Análisis de Assault Android Cactus

Jugar a Assault Android Cactus me ha ayudado a recordar por qué me gustan los videojuegos. Hay algo muy puro y muy hermoso en el juego de Witch Beam. Sanatana Mishra, uno de los desarrolladores, decía resumía las influencias del juego en «Robotron 2048, Geometry Wars, Super Stardust HD, Radiant Silvergun y cualquier arcade o juego de Dreamcast de finales de los 90 con cielos azules a lo Sega», que en mi casa es la receta del éxito. Mishra y Tim Dawson, otro miembro del equipo de Assault Android Cactus, trabajaban en Sega antes de lanzarse al desarrollo independiente; quizá de ahí venga la voz susurrante que dice el nombre de su estudio, y que me hace pensar en Bayonetta cada vez que empiezo a jugar.

Si algo tiene que venirme a la cabeza cuando me pongo con un juego, que sea Bayonetta.

Hay más puntos en común, no solo con la obra maestra de Platinum Games sino también con toda una corriente de juegos, recientes y clásicos, que tratan el arcade de acción de una forma concreta. Como un desafío de habilidad, pero también como una caja de herramientas con la que experimentar; como un viaje de A a B que podemos hacer de la manera que prefiramos, utilizando con alegría los recursos que tenemos a mano. No todos los juegos tienen en consideración de la misma manera el papel del jugador, ni se aproximan a la relación entre jugador y juego de la misma forma. Assault Android Cactus es de los míos: de los que ayudan a formar un vínculo con el mando.

La famélica historia nos habla de un grupo de androides que tienen que liberar a una nave de los robots que la habitan, estropeados y con el único objetivo de hacer daño a quien se cruce en su camino. Es la excusa que se ha elegido esta vez para justificar nuestro avance por los distintos mundos y niveles del juego, demostraciones sensacionales de gusto por el diseño interesante de niveles.

Aunque la protagonista es Cactus (la androide con arma de asalto; de ahí el título), podemos elegir entre varios personajes antes de enfrentarnos a un nivel. Cada androide tiene un arma principal y una secundaria, todas distintas; una dispara normal, otra dispara en tres direcciones, otra tiene proyectiles que buscan a los enemigos. Cada arma nos obliga a pensar en el escenario, casi siempre minúsculos pero muy inteligentes, de una forma diferente; cómo nos movemos, cómo esquivamos o qué rutas se nos pueden abrir entre los cientos y cientos de enemigos que despachamos en el par de minutos que dura un nivel varía en función de nuestro tipo de ataque. Lo mismo con las armas secundarias, pensadas para eliminar rápidamente a los enemigos más grandes y mantener vivo un combo del que depende en gran medida el rango que obtengamos al final de la partida.

Vamos desbloqueando a las androides a medida que avanzamos, y son ellas las responsables de que sea un gustazo volver atrás y repetir niveles una y otra vez en busca de estrategias distintas o simples ratos de experimentación con las mecánicas que nos proponen. Los propios niveles se prestan mucho a la improvisación y el experimento; Assault Android Cactus tiene un gusto privilegiado para crear situaciones interesantes jugando con el diseño de mapas y enemigos, y no pierde el momento para demostrarlo. En un nivel podemos estar disparando el láser de Starch en un tren en movimiento que nos obliga a buscar cobertura cuando pasa un rayo que nos noquea (no hay barra de vida, per se, sino que hay unas baterías que nos obligan a matar y recoger pilas para mantenernos vivos; sin embargo, si nos noquean perdemos todos los power ups, y tenemos que volver a cargar el poder de nuestra arma, una pérdida de tiempo inadmisible para amigos de las puntuaciones altas); en otro somos Cactus y avanzamos por un nivel sorprendentemente lineal, puntuado por unas torres que proyectan lásers en cuatro direcciones y que tenemos que esquivar mientras nos encargamos de los enemigos; en otro somos Aubergine y el diseño del nivel cambia constantemente, modificando su estructura y obligándonos a estar en constante movimiento, algo que encaja muy bien con el armamento del androide: Aubergine tiene como arma principal a Helo, un robot volador que se transforma en una suerte de drone con cuchillas, muy difícil de controlar pero terriblemente satisfactorio cuando lo mezclamos con el arma secundaria, una pistola de singularidades que crea agujeros de gusano útiles para atrapar a grupos de enemigos.

Incluso en los jefes, donde los patrones de balas más danmaku suelen obligar a tener una estrategia más definida para salir victoriosos (recordad: la batería se va acabando, y en los jefes normalmente recibimos pilas cuando hacemos una cantidad de daño; luchamos también contra el reloj), cada personaje es un mundo. Ahí también hay espacio para las aproximaciones diferentes: fue sensacional probar los dos primeros jefes con todos los personajes, porque con cada uno se abrieron nuevas posibilidades, nuevas formas de usar el armamento de manera creativa.

Es un arcade directo y generoso, uno de esos juegos en los que se ve disfrute simplemente paseando por los menús; la tienda de extras es una absoluta delicia, la colección de arte es formidable y el reproductor de audio, que nos permite escuchar uno por uno los distintos efectos de sonido y temas de la banda sonora, es un guiño a los videojuegos de antaño, pero también una muestra de amor propio que ayuda a darle a Assault Android Cactus una dignidad especial. Es una que el jugador nota, y en la que el juego nos involucra; hay juegos que me enamoran y me obsesionan, y normalmente son los que me hacen sentir que soy parte de algo. Assault Android Cactus es un juego amigo. Es uno de esos que te hacen pensar que los videojuegos son esto, aunque no sepas exactamente a qué quieres referirte. Los videojuegos son Assault Android Cactus. [9]