Battletoads

Resulta natural para los personajes de Rare tocar fondo, ser condenados al ostracismo o la bufonada. El nunca justamente valorado Banjo-Kazooie: Baches y Cachivaches empezaba con la otrora pareja estelar del superpopular plataformas de Nintendo 64 en baja forma, en sentido figurado (llevan años sin dejarse ver; parecen relegados al olvido) y literal: el tiempo que no han pasado de aventuras lo han dedicado a pegarse atracones de comida y televisión basura. Si el sentido del humor es una de las mayores señales de inteligencia, Rare es sin duda uno de los estudios más inteligentes que han existido; me atrevería a decir que ha sido el sentido del humor lo que ha mantenido a flote a un equipo que ha dado muchas vueltas en las no pocas décadas que lleva en activo.

Quizá os suene Battletoads. Quizá nunca hayáis jugado, pero probablemente sepáis que existe una serie de juegos que se llama Battletoads y que en algún momento, hace ya más de diez años, se popularizó en Estados Unidos una broma que consistía en llamar a GameStop preguntando si ya era posible reservar «el nuevo Battletoads». En cierto momento los dependientes dejaron de sorprenderse con la broma (es difícil explicar con precisión la manera en que los memes goteaban en 2007, en vez de aparecen de manera torrencial y en suficientes sabores como para apelar a todos los targets; en esa época la gente se agarraba a los memes como a un clavo ardiendo, y el incipiente YouTube ayudaba a alargar mucho su vida) y empezaron a seguírsela a los pranksters, y supongo que una cosa llevó a la otra y en 2018 se anunció «el nuevo Battletoads», una de las maniobras de desactivación de un meme más exhaustivas jamás llevadas a cabo.

Ese nuevo Battletoads existe, de hecho, y sorprendentemente es todo lo que tenía que ser: un beat ‘em up bastante competente y que sabe a la perfección que una parte de su propia esencia ya es la autoparodia, el meme, el no tomarse más en serio de la cuenta.

Como Banjo y Kazooie, Rash, Zitz y Pimple (así se llaman las ranas antropomórficas protagonistas de Battletoads; de eso sí que no te acordabas) empiezan este nuevo periplo con la popularidad muy mermada, hasta el punto de verse obligados a realizar otros trabajos (aceptemos que ir por ahí zurrando a todo lo que pillas es un trabajo) para subsistir: masajista, una, oficinista, otra, e incluso asistente de otro personaje de videojuego más popular, la última. (La escena en la que se ve a Zitz en una convención, acercándole fotos a un esqueleto de Sea of Thieves para que se las firme a una aglomeración de fans que hacen cola para conseguir un recuerdo de su ídolo, es tremenda.) De pronto, surge la oportunidad de salir ahí fuera y zurrar a lo todo lo que pillan; el resto es historia.

No es mi intención pasar por encima de la historia, que por fortuna está mucho mejor escrita de lo que habría necesitado. Casi à la Quantum Break, los niveles de Battletoads están puntuados por vídeos de animación del estilo de Adult Swim en los que hay tiempo incluso para minijuegos; la parte de los trabajos, por ejemplo, es uno de ellos. La proporción de cada una de las piezas (los vídeos, por un lado, los minijuegos, por otro, y por último los niveles en sí) es arriesgada pero funciona, y de hecho le da al juego un ritmo muy único; se desmarca con inteligencia de las experiencias más tradicionales de su género y también de las comparaciones, porque queda claro que los beat ‘em ups de recreativa están muy lejos de lo que busca recrear aquí Dlala Studios, la compañía encargada del desarrollo.

Es una proporción agradable porque la parte de los tortazos no solo no se rebela ante sus ancestros sino que llega a soluciones muy parecidas a las que han encontrado otros beat ‘em ups recientes y mucho más clasicotes, como Streets of Rage 4 o Fight’N Rage. El combate es más variado y exhaustivo que en los originales: los tres tipos de ataque, flojo, fuerte y aéreo, se pueden combinar de maneras intuitivas y fluidas y las habilidades de apoyo permiten controlar mucho mejor la arena, inutilizando temporales a enemigos escupiéndoles chicle o atrayéndolos hacia ti con la lengua. Como en los juegos que mencionaba antes, mantener el combo se convierte en uno de los objetivos más estimulantes; en comparación con, por ejemplo, Streets of Rage 4, aquí los tres personajes son más similares entre sí pero tienen la bendición de la agilidad: poder hacer dash incluso en el aire con los tres le permite al juego lanzar muchas más combinaciones de enemigos, generando situaciones de combate bien diferenciadas entre sí y que exigen prestar atención a cómo y cuándo va a atacar cada enemigo, e incluso tener en cuenta las particularidades del escenario para no caer en trampas o para moverte entre distintos planos. No es imprescindible, pero como maniobra avanzada es una gozada poder cambiar de personaje al vuelo, enlazando ataques de unos y otros para fulminar a los enemigos de la manera más óptima; hace falta conocer bien las posibilidades todo el elenco para conseguir buenas puntuaciones en cada sección.

Los Battletoads originales se caracterizaban por su elevada dificultad, y aunque esta nueva entrega es definitivamente más accesible no es un juego fácil; en el nivel normal se va haciendo más frecuente acabar por los pelos o incluso volver al punto de control de vez en cuando, y desde luego hace falta prestar atención y jugar con cabeza para avanzar, pero es un juego diseñado para ser terminado y no pone más barreras que las estrictamente necesarias. Conseguir buenas puntuaciones, recoger todos los coleccionables o terminar el juego en la dificultad más alta es otro tema distinto; alegra que el sistema de combate esté a la altura en todo momento, aunque personalmente el estilo visual del juego (idéntico al de las secciones animadas y formidable en movimiento: imaginativo, vibrante, expresivo) me parece un poco menos legible de lo que debería cuando se juntan muchos enemigos en pantalla. Las marcas con las que se te avisa de que te van a atacar son de agradecer, pero en algún nivel concreto parecen un parche colocado para poner un poco de orden en un caos difícil de controlar. (A una posible solución a este «problema» se puede llegar de forma orgánica, imagino, jugando con otra gente, compartiendo la pantalla y la responsabilidad de ocuparse de los enemigos; solo he jugado en solitario, pero entiendo que una parte importante de Battletoads está en el multijugador local, aunque todo esté pensado también para el single player.)

Se nota inteligencia también en el diseño de los necesarios niveles en los que el zurriagazo se sustituye por diferentes retos, otro clásico de la fórmula Battletoads que, para mi gusto, también mejora mucho en esta nueva edición. Los niveles en los que pilotas motos o te dedicas al plataformeo e incluso los puzzles integrados en las secciones más corrientes (quizá lo más metido con calzador de todo el juego, especialmente cuando repites un nivel que ya conoces) no llegan a destacar por mérito propio pero sí por los pequeños detalles: esquivar obstáculos sobre raíles no es lo más emocionante del mundo, sobre todo a estas alturas, pero los bonus de puntuación que consigues si arriesgas y esquivas en el último momento ayudan a hacerlo más interesante y te dan un motivo para no jugar de la forma más segura y aburrida, por ejemplo.

Hay detalles de este tipo por todo el juego; pequeños toques que le dan al diseño un dinamismo y una frescura suficientes como para sacar adelante un juego como este Battletoads, un proyecto que quizá no habría existido de no ser por GamePass (una plataforma con tendencia natural al relleno; tiene cabida la excelencia, por supuesto, pero la necesidad de tener un flujo de contenido constante no permite simplemente sentarse y esperar a que llegue) pero en el que Dlala y Rare han puesto mimo y buena cabeza. El resultado es un juego fresco y sin complicaciones que aun así se exige lo suficiente como para lograr un tono y un ritmo propios; una producción mediana que surfea el cringe de las cosas caducadas («siempre he dicho que no hay que traer de vuelta las cosas de los noventa», dice un personaje en el primero de los cuatro actos) con buen humor y habilidad. Que vengan más de estos; se juegan con mucho gusto.

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