Bayonetta: Mujer objeto (de debate)

De Bayonetta se puede sacar mucho provecho, eso es algo que sabemos. Demuestra, predicando con el ejemplo, todo lo que puede tener un arcade de expresión, cómo un sistema de combate robusto puede dar lugar a un diálogo fluido e interesantísimo entre el jugador y el mundo del juego, uno más natural y más importante que el de mil aventuras gráficas con árboles de conversación. Nos recuerda que se pueden hacer juegos totémicos e infinitos que no estén atados a la pobre fecha de caducidad de unos servidores, de unos pases de temporada o de la dependencia de comunidades organizadas alrededor de intereses del mercado. Bayonetta es mucho juego; yo mismo escribí que era «el último juego hardcore» y, de muchas maneras y con honrosas excepciones (del mismo padre: The Wonderful 101), sigo creyendo que es uno de los últimos adscritos con orgullo a una manera de pensar los videojuegos, quizá mitológica e imposible, que hemos visto desde la anterior generación, y quién sabe cuántos tendremos en el futuro. «Ahora sólo nos queda esperar que no haya que esperar otros tres años antes de poder disfrutar de otro juego auténticamente hardcore», escribía yo mismo a finales de 2009. No nos has tratado muy bien, cruel arquitecto universal de los videojuegos.

En estos años a Bayonetta le ha dado tiempo también a convertirse en muchas cosas. En juego de culto; en prueba de una industria, la japonesa, que no está en su mejor forma; en amuleto de la extravagancia filochinaka; en diploma de legitimidad hardcore cuando la secuela se ha convertido en juego exclusivo de una consola de Nintendo. Bayonetta, el personaje, también ha cuajado como personaje femenino fuerte e independiente, uno del que estar orgullosas. Pero, ¿es realmente así?

Escribía Enrique Vila-Matas sobre los shandys, los miembros de la sociedad secreta de su Historia abreviada de la literatura portátil, que tenían «ciertos rasgos que eran considerados como específicamente shandys: sexualidad extrema, espíritu innovador, ausencia de grandes propósitos, insolencia, tensa convivencia con el doble, simpatía por la negritud y nomadismo infatigable». Bayonetta como shandy. Leyendo algunas críticas recientes de la versión de Wii U, el asunto de la sexualidad extrema de Bayonetta suele salir a colación, pero no se profundiza más de la cuenta. En Nintendo Life, por ejemplo, dicen: «Este es un título lleno de insinuación y sugestión sexual, y es importante hacerlo ver desde ya, especialmente porque los juegos para mayores de 18 son raros en la consola de sobremesa de Nintendo. También nos hace preguntarnos sobre la representación de Bayonetta en términos de representación de género; hay interpretaciones que sugieren que es una mujer poderosa, fuerte, reafirmándose a sí misma, mientras que otros argumentos dicen que es simplemente una fantasía masculina». «De nuevo, preparaos para las realidades de lo que Bayonetta lleva a Wii U, y aceptad que puede haber alguna secuencia vergonzosa», avisan.

En Metro: «Aunque hemos visto a algunos acusarla de ser sexista, para nosotros está en el lado correcto de la parodia. Con sus piernas imposiblemente largas y su frecuente semi desnudez puede parecer poco más que una fantasía masculina, pero aprovecha cada oportunidad para burlarse de esos que la tendrían como fetiche, y el juego siempre nos la pinta como en control y con una confianza en sí misma justificable». Es una lectura del personaje relativamente común hoy día, pero que ya hace años que viene haciéndose; poco después de que saliera la versión original para Xbox 360 y PlayStation 3, la crítica Leigh Alexander, por ejemplo, decía en una columna de opinión que Bayonetta «lleva el estereotipo de la mujer sexy del objeto al sujeto», y que «el juego es en sí mismo una representación artística del concepto de que la sexualidad femenina es un tipo de arma único». 

Otra defensa de Bayonetta: Eva Cid contaba a El Diario que «Bayonetta, con toda su exuberancia y su actitud provocativa, es perfectamente coherente con su contexto».

Recientemente he discutido, de la manera más calmada y civil que uno pueda imaginar, con algunas personas sobre este asunto. Bayonetta como icono feminista. Bayonetta y el empoderamiento. El otro día empecé una nueva partida al primer Bayonetta en Wii U; a mi lado mientras jugaba estaba una mujer tolerante con pero no especialmente habituada al imaginario del videojuego, conocedora del manga y el anime, una persona que vivió en Japón y con estudios avanzados y que se considera feminista y lo demuestra activamente. Comienza el vídeo introductorio del primer capítulo, mis ocho minutos y medio favoritos; no sé si habéis visto esa escena con una mujer cerca, pero es un viaje inolvidable por el espacio exterior. Le pregunté qué le había parecido. «Su cuerpo es horrible», terminó diciéndome, confusa, como si acabara de salir de una lavadora industrial. Otros, según sé, han tenido la experiencia contraria: mujeres entusiasmadas ante la aparición de un personaje como Bayonetta, totalmente en control de su cuerpo y suficientemente fuerte como para que no le tosa, literalmente, ni Dios.

Personalmente nunca he visto a Bayonetta como un personaje feminista; no soy el único que parece no estar del todo de acuerdo con la lectura de Bayonetta de Leigh Alexander, aunque estemos todos en el mismo tren del amor hacia la bruja de Kamiya. Por ejemplo, a Tiffany Chow (antes escribía en Destructoid y ahora es diseñadora de juegos) no termina de convencerle el razonamiento de Alexander: «Bayonetta es pura exageración para mí, lo que explica bien lo extremo de todo, desde su cuerpo desproporcionado hasta sus diálogos de una frase. Por su histrionismo, no puedo ni siquiera empezar a pensar que sea un personaje con «sustancia» de ningún tipo. Sí, está el hecho de que puede pegar palizas de muerte a cualquier demonio angelical, lo que hace que jugar con ella sea la hostia, pero al final lo que me queda claro es que su sexualidad en el juego se usa explícitamente como decoración, y no como celebración». 

Tiene sentido si pensamos que no se diseñó como celebración de lo femenino, sino como explotación de la sexualidad femenina: si el sistema de combate es una versión hipertrofiada y llevada al límite de lo que conocíamos de otros hack and slash, el diseño de Bayonetta es una versión extrema pero aún políticamente correcta de cierta sensualidad femenina; Hideki Kamiya decía sobre el personaje que «el tema principal de sus ataques es «sexy». Me estoy divirtiendo con el equipo pensando, «¿qué deberíamos hacer con Bayonetta para hacer que se vea sexy?» Y ellos dicen, «oh, quizá este movimiento estaría bien. Esta animación podría estar bien». En eso estamos pensando ahora mismo». El encargado de modelar el personaje, Kenichiro Yoshimura, comentó en una ocasión (y tuvo cierta repercusión mediática por ello) que «en lo que más me concentré es en cómo expresar mejor los diseños del personaje que dibujó Mari Shimazaki», una mujer, «sus largos brazos y piernas, su pequeña cabeza y la belleza de sus líneas femeninas. He consultado fotos de varias modelos extranjeras para tener una referencia, y de hecho existen mujeres con las proporciones de Bayonetta. Realmente quería que la «zona trasera» de Bayonetta fuese perfecta. Creo que es lo que más me va…»

Aunque es relativamente difícil encontrar reflexiones más o menos complejas o profundas sobre los personajes de Bayonetta en el blog de PlatinumGames, sí podemos encontrar detalles sobre la pechuga y el bullarengue de la pareja Bayonetta-Jeanne: «Aunque el esqueleto (las junturas necesarias para hacer que el modelo se mueva) es compartido entre las dos, y sus cuerpos comparten el mismo equilibrio básico… ¡Jeanne tiene las tetas más pequeñas! ¡Y también el culo!», escribe Yoshimura.

Quiero pensar que si has llegado hasta aquí, lector, hay una probabilidad bastante alta de que sepas que mi juego favorito de todos los tiempos es Bayonetta. Por muchísimos motivos, entre ellos su personaje protagonista; sin embargo, me resulta muy difícil tomarme en serio las lecturas feministas de Bayonetta, que se centran demasiado en una hipersexualidad y una fuerza paródicas, sí, y con un sabor pulp formidable, pero que no son óbice para que la historia del juego, confusa y pobre la mayor parte del tiempo, acabe siendo la de una mujer con daddy issues que no acaban de resolverse por, me temo, torpezas de un guión excelente a la hora de presentar escenas de acción y situaciones estimulantes pero que no llega, porque no quiere (porque ni se lo plantea: porque no le interesa), a presentar un dilema mayor. Especialmente si le ponemos a Bayonetta el disfraz de animadora con pompones.

Lo explica Tanner Higgin, un investigador centrado en el estudio de la representación de raza, género y poder en videojuegos, en un artículo de 2010. Aunque «Bayonetta muestra resistencias feministas que no están en la mayoría de juegos», escribe, «al final es un proyecto fallido». «Uno podría ver los excesos en la sexualidad de Bayonetta como una crítica velada histriónica y sigilosa. El problema con esa posición (…) es que simplemente no veo esa crítica. ¿Dónde están los momentos de resistencia e incomodidad? ¿Cuando se vuelve la mirada contra el jugador (más allá de los guiños juguetones a la cámara)? ¿Cuándo se ataca al patriarcado? (…) Sin momentos de resistencia explícita, o momentos de ansiedad o incomodidad masculina intencionada, tanto el poder de Bayonetta como su naturaleza exagerada solo se quedan como placer masculino». En un interesante apunte, Higgin razona que Bayonetta no se puede comparar con el Bowie de la época de Ziggy Stardust porque, mientras que Bowie usaba «su estrellato y su persona como mecanismo de exposición para alternativas de género», representando un papel y «forzando y jugando con el género», «Bayonetta no desafía ninguna limitación porque encaja perfectamente en un sistema de clasificación ya existente. En su lugar, está probando la tolerancia del feminismo. No tenemos miedo de que nos vaya a gustar; ya no nos había gustado en sus otras encarnaciones».