Análisis de Angry Birds Space

Como me pasó con Call of Duty o con Rihanna, mi rechazo hacia Angry Birds era total debido al tremendo éxito del juego de los pajarracos de Rovio. Uno tiene una reputación que mantener. La tentación es fuerte, no obstante, y acabé cayendo: un par de partidas para probar el juego me bastaron para darme cuenta de que, en el fondo, aquí no se aplicaba el millones de moscas no pueden estar equivocadas, sino que la fórmula funciona. Ya han conseguido todo lo que tenían que conseguir, ya están en la cima del mundo, pero aun así Rovio no se ha querido conformar y vuelven a la carga ahora con Angry Birds Space; efectivamente, hay cerdos en el espacio tenemos que hacer algo al respecto. Después de varias iteraciones que añadían, con bastante mesura, pequeñas novedades a la fórmula original, quizá no era de recibo ampliar la familia Angry Birds sin implementar algo que distinguiera claramente a Space de sus antecesores. Lo han hecho, y el viaje al espacio añade una variante muy interesante a la jugabilidad tradicional de la serie: las órbitas de los planetas y cómo éstas modifican la trayectoria de nuestros lanzamientos. Es un cambio significativo y que añade varias capas de profundidad a las partidas. Por un lado está el hecho de que, fuera de los campos de gravedad de cada planeta los pájaros simplemente flotan, cual cosmonautas. Además de tener que calcular bien las cosas para no salirnos del campo gravitatorio y mandar los pollos a perderse por el cosmos, la ausencia de gravedad en determinados niveles hace que las coreografías de destrucción del escenario sean extrañamente bonitas, con todos esos ladrillos y maderos y cristales flotando por la pantalla. También tiene algo de coreografía la forma en que los pájaros reaccionan a las gravedades: en los niveles más brillantes, la estrategia ideal para conseguir tres estrellas implica trayectorias bastante bonitas y bien pensadas. También hay cambios en los pájaros, la unidad básica para la destrucción de esas estrafalarias estructuras que los cerdos se han montado hasta en el espacio exterior. Tenemos al rojo, sin cambios más allá de su aspecto y un gritito que lanza cuando pulsamos la pantalla; están los azules, que se dividen en tres y que funcionan de maravilla con las mecánicas gravitacionales; los pájaros bomba son más futuristas, pero siguen explotando que da gusto; los amarillos son sustituidos por los morados, los pájaros láser, cuya trayectoria podemos modificar marcándoles en la pantalla el punto al que queremos que vayan; los verdes son gordos y fuertes y no se les resiste nada, atraviesan todo sin respeto alguno.

Los de hielo, por último, son el añadido más peculiar de Angry Birds Space: congelan lo que tocan, y cuando pulsamos la pantalla por segunda vez tras lanzarlos explotan, convirtiendo en hielo, más frágil, todo lo que entre en su onda expansiva. A pesar del protagonismo que se le da al hielo (hay un mundo entero de hielo, y ahí tiene mucho protagonismo el nuevo pájaro) no es tan, tan revolucionario, ni añade nada muy significativo, ni es siquiera tan divertido de usar. Depende también mucho del diseño de los niveles en los que lo usamos; en algunos tiene mucha utilidad, y se nota y se aprecia, pero en otros funcionan como variante extraña del pájaro bomba, y no brillan tanto.

El ritmo es más relajado, quizá, que en los Angry Birds anteriores. Se nota la falta de gravedad; los pajarófilos notarán un cambio de tempo considerable en este nuevo Space, que ayuda bastante a no sentir que estamos jugando lo mismo otra vez, pero con nuevos skins para los pájaros. Entre los añadidos también está el indicador de trayectoria que nos marca, con limitaciones, qué curva va a describir el pájaro cuando lo lancemos; parece una decisión no muy buena al principio, pero a medida que las gravedades se van complicando se comprende perfectamente su porqué: de no haber estado ahí, el juego sería difícil hasta límites insoportables. Uno de los puntos ásperos del juego es su duración. A pesar de que es totalmente recomendable jugarlo con calma y, a ser posible, intentando conseguir tres estrellas en todos los niveles, de momento sólo hay dos mundos; tres, si eres usuario de un móvil Samsung o pagas 79 céntimos más, en el caso de jugarlo en un iPhone. Este tercer mundo, la Danger Zone, es un reto muy considerable, y la verdad es que me habría gustado no haber tenido que pagar otra vez para acceder a él. Ya se ve en el menú un mundo bloqueado, que se abrirá con alguna actualización, y es de suponer que Rovio seguirá su política de ampliar el juego cada cierto tiempo; de momento, no obstante, no hace falta jugar muchísimo para terminarlo pronto, o para sentir que podría haber tenido al menos un mundo más. Y es inevitable que ocurra esto, creo, porque el juego es terriblemente adictivo; en la redacción estamos constantemente picados a ver quién consigue más puntos, lo cual añade un plus impagable, pero el propio reto del juego mismo es suficiente como para que el una más y lo dejo sea la norma y no la excepción. Rovio ha sabido evolucionar, o modificar, el Angry Birds original para que merezca la pena darle una oportunidad a esta nueva entrega ya seas veterano del lanzamiento de pollos o un recién llegado al pajarismo. Angry Birds Space es la quintaesencia del juego casual: la implicación y esfuerzo que nos exige son mínimos si buscamos partidas rápidas y sin mucha complicación, pero la cantidad de horas de entretenimiento y la magnitud del reto que supone dominarlo pueden mirar a la cara a la mayoría de juegos hardcore, si no desde arriba. Cada uno de los 79 céntimos que cuesta Angry Birds Space está bien invertido; ni el pequeño enfado de la microtransacción para conseguir el tercer mundo ni el miedo a que sigan esta misma dinámica para ampliar el juego en un futuro consigue que vea a Angry Birds Space con malos ojos, me temo, porque los buenos ratos que me ha dado, y me está dando (no soy infalible: el camino de las tres estrellas es duro), compensan con creces. A veces merece la pena relajar el músculo de lo hardcore y dejarse llevar un poco; eso me lo enseñó, precisamente, Angry Birds. [8]