En los pocos meses que llevo con PlayStation VR he vivido un fenómeno curioso: me he descubierto a mí mismo bajando muchísimo el listón y jugando a cosas a las que, en caso de solamente estar disponibles en el formato tradicional, seguramente no habría dado una oportunidad. Juegos mediocres a los que la VR aporta algo especial que ayuda a olvidarse de sus puntos más flojos. La razón de esto pasa por la clase de cosas que aporta la realidad virtual como plataforma, por la manera que tienen de transformar la experiencia de jugar a videojuegos y las sensaciones, muy distintas a jugar en un monitor o pantalla, que produce.
Idealmente me hubiera gustado hablar aquí de cómo me he sorprendido ante todas estas facetas, de cómo he pasado de escéptico a converso convencido de que una buena parte del futuro de los videojuegos pasa por aquí. Por un salto tecnológico que, en realidad, es mucho más que espectáculo superficial y vacío, y que supone la suma de una serie de dimensiones (literalmente) que pueden enriquecer mucho el medio, si se aprovechan adecuadamente. El problema de adoptar un discurso así en un sitio como este —el análisis de un juego de una plataforma como PlayStation VR— es que corro el peligro de colorear con mi positividad las impresiones de un juego que, en realidad, me ha gustado solamente de forma moderada.
Blood & Truth nace como la escisión de una de las demos disponibles en PlayStation VR Worlds, esa suerte de cajón de sastre con el que se inauguró el casco y que servía como demostración técnica de lo que era capaz el nuevo hardware. Allí se podía jugar a London Heist, una suerte de cortometraje interactivo que canalizaba a Guy Ritchie para ofrecer una historieta de atracos en los bajos fondos sencilla pero efectiva. La demo se convirtió en el segmento más popular del paquete, con diferencia, y el entusiasmo que le rodeó sirvió de pretexto para que el London Studio se pusiera manos a la obra con un juego completo construido sobre los pilares que proporcionaba la demo.
En London Heist había tres partes bien diferenciadas, que Blood & Truth ha heredado casi en su totalidad. Una de cinemáticas, donde se nos desarrollaba la trama; otra de puzzles y pequeños momentos interactivos; y, finalmente, los tiroteos. Creo que había buenos materiales sobre los que trabajar para expandir London Heist y convertirlo en algo más grande, pero los problemas comienzan con la estrategia que se ha seguido para construir el juego, que consiste básicamente en ampliar y multiplicar las tres por igual. El equilibrio de London Heist funcionaba gracias a su brevedad, que servía para potenciar un ritmo que nos llevaba de una escena a otra sin pensárnoslo mucho, pero lo que resultaba eficaz en un juego de apenas una hora no tiene por qué funcionar, sin cambios, en un título de cuatro o cinco horas; esa es la cruz con la que, desgraciadamente, carga Blood & Truth. El resultado es un juego que debería haberlo apostado todo por la acción, el dinamismo y el placer directo, que no para de perder el rumbo y ponerse palos en las ruedas en forma de cinemáticas excesivamente largas e interludios interactivos superficiales y vacíos.
El primero de estos problemas podría haberse solucionado o como mínimo amortiguado si la narrativa construyese algo interesante, pero por desgracia la historia de Blood & Truth se resuelve en un guión flojo, cargado hasta arriba de clichés, que parece querer recuperar esa influencia de Ritchie apreciable en su antecesor, pero que desafortunadamente se queda en una de las de Jason Statham en horas bajas, probablemente Transporter 2 o The Mechanic. Nada demasiado grave si fuese capaz de reconocer sus limitaciones y asumir su papel de pretexto para la acción, pero por desgracia no es el caso. Blood & Truth tiene una obsesión desconcertante por obligarnos a prestar atención a cada línea de diálogo, cada escena de vídeo y cada detalle de la interpretación de los actores que han puesto cara a los personajes del juego. Todo esto termina cristalizando en una narrativa intrusiva, molesta, que insiste en ponerse en medio de los aspectos más divertidos del juego.
El asunto no mejora cuando Blood & Truth decide apostar por los interludios interactivos que mencionaba antes. Acompañando a las cinemáticas, o interrumpiendo la acción, es frecuente terminar atrapado en una de las largas y variadas secuencias donde el juego nos pide manipular objetos para continuar. Por ejemplo cuando llegamos hasta una mesa de mezclas en medio de una persecución y nos ponemos a toquetearla para hacer ruido, o cuando el juego nos hace visitar una supuesta exposición de arte que en realidad es una tapadera para meternos en una especie feria de atracciones de realidad virtual. Sobre el papel no parece mala idea diseñar momentos más ligeros para servir de contrapunto a la seriedad del guión y a las ensaladas de tiros, pero para que algo así funcione la clave está la moderación; por desgracia esta es una cualidad escasa en Blood & Truth. Estas escenas son demasiado largas, demasiado estúpidas y demasiado frecuentes, casi siempre planteadas al servicio del espectáculo superficial, del chiste fácil y de la tendencia permanente al gimmick mal entendido. Son escenas que podrían tener sentido en algo como London Heist, que buscaba servir de escaparate a las posibilidades del casco de VR, pero que aquí son difícilmente justificables, sobre todo en una concentración tan alta.
El último de los pilares, los tiroteos y la acción, son, por suerte, el aspecto que permite redimir las cualidades menos brillantes del juego. Cuando Blood & Truth apuesta por la acción es cuando proporciona los momentos más disfrutables del juego. A pesar de funcionar como un shooter on-rails de los de toda la vida, con una progresión lineal y altamente scriptada, la satisfacción que proporcionan los tiroteos unida al espectáculo de la VR consiguen crear momentos y situaciones divertidas. No llegar a ser brillante, pero hay suficiente creatividad y buen hacer como para dejarse llevar y pasar un buen rato. Incluso se consigue crear cierto espacio para la originalidad y algunas buenas ideas, como la posibilidad de cambiar de cobertura manualmente, elegir rutas por los niveles e introducir algún que otro puzzle que, aquí sí, sirve para dar esa dosis de variedad que el juego necesitaba, pero que el resto de aspectos no consiguen darle.
De Blood & Truth se sale con la sensación frustrante de haber jugado a un juego que lo tenía fácil para gustar, pero que insiste en meterse en camisas de once varas y apostar por sus aspectos más flojos. Me hubiese gustado poder recomendarlo como ese juego de tiros sencillo, satisfactorio y directo que esperaba de él, ese tipo de juego que no reinventa la rueda porque no lo necesita y no es lo que se espera de él. En realidad lo es, pero sus lagunas e irregularidades, su dirección difusa y confundida consiguen que a ratos sea difícil recordarlo. [6]
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No puedo estar más en desacuerdo. Tengo la ps4 vieja y psvr v2 y creo que hay que valorar el precio respecto a sus competidores. La definición de la imágen depende del juego (astrobot se ve genial, pero otros no tanto, la ps4 da para lo que da). Han sabido revivir los move (si no lo tenian pensado ya) de forma bastante digna, aunque si es bastante tara el hecho de que no tengan stick. Eso, y la falta de tracking de los move si te das la vuelta y los tapas de la cámara con el cuerpo. Pero insisto, el catálogo es bastante digno y a mi no me da ningún problema de funcionamiento la verdad…y juego varias veces al mes teniéndolas desde hace como un año…
Una pena que este blood and truth se haya quedado un poco en meh…igualmente habrá que jugarlo a ver que tal!
@justme
Vale, cambio el «no puedo estar más en desacuerdo» por un rebajado «discrepo un poco contigo»
A poco que se inventen un dual shock que puedas «partir en dos» para usarlo como mandos de vr, y que mejoren la resolución con ps5, para mi es el mejor casco calidad precio desde hace bastante tiempo 😀