E3 2017: Dragon Ball FighterZ es una cuestión de justicia

Durante los últimos meses, quién me lo iba a decir, he llegado a temer por la relevancia de Dragon Ball. Goku y familia dejaron recuerdos imborrables a quienes crecimos con sus peleas, pero de un tiempo a esta parte ha habido pocas razones para subirse a ese carro: Dragon Ball Super empezó siendo un desastre y sobre los juegos más recientes mejor no digo nada. Por eso me gustó ver que, efectivamente, la cola para probar Dragon Ball FighterZ estaba entre las más largas del E3. El interés por los personajes de Toriyama sigue ahí y por fin, parece, nuestra paciencia tendrá su recompensa. Las gracias habrá que dárselas a la gente de Arc System Works, que aprovechan el trabajo hecho con Unreal Engine en Guilty Gear Xrd para recrear la estética del anime con una fidelidad que se salta el nervio óptico para ir directamente a la patata. Y aunque es cierto es que los gráficos no salvaron a su último Dragon Ball Z: Extreme Butoden para 3DS, simple y lento como él solo, muy pronto queda claro que éste apunta más arriba: no es el mismo flechazo que con los Guilty Gear, no se presenta como un juego de lucha tan complejo y ejemplar, pero yo firmo con lo que hay. Recuerda un poco a Marvel vs. Capcom 3, por el tres contra tres y por la configuración de los botones: tres botones de ataque –flojo, medio y fuerte– y uno para las típicas ráfagas de ki. Manteniendo pulsados X y A (lo probamos en Xbox One) se carga la energía para llenar las barras que se gastan con los ataques especiales; el Super Kamehameha de Goku se hace con un cuarto de círculo hacia adelante y RT. El gatillo izquierdo se queda para que los compañeros entren a echar un cable. Se parece bastante a Marvel vs. Capcom 3, qué carajo, también en el ritmo y la facilidad para enlazar combos, que pasan de los 100 Hits sin que uno se dé cuenta. En la demo estaban únicamente los que ya habíamos visto en el tráiler: Goku, el joven Gohan con los ropajes de Piccolo, Vegeta, Freezer, Perfect Cell y Majin Buu. Todos clavados, todos con varias técnicas míticas y frases para la historia, pero sin grandes diferencias en su forma de combatir. Nada grave, supongo; es lo normal cuando hay licencias de por medio –ir cambiando de luchador apetece más que intentar dominar a unos pocos, hay que contentar a los fans con muchas caras conocidas– y deberían poder encontrar sitio para mecánicas específicas y alguna pequeña locura. Iba a decir que el Sr. Satán con jetpack es obligado, pero juraría que no se puede volar. Es muy probable, pues, que Dragon Ball FighterZ sea más que una cara bonita. Y sin embargo, sería absurdo no remarcar la importancia de ese apartado gráfico fabuloso que se nos debía desde hace un tiempo. Son detalles sutiles, como de costumbre, los que me hicieron sentir esas mariposillas en el estómago: cuando Goku se transforma en Super Saiyan antes de empezar la pelea lo hace sin esfuerzo y en silencio, con esa sonrisa que dibuja cuando la Tierra no está todavía en peligro y quiere pegar cuatro hostias para pasarlo bien. Es una secuencia muy breve y prácticamente estática, pero no se podría haber hecho mejor. Ha costado, pero por fin se acerca el día en el que podremos dejar de mirar con envidia los Naruto de CyberConnect2. Entonces se habrá hecho justicia, el mundo estará a salvo por un tiempo y tocará aquel capítulo de la autoescuela. Quién podría no querer eso, por el amor de Dios. Dragon Ball FighterZ estará disponible a principios de 2018 para PC, PS4 y Xbox One. En las dos consolas habrá una beta cerrada «antes de que termine el verano», según Bandai Namco.