El París de principios de 1789 en el que se ambienta Ambition: A Minuet in Power, el debut del estudio sanfranciscano Joy Manufacturing Co., era un hervidero. La ciudad se había convertido en el centro cultural de Francia; la población crecía rápidamente y el mayor acceso a la educación hizo que las ideas circularan más que nunca a través de clubes, cafés y prensa; Luis XVI acumulaba poder mientras Versalles perdía relevancia entre el pueblo, cada vez más afín a las ideas que reivindicaban derechos para el Tercer Estado, la gran mayoría de artesanos, burgueses y, sobre todo, campesinos que vivían bajo la nobleza y el clero. Las desigualdades rampantes hacían que la tensión creciera exponencialmente. Ya sabemos cómo acabó aquello. Podría decirse que mucha gente perdió la cabeza.
En esas está París cuando llega Yvette, una joven de humilde cuna que viaja a la gran ciudad desde su pequeño pueblo al sur del reino para reunirse con su prometido y empezar un nuevo episodio de su vida, el más feliz, piensa ella. Como decía Castlevania II, what a horrible night to have a crush: en los primeros minutos de juego, una introducción magnífica al universo y las mecánicas de Ambition, Yvette se encuentra sola en una ciudad que no conoce, rechazada por todo el mundo a quien pregunta por su prometido, el barón Armand de Marbo, que está en paradero desconocido y parece haberse granjeado el odio de media ciudad. Con el fantasma del ostracismo pisándole los talones, sola y perdida en una ciudad que le queda grande, Yvette acaba llegando a la casa de Armand, donde conoce a Camille, su sirvienta, que tampoco sabe nada sobre el barón desde hace suficiente tiempo como para que las dos acaben un poco preocupadas. Para enredar aún más las cosas, Armand había aceptado una invitación con más uno para una fiesta de la alta sociedad, esa misma noche, y el más uno es Yvette; la joven decide ir, y allí sus peores augurios se hacen realidad: la señora de la casa intenta convertirla en el hazmerreír de la noche, y la primera noche de Yvette en París acaba con un walk of shame hasta el ruinoso caserón de su prometido, en paradero desconocido.
Así, a palos, empieza Ambition: A Minuet in Power, una fascinante visual novel que nos pone en el papel de Yvette y nos propone hacernos un lugar en la sociedad parisina mientras descubrimos los secretos de la alta sociedad, traficamos con ellos y navegamos las turbulentas aguas prerrevolucionarias, en busca de nuestro prometido o, en su defecto, de nuevos amores que cubran su ausencia. Como visual novel, aquí la cosa va de leer, en gran medida, aunque Ambition tiene suficientes ideas como para que siempre se tenga la sensación de que se está jugando, de que lo que haces tiene un impacto en el juego.
La mayoría se presentan con gran habilidad en ese prólogo que he descrito, muy por encima, unas líneas más arriba. Yvette es una recién llegada a la sociedad parisina, así que de primeras su credibilidad es mínima, y nadie le presta tanta atención como para poder decir que su integridad física esté en peligro; dos barras nos indican en todo momento en qué punto están tanto la credibilidad como el peligro de Yvette, y en función de nuestras acciones (principalmente, en nuestros diálogos con otros personajes) suben y bajan, alterando nuestras posibilidades de persuadir a la gente, por ejemplo, o de meternos en problemas. Son dos stats que suben y bajan con frecuencia, a veces por motivos que escapan a nuestro control y que aprendes a tomarte como algo que planificar a medio o largo plazo y con lo que no merece la pena encariñarse: aunque no lo supe ver así en mi partida, ya en el mismo prólogo te «regalan» credibilidad para explicar esa mecánica y en cuestión de segundos te la arrebatan, un shock que sirve para contextualizar a Yvette pero también para enseñarte cómo funciona ese sistema, del que depende tu capacidad para camelarte a la gente adecuada y extraer la información que necesitas. Una palabara mal dicha y tu credibilidad se ve afectada; unas cuantas, y puedes tirar por tierra la posición que tanto te ha costado conseguir.
Hay que saber estar, ya digo, porque en Ambition el tiempo pasa. No puedes hablar con todo el mundo, leerlo todo, probar lo que sea: el juego se articula alrededor de una serie de fiestas a las que te van invitando, por eso de que eres la gran novedad de la sociedad parisina (la humilde chica de campo que, abandonada, llega a la gran ciudad y se pone a buscar a su prometido: una historia digna de folletín), y que puedes aceptar o rechazar según te convenga o apetezca. Ir a una fiesta es una buena oportunidad para recabar información y enterarte de chismorreos; sin embargo, requiere una preparación que te quita tiempo para hacer otras cosas, porque cada día solo es posible llevar a cabo una acción, por lo que el tiempo que dedicas a estar lista para la fiesta es tiempo que no dedicas a investigar la ciudad, seguir las pistas de las que te vas enterando, conseguir algo de dinero traficando con rumores o simplemente descansando. Ir a una fiesta cansada, descubre pronto Yvette, es peor que no ir; como ella, tú también aprendes poco a poco, quizá a base de errores y tropiezos, a gestionar bien el tiempo para que te dé tiempo a todo, o a elegir bien tus citas para no abarcar más de lo que puedes apretar.
Cada mañana, así, te enfrentas a un mapa que te permite elegir a qué vas a dedicar el día. Puedes ir a comprar ropa, por ejemplo, para acomodar tu vestuario a los eventos sociales que tienes en el calendario; distintos vestidos tienen distintos efectos en las facciones del juego, y también es importante tener en cuenta quién organiza el evento para encajar (¡o todo lo contrario!) en él: no es lo mismo una recepción organizada por la corona o la iglesia que una reunión en la que te vas a codear con personas afines a la revolución, y tampoco es posible contentar a todo el mundo, porque inevitablemente un mismo vestido va a agradar a un grupo y hacer que otro arquee la ceja. También puedes visitar al dueño de un periódico muy aficionado a los chismorreos, y que está dispuesto a pagar un buen dinero por los rumores que puedas llevarle. Algunos chismes son más valiosos que otros, por supuesto, y los más valiosos suelen ir acompañados del riesgo de que la gente sepa que has sido tú la que lo ha propagado, dañando tu imagen entre la sociedad parisina y poniéndote en peligro; en momentos específicos, los rumores de una facción son más valiosos que los de las demás, y ofrecen recompensas más jugosas, y por supuesto las informaciones que se van publicando afectan a las relaciones entre unas facciones y otras. Estos rumores puedes encontrarlos en otro icono del mapa, la plaza, donde la gente se reúne para pasear y charlar, además de las fiestas a las que asistes. A medida que avanzas, otros puntos de interés van apareciendo en el mapa: eventos, aleatorios o importantes para la historia principal, que también hacen avanzar el calendario un día y que te pueden dar (o quitar) credibilidad, peligro o informaciones sobre las distintas facciones y personajes que vas conociendo, además de, claro, sobre tu prometido, Armand.
A estos malabares (conseguir y vender chismorreos, invertir en ropa para encajar en las fiestas cuyas invitaciones acepta o rechaza, ir a los encuentros que se le proponen; descansar, de vez en cuando) dedica Yvette sus días; es un trajín que llega a agobiar, que cuesta encauzar y que nunca tienes la sensación de estar controlando del todo: así es justo como tiene que ser, y aunque no todos los momentos individuales tienen la misma fuerza por separado sí saben formar un conjunto muy interesante, y un buen telón de fondo para desarrollar las relaciones con los personajes principales. Las relaciones románticas tienen un peso importante, como era de esperar, y el nivel de la escritura es suficientemente alto como para que los personajes principales con los que puedes trabar amistad y lo que surja tengan textura y fondo de sobra para que seguir sus historias resulte interesante; de nuevo, el inexorable paso del tiempo y las limitadas posibilidades que tu ajetreada existencia te permite hacen que no sea posible conocer a fondo a todo el mundo en una única partida, lo que hace que sea especialmente atractivo revivir la historia varias veces para ver en qué direcciones puede ir Yvette en su periplo parisino. No es un juego particularmente largo, por suerte, y en general da la sensación de que se ha favorecido la densidad: el ritmo al que avanzan los días y al que van ocurriendo cosas, algunas más importantes y otras más mundanas, es tan alto como para que incluso en sesiones breves Ambition deje poso; la variedad de mecánicas (desde las más habituales en el género hasta otras más específicas, como el sistema de vestuario, que necesariamente te obliga a agradar a unas facciones a costa de ganarte la desconfianza de otras, o las que se proponen en las fiestas, que generan unas dinámicas muy bien pensadas para que estos eventos sociales sirvan como hitos en tu progreso) me ha sorprendido mucho, y, aunque suene prejuicioso, hace que Ambition sea el tipo de visual novel que puede hacérsele ágil incluso a quienes no suelen disfrutar del género.
Es este hasta cierto punto mi caso, más por inexperiencia circunstancial que por otra cosa (no tengo nada contra las visual novels, y las pocas que he jugado me han gustado bastante, de hecho; simplemente no es mi género predilecto), y puede que también tengan que ver con eso mis principales fricciones con este Ambition. Casi todos tienen que ver con lo visual o incluso con lo ornamental. El diseño de la interfaz, por ejemplo (fundamental en un juego así: es tu única manera de relacionarte con él), es bueno pero tiene un revestimiento cursi que a veces parece no estar del todo en sintonía con tus actos, trayéndote a la cabeza referencias que no siempre son las que mejor le encajan a Ambition. Con el resto de elementos gráficos, de hecho, me pasa un poco lo mismo: las localizaciones en las que se desarrolla el juego están ilustradas con buen gusto y buena mano, pero en muchas ocasiones colisionan con los personajes, bien por sus dimensiones (las escenas que se desarrollan dentro de carruajes son especialmente sangrantes), bien por su estilo de dibujo, un poco forzado y, en general, peor llevado que el de los juegos japoneses a los que imita.
Por lo demás, lo cierto es que Ambition: A Minuet in Power hace suficientes cosas interesantes como para que estos detalles no sean más que eso: detalles de un conjunto valioso por muchas otras cosas. La representación del París prerrevolucionario está mucho más cerca del novelón o de la telenovela que de un gran ensayo de Historia, y precisamente por eso es mejor juego: su naturaleza es puramente juguetona, y anima al ensayo y el error de una forma divertidísima y apasionante. Es superior a sus pares literarios y televisivos precisamente por cómo usa la interactividad para obligarte a dejar de lado hilos argumentales y oportunidades que tu Yvette de ese momento tendrá que explorar más adelante, en otra partida; el texto pero sobre todo el tejido que forman los sistemas, sencillos pero efectivos, que rigen tu relación con París y sus gentes hacen el resto para que recordar a través de Yvette en nuevas runs no resulte raro sino muy estimulante. No me extrañaría encontrar a gente que pierda la cabeza por un juego como este; no por nada está siempre presente la sombra de la guillotina.
[ 8 ]
Solo los usuarios registrados pueden comentar - Inicia sesión con tu perfil.
Le tenía echado el ojo, parece que está bien 🙂
Espero que una elección sea tener una cena de picoteo.
Nunca me han interesado las visual novels… hasta ahora…
Yo te maldigo Victor! 😀