Uno de los muchos iconos en el menú principal de Air Twister corresponde a la Guía de campo, una suerte de enciclopedia con descripciones sorprendentemente detalladas sobre el universo del juego y sobre varias de sus características. En la explicación del Modo Arcade –una modalidad «despiadada», leemos, «que solo se puede jugar con ajustes predeterminados»– se incluye también una cita firmada por el mismísimo Yu Suzuki: «¡Todo lo demás es un bonus!».

El mítico diseñador de OutRun puede permitirse una proclama purista de ese estilo, qué duda cabe, pero lo cierto es que su última creación parece obsesionada con «todo lo demás». Con cientos de desbloqueables, entre corazones para estirar la barra de salud, trajes y pinturas faciales, armas y power-ups para ralentizar el tiempo, Air Twister se pasa de frenada en su intento por cumplir el objetivo último de cualquier arcade: que nos tiremos cien horas –hay un logro que pide justo eso– con un juego que se termina en veinte minutos.

No puede ser una crisis de identidad, porque no hay sitio para la inseguridad en un título que tiene una lubina con alas como montura, banda sonora de Valensia y un «peinado que llevan las animadoras de Pepino Volador, un deporte exclusivo de AIR». Cuesta, sin embargo, no fijarse en las contradicciones y los lastres de un juego tan extraño, decidido y chocante.

Otra sorpresa: el iPhone (12 mini, en mi caso; de momento Air Twister es exclusivo de Apple Arcade) es el menor de sus problemas. Aunque también es posible usar un mando, el control táctil acaba funcionando más que bien. Sin stick virtual, la princesa Arch vuela y esquiva acercándose hacia la esquina de la pantalla donde uno coloca el dedo. El otro pulgar, el de los disparos, sirve para apuntar directamente o para marcar a un grupo de objetivos dibujando trazos en el móvil. Es un sistema efectivo y funcional, que llega a tener un toquecito rítmico por cómo alterna la función de cada mano –hablar de Técnicas Avanzadas es un poco excesivo, es más difícil de explicar que de entender, pero YS Net ha pensado en todo y tiene videotutoriales en su canal de YouTube. De hecho, son los enemigos los que no consiguen estar a la altura de las mecánicas; sus patrones de ataque son antiguos y repetitivos, los proyectiles van siempre a la posición que ocupábamos dos segundos atrás, de manera que el movimiento constante pasa de ser una prioridad a ser la única preocupación. Con la puntería desvinculada de las maniobras evasivas –al contrario de lo que sucedía en Space Harrier, After Burner o Panzer Dragoon–, el vuelo de Air Twister se interioriza de una forma más coherente, más actual, pero también menos intensa y divertida que en sus referentes.

Superado el impacto inicial por los cisnes y el chute nostálgico, lo cierto es que no hay mucho que decir sobre ese árbol de habilidades interminable, la maraña de menús y las fases de bonus con fuegos artificiales. Sí considero justo destacar un par o tres de jefes finales y una última fase, con cambio de estética y todo, que puede llegar a relacionarse con otras etapas en la trayectoria de uno de los grandes mitos del medio.

Y es que Air Twister es, por encima de cualquier otra cosa, el último juego de Yu Suzuki. Todo lo demás es un bonus. Importa poco que, lejos de ser un desastre absoluto, tampoco pase de la anécdota curiosa, de la anomalía simpática, en el currículum del japonés. Da igual que sea mejor que Shenmue III. Ni siquiera hace falta recordarlo como un desvío prescindible en el maravilloso viaje a ninguna parte de los shooter on rails.

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