, solo que son aparentemente raros. Así que te montas la paranoia, y si no te vuelves loco y aguantas, simple y llanamente se llega al destino y cada uno a lo suyo XD
A veces el mayor terror lo tiene uno dentro…
Joder Pinjed, que bueno.