Análisis de 3D OutRun

Todos los juegos de coches son contingentes, pero OutRun es necesario. Es lo que todos querrían ser pero muy pocos consiguen siquiera arañar; es ese arcade de conducir en un deportivo cojonudo, escuchando temazos en la radio y con la chavala al lado, dando apoyo moral, que consigue ser un icono estando en todo momento al borde de ser el monumento definitivo al cuñao delirante: el que sueña con el Ferrari y la rubia y los temazos mientras va con la parienta al Carrefour en el Ibiza, escuchando no muy alto (está el crío durmiendo atrás) The Number of the Beast en Rock FM. Es un clásico por mérito propio; todas las desarrolladoras son contingentes, pero Sega es necesaria.

Es necesaria porque supo ver el placer adulto en los videojuegos cuando el resto todavía pensaban en juguetes. OutRun, como tantos juegos de Yu Suzuki, tiene la ambición de trasladar un pedazo de realidad a la pantalla. Suzuki supo lidiar muy bien con las limitaciones técnicas de la época y trabajar a partir de sensaciones, en lugar de intentar representar las vicisitudes de una carrera ilegal de costa a costa de los Estados Unidos; este ejercicio de abstracción no es común en una época en el que la literalidad se llevaba hasta los extremos de crear un videojuego llamado Aero the Acro-Bat en el que somos un murciélago acróbata. De una ambición similar, pero más descompensada, salieron los dos Shenmue y, de paso, la caída de Sega como una de las grandes del sector del videojuego.

Quizá sin quererlo, Suzuki y su equipo crearon un arcade de conducción con muchas lecturas. Jugar a 3D OutRun, la formidable revisión del original que firma M2 y que, como todos los clásicos de Sega que están llevando a 3DS, es un imprescindible para amantes del material de base y muy recomendable para aquellos que quieran echarle un vistazo a esos juegos que marcaron un antes y un después en la historia del medio, clásicos por derecho propio; jugar a 3D OutRun, decía, me ha hecho apreciar más el trabajo de Sumo Digital en OutRun 2006, mucho más ácido y con un subtexto bastante más consciente que el que se puede detectar en el original de 1986, más inocente pero no por ello menos cargado.

En principio, OutRun es un juego sencillo. Vas en un Ferrari por una carretera, y tienes que ir cruzando chekpoints dentro de una ventana de tiempo concreta; cada checkpoint representa un lugar icónico, basado hasta cierto punto en la realidad pero, de nuevo, más preocupado por plasmar la sensación de estar en ese sitio que en ser una reproducción fiel, de los Estados Unidos. Antes de los puntos de control debemos elegir si ir por el camino de la izquierda o el de la derecha; así, aunque el primer tramo es siempre el mismo podemos elegir qué camino seguimos y terminar en distintos lugares. Es esencial maniobrar con seguridad para llegar a los puntos de control y aumentar nuestra ventana de tiempo: hay que girar con precisión, esquivar otros vehículos, frenar en los momentos adecuados.

3D OutRun, como fuere, es una buena oportunidad de recuperar el juego de conducción, que no de carreras, de Yu Suzuki. Su valor histórico es innegable; como es habitual en M2 (encargados de todas estas revisiones de clásicos de Sega para 3DS), el trabajo de reconstrucción aquí va un punto más allá, añadiendo la posibilidad de modificar el coche, con los consiguientes cambios en el manejo, nueva música y el mimo con el que han dispuesto todo en los menús para que personalicemos nuestra partida, desde la dificultad hasta cómo se muestra la pantalla. El prestigio de estos 3D Classics de Sega es merecido, y OutRun no es una excepción; impresiona menos hoy que en su día, pero desde luego sigue siendo un imprescindible para arqueólogos, estudiosos y curiosos que quieran tener una experiencia de primera mano de un pedazo de historia del videojuego como es OutRun. [8]