Análisis de Bayonetta 2

Lo primero que hice nada más llegar a Noatun, la ciudad que estrenamos en el primer capítulo de Bayonetta 2, fue pulsar dos veces el botón de esquivar. Acto reflejo; después de tantos años jugando al primero, de alguna manera ese tipo de cosas me salen solas. (Con esta doble pulsación, por si alguien no sabe de qué hablo, te conviertes en pantera; una habilidad que permite que nos movamos mucho más rápido, y que hace que el ritmo del juego aumente considerablemente.) Aunque en el primer Bayonetta tardamos varios capítulos en activar la transformación en pantera, aquí la tenemos desde el principio; una concesión al jugador veterano que, tan pequeña como puede parecer, me pareció muy bonita, de muy buen gusto. Bayonetta 2 es un juego detallista con el que está de vuelta, con el que jugó y conoce bien la primera parte, con el experimentado; más que con el recién llegado, me atrevería a decir. Es un juego que mejora con el tiempo, con las vueltas, como el primero, y uno que da por supuesto que seremos nosotros los que querremos seguir explorando, seguir curioseando, probar cosas. Como el primero.

Por si no está resultando cien por cien evidente, aclaración: todo esto me encanta, y me parece la única solución feliz a la idea, suicida sobre el papel, de hacer una secuela del mejor juego de todos los tiempos.

Como el primero, otra vez, Bayonetta 2 es un juego que se recrea en el escenario abstracto, en la construcción fantástica; no tardamos demasiado en salir de Noatun y emprender un viaje alucinante por los lugares más fantásticos, donde a menudo ni se respeta ni se requiere la coherencia arquitectónica. Platinum acierta al dirigir los focos hacia el sistema de combate, hasta el punto de llegar a casi no depender siquiera de un escenario: me fascinan los combates aéreos por la maestría con la que hacen destacar el uno contra uno, por cómo delimitan las partes sirviendo de resumen y punto y aparte de lo que hemos ido viendo hasta el momento. Bayonetta 2 es el equivalente en hack and slash a un concierto de una banda que lleva décadas tocando: hacen que parezca fácil, aunque en realidad lo que estemos viendo sean años y años de práctica y estudio en acción, algo que está a mil millones de años de ser sencillo.

Aunque no pueda parecer así, el sistema de combate de Bayonetta 2 es bastante diferente al del primero; quizá no en las bases, pero sí en cómo los detalles alteran y matizan el tipo de enfrentamientos y su cadencia. A los ataques tortura se une el Clímax de Umbra, un nuevo uso de la barra de magia que parte de un concepto similar (liberar la energía que hemos conseguido enlazando ataques para crear algo espectacular) pero está más pensado para controlar a grupos, en lugar de centrarse en un único enemigo; es una adición que se siente bien durante la primera partida, por el evidente plus visual que las invocaciones descontroladas suponen, se empieza a comprender en la segunda y cobra sentido pleno en la tercera, cuando el último nivel de dificultad nos obliga a exprimir al máximo todas las herramientas que el sistema de combate ofrece.

No son pocas. Si queríamos profundidad, aquí tenemos dos millones de tazas bien cargadas: se mantiene intacto todo lo que tenía de orgánica la lista de combos, y de la mano viene ese dinamismo genial como de baile improvisado, otro de los ejes del juego. La referencia de la lista de movimientos sirve más de confirmación que de manual; la maestría con que están diseñados los combates (por cómo están pensados los enemigos, más que por su disposición en los niveles) da más importancia a los reflejos y al pensamiento ágil que a una ejecución perfecta única. Es un sistema perfecto, no se me ocurre otra palabra; tan perfecto que la recompensa por explorar los escenarios suelen ser más combates, versos (así se llaman las secciones concretas puntuables, los enfrentamientos por los que recibimos una medalla en función de nuestros combos, el tiempo en que hemos terminado y el daño recibido) escondidos y Muspelheims donde otros pondrían termos de café o registros de audio. Otro detalle que demuestra que Platinum lo tiene muy claro.

Son precisamente los Muspelheims lo más parecido a una decepción que me he llevado jugando a Bayonetta 2. Están menos escondidos que en el primero, algo que no está mal, pero también dejan de lado su condición de desafío de nivel alto: solo en una ocasión estuve a punto de dejar uno sin terminar, y en ningún caso nos piden forzar el combate hasta los límites que los Alfheims de Bayonetta. Aquí el reto está en conseguir Platino Puro en ellos, en lugar de llegar a comprender cómo demonios puedes cumplir siquiera los requisitos draconianos que el juego te pide, abrumadores y tan satisfactorios cuando te las apañas para hacer las piruetas sobrehumanas que te permitan mantenerte en el aire tanto tiempo, o eliminar a todos los enemigos con solo unos pocos puñetazos y patadas.

Sobre el sistema de combate de Bayonetta 2, en cualquier caso, se podría escribir un libro. Hace no mucho, jugando al primero después de unos meses de barbecho, comentaba con Pep que me parecía malo; una exageración evidente pero también una reacción normal, creo yo, cuando pasas del ritmo frenético del juego avanzado a la lentitud de una partida recién comenzada. Bayonetta 2 es más accesible desde el principio, pero explota con más fuerza cuando exploramos los niveles avanzados: la primera partida es un tanteo de lo que está por llegar, claro, cuando conozcamos ciertas armas y hayamos dominado algunos conceptos. Es imposible conocer más que una pequeña porción de Bayonetta 2 en una primera vuelta, en esa decena de horas que nos lleva desde el principio hasta el final de la historia. Un amigo me decía que estaba reiniciando cada capítulo si no conseguía Platino Puro; mejor tomarse la primera partida con calma, mejor dejarse llevar por el espectáculo pirotécnico y por las atracciones (las secciones del avión o el mecha, ya bien conocidas) y dejar la rigidez de la partida perfecta, por lo demás muy recomendable, para más adelante.

(Otro detalle: al contrario que en el primero, aquí, cuando elegimos saltar una escena cinemática, la opción seleccionada por defecto es Sí. Gracias por ahorrarnos ese segundo, Platinum.)