En Alveole solo tenemos que pulsar un botón. Solo podemos saltar. Somos una figura atrapada en una rueda y, una vez puesta en marcha, no podemos hacer nada para pararla. Nuestra única opción es decidir cómo nos enfrentamos a los diferentes obstáculos que nos encontramos en el camino, siendo nuestros éxitos y tropiezos los que acaben de definir cada jugada. Estamos ante un título de puzles. Un juego minimalista en el que entramos sin saber qué se espera de nosotros ni qué debemos hacer para llegar al final. Denis Petrov y Emil Ismaylov saben sacar todo el partido de nuestra curiosidad, empujándonos sin contexto a un minúsculo universo en blanco y negro en donde la relajante música es la primera pista para entender que tenemos todo el tiempo del mundo. La clave es observar. Entender todo como un indicio de qué tenemos que descifrar.

Según nuestra disposición como jugadores, Alveole puede entenderse como un juguete curioso o como un juego filosófico. Como artefacto, el título nos invita a tocar, fallar y repetir con la única intención de ver qué es lo que sucede en la interfaz y descubrir cuál es nuestro objetivo. En este sentido, el título de Sometimes You puede recordarnos a una versión breve y contenida de Mu Cartographer, especialmente en las sensaciones que nos trasmite el primer contacto. Como juego, la manera en la que el diseño se relaciona con el fracaso y la forma en la que nombra a sus diferentes logros puede invitarnos a pensar que Petrov e Ismaylov tienen intención de hablar de la vida y la forma en la que podemos vernos a nosotros mismos al echar la vista atrás.

Es mejor entrar en Alveole sin saber absolutamente nada del juego. La propuesta, que dura bastante menos de una hora, se fundamenta en el placer de descubrir, en la satisfacción de acertar y en el profundo disfrute que genera ir comprendiendo la forma de pensar del juego para armar todas sus pistas. Con bastante tino, Alveole hace lo que quiere hacer y termina justo cuando tiene que terminar. Como nota negativa sus dos últimos logros. Una concesión que podemos perdonarle a la espera de que sus creadores sigan experimentando con los artefactos y el potencial de nuestra propia curiosidad.

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