El arte de desenchufar el mando

En el manual de instrucciones de Wario Ware Inc.: Mega Party Games, la entrega de la desternillante serie de microjuegos que salió en 2004 para GameCube, había unos cuantos consejos para el multijugador que uno no esperaría de, precisamente, el manual en el que se supone que se nos explica cómo jugar correctamente. Página 14: «Prueba a estornudar mientras tus amigos juegan. ¡Dales un susto y haz que la líen!»; «También les desconcertarás si te levantas muy rápido y haces un bailecito»; página 22: «Si vas perdiendo, dile a todos ‘¡Voy a echar la pota!’ y sal corriendo»; «Asegúrate de cubrir la pantalla todo lo que puedas con tu lado malo».

«¡Intenta desconectar los mandos de tus amigos mientras no miran!»

Recuerdo que cuando jugué a Wario Ware en GameCube en su momento, hace diez años, me impactaron muchísimo estas perlas; la lógica era aplastante: si les desconecto el mando o me pongo en medio de la pantalla, las posibilidades de que yo gane aumentan considerablemente. No puedes negarlo. Algo me sonaba mal: algo, en la cabeza de mi yo de hace diez años, sabía que no era justo. Lo que no sabía, por desgracia, era que (además de un ejemplo de cómo sacar el juego de la pantalla, una pequeña brillantez de diseño expuesta a través del manual) esa forma de jugar era la más divertida.

Adelante en el tiempo, muchos años, y me tenéis casi, casi con la edad que tengo ahora; varios amigos, una GameCube, cuatro mandos. (No había pizzas, pero estoy seguro de que habrían sido una buena manera de mejorar el cuadro.) Nos dio por jugar a International Superstar Soccer 2, un juego que a día de hoy parece querer representar cualquier deporte menos el fútbol: nos hicimos un equipo de enanos extremadamente rápidos y nos reímos con Roberto Larcos, el nombre falso de Roberto Carlos. Husmeando entre mis juegos, encontré Wario Ware.

Lo que vino después fue un festival de empujones, manotazos, distracciones a mala fe y putadas de toda índole. Nadie se enfadó; al contrario, me da la sensación de que ese homenaje al juego sucio reconcilió a los menos jugadores con el mando, con el multijugador, con lo de no poder escuchar lo que ocurre en la tele porque las risas son demasiado altas. Es un tipo de experiencia multijugador, la distendida y no siempre sujeta a unas normas demasiado estrictas, que no es especialmente común. Nunca lo ha sido del todo, aunque el pellizco y el botoneo al rival siempre hayan estado ahí; no está bien vista, aunque todos podamos pensar, seguro, en más de una pachanga con amigos que haya acabado en desmadre y esté en nuestro top de experiencias multijugador.

Puede parecer una tontería, pero de un tiempo a esta parte me resulta más fácil asociar lo multijugador a gente muy competitiva lanzando improperios a otros jugadores, perdiendo los papeles y mentando a la madre de sus rivales cuando son alcanzados, y también cuando son ellos los que logran un punto; a actitudes retrógradas y nocivas hacia medio planeta; a intransigencia y rechazo a todo lo que no sea lo que conocemos y se adapte a lo que creemos que es natural que ocurra. Es una forma muy clara de contrariar a los conceptos de juego más asentados, que suelen llegar de los que más defienden un concepto de juego como entretenimiento y actividad libre.

Nosotros sabemos todo lo bueno que nos han dado los videojuegos, y a veces damos más por supuesto de lo que deberíamos que todo el mundo está al tanto. Imaginad qué haría uno de los jugadores del vídeo de arriba si le desconectaran el mando, o si alguien se pusiera en medio de su pantalla; quizá es un caso extremo (obviamente, en un entorno competitivo la cosa cambia), pero basta con echar un vistazo a cualquier partida online de nivel más bajo para ver que los malos humos no son exclusivos de aquellos que juegan bajo la presión de una competición. Me sorprende que tanta gente acepte voluntariamente en su vida los estímulos negativos.

Quizá lo del manual de Wario Ware era una manera de enseñarnos a aceptar con deportividad la derrota. De paso, a asumir la reponsabilidad de cuidar la imagen del videojuego: si hasta los propios videojuegos se ríen de los que viven de manera demasiado intensa el multijugador (pienso en el hijo de Michael en GTA V, un personaje odioso y al que todos conocemos en persona), imaginad qué deben pensar desde fuera los que asocian, porque no les queda otra, el videojuego a no saber tomarse bien el arte de desenchufar el mando.