Annapurna Interactive, una enorme editora independiente con enormes juegos a sus espaldas, tiende a cumplir con un excelente ojo a la hora de fichar desarrollos y estudios para continuar con un tono, que ya prácticamente se ha convertido en meme, caracterizado principalmente por títulos narrativos y emocionales —fuera de, cómo no, otros cuántos como Donut County o Wattam—. Parece claro que esta tónica continua con A Memoir Blue, que definen como una narrativa melancólica en la que veremos la historia de una campeona de natación llamada Miriam, con una infancia complicada y multitud de idas y venidas con su familia. A través de varias pantallas en las que habrá que interactuar con elementos del escenario para seguir avanzando, iremos recorriendo sus recuerdos acompañados de una estética preciosista en sus reminiscencias y con una atmósfera musical perfectamente medida para una experiencia tan presumiblemente emocional como esta.
Los problemas empiezan a llegar en el momento en el que cogemos el mando. Me gusta recordar el gusto de tocar, palpar y sentir el escenario con el que interactuamos y con los elementos llenos de fisicidad en sus mecánicas, pero en A Memoir Blue se siente que cada una de nuestras acciones es completamente insustancial a pesar de que está lejos de sus propias intenciones. La complicada relación entre Miriam y su madre, que tuvo que criarla sola y terminó convirtiéndola en una campeona con los inconvenientes que eso con lleva, es un tema interesante para explorar muy bien acompañado por una música emocionante y un acabado visual que acierta en su presentación. Sin embargo, es torpe a la hora de avanzar con su narrativa en los momentos más interactivos (y poco intuitivos), que parecen poco más que preludios a una serie de imágenes que, si bien ya sí nos cuentan algo, dejan muy poco para la imaginación.
Es necesario que existan experiencias narrativas pausadas, lentas y con unas mecánicas mínimas para que el jugador haga avanzar la historia sin mayor complicación, pero son precisamente las particularidades de este medio las que no se exploran lo suficiente. A lo largo del viaje de Miriam, aunque su caso sea muy particular, hay un sinfín de situaciones de su infancia y adolescencia con las que cualquier persona podría conectar, que mucha gente ha vivido y ver en la historia un reflejo de la suya, pero es muy difícil alcanzar ese nivel de empatía cuando te dan el mando para no ser partícipe de su narrativa.
La obra de Cloisters, encabezados por Shelley Chen, ponen empeño en contarnos este poema interactivo basado en experiencias de su creadora a través de una preciosa mezcla de elementos visuales a través del realismo mágico, nadando entre la realidad y la fantasía, pero las torpezas en su ejecución no pueden estar a la altura de la carta de presentación de A Memoir Blue. Es una pena, en realidad, porque la premisa y las bases de su atmósfera marcan un comienzo optimista que se termina desinflando de forma inevitable, y se empaña una buena historia que, probablemente, merecía más.
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es ver el trailer y saber que no puede ser más aburrido