Avance de Broforce

Hacia la mitad de Depredador hay una escena difícil de olvidar. El personaje de Bill Duke entra en contacto visual con la bestia alienígena, o al menos con su versión de camuflaje transparente, y se da cuenta de que su equipo se está enfrentando a algo que no es humano. El monstruo se aleja corriendo, ocultándose entre los árboles, y Duke empieza a disparar con su rifle automático, gritando de furia pero también de horror. Se le acaba el cargador e inmediatamente toma del suelo una ametralladora gatling enorme con la que reanuda su lluvia de balas contra la nada con la esperanza de fulminar al enemigo. Sus compañeros, rezagados, llegan hasta él y ni siquiera le preguntan qué ha pasado, qué ha visto: confían en su brote de violencia y se suman al barrido sin dudar, pero también sin tener ni idea de a qué carajo están disparando. Ráfagas, disparos de escopeta y hasta granadas, no vaya a ser que quede algo vivo. Cinco tíos en fila descerrajando el apocalipsis sobre varios kilómetros de jungla humeante, un minuto de destrucción total, gratuita y absolutamente maravillosa. Quizá la cinta de 1987 no sea el ejemplo más representativo de la acción descerebrada ochentera, pero esa escena sí podría ser el epítome del género, de una forma de entender la violencia de entretenimiento a la Broforce quiere rendir el enésimo homenaje.

En la versión beta Early Access que ya se puede comprar en Steam, Free Lives nos muestra el potencial que esconde su juego con media docena de opciones todavía en fase alpha, desde el cooperativo online hasta el deathmatch, pasando por los modos Explosion Run —donde debemos alcanzar la cima de un nivel antes de que una explosión nos alcance— o Race Mode —donde hay que competir con otros bros por llegar al final de la fase— o un editor de niveles, pero de esto hablaremos a fondo en el análisis, cuando esté cocinado del todo. De momento el modo Campaña es el más desarrollado y el que con más firmeza refleja las intenciones de sus autores.

Seguro que a muchos la llamada retrowave, propulsada por la eclosión indie, ya empieza a tocarles los huevos. No todos tuvimos una NES ni todos conocimos los videojuegos con los clásicos; estamos en 2014, así que es justo que la dichosa nostalgia no se manifieste en algunos jugadores porque, simplemente, no estaban allí. Este hartazgo hace ya tiempo que se viene materializando y, aunque los defensores del píxel ahoguemos esas quejas en nuestro propio éxtasis y delirio nostálgico hasta que dejamos de oírlas, para algunos juegos ya parece una desventaja inicial haber adoptado ese estilo. Por eso es importante dejarse los prejuicios en la guantera y enfrentar a Broforce con la mirada limpia: basta jugar un nivel para darse cuenta de que tras esos gráficos llenos de cuadradotes hay un concepto central tan moderno como los escenarios completamente destructibles. Ese es, por encima incluso de los tiricos, uno de los dos pilares de carga de Broforce.

Obviamente el otro gran reclamo del juego es su marca, su factor diferencial: la inclusión de un buen montón de personajes del cine y la televisión de los ochenta y los noventa, como Brommando, Rambro, Ash Brolliams, Bro Dreed o Snake Broskin, cada uno con su forma de moverse y de disparar (o pegar espadazos, o lo que sea) y su propio ataque especial, normalmente granadas, ramos de cuchillos o algo parecido. Al rescatar a uno de estos personajes de las jaulas que encontramos en cada nivel los vamos desbloqueando y encarnando de forma automática y aleatoria. Esto aporta variedad y exigencia para adaptarnos rápidamente al héroe que nos ha tocado y seguir devastando al enemigo, que se compone de soldados peones, soldados suicidas, perros hambrientos y la mismísima encarnación del Diablo en traje y corbata, como un señor de la guerra omnipresente.

De momento la experiencia Broforce no podría ser más encantadora: explosiones que hacen temblar todo el escenario y un diseño de niveles pensado para ser destrozado a escopetazos o agujereado como un gruyère para generar la estrategia que más nos guste, ya sea eliminar a los malos de uno en uno rápido y sin armar escándalo (Blade sirve bastante bien a ese propósito), atacar a través de las paredes sembrando el terror en los corazones de nuestros enemigos (aquí M.A. Barracus lo peta) o directamente aniquilarlos a todos desatando el caos sin darles tiempo ni a gritar (John Matrix, te elijo a ti). Veremos si el ritmo efervescente dosificado en ráfagas de niveles cortos, los bosses con agujeros en su patrón de movimiento o simplemente la fuerza de la libertad verdadera reventando cabezas y quebrando cuerpos con su fuego democrático terminan de dar el glorioso resultado que prometen: diversión pura y humeante. De momento, todo apunta a que sí.