En su tercera misión, Art Sqool te pide que dibujes «algo que cueste 35$». La descripción es intencionadamente ambigua, y no aclara si es el dibujo el que debe tener ese precio en el mercado o si tenemos que representar algo que tenga ese valor. Sea como sea, el resultado es el mismo: Art Sqool significa el arte y sus procesos creativos en base a unos parámetros objetivos y numéricos que pueden ser comparados y analizados de forma directa y aparentemente imparcial. El título experimental, creado como parte de una exposición performativa del artista Julian Glander, es en parte entretenimiento y en parte manifiesto. Humor absurdo que ataca a todo y funciona como un ranteo disfrazado con amables colores pastel. 

No estamos precisamente ante un juego sutil, pero sí ante uno muy corrosivo. El profesor encargado de educarnos en esta escuela de arte ficticia a la que acabamos de entrar no es una persona con sensibilidad y pasión, ni tiene un método de enseñanza que esté abierto a matices. Se trata de una IA. Un programa capaz de asimilar teras y teras de «arte» y usarlo para proporcionar «críticas constructivas» que nos ayuden a mejorar. Cada vez que le presentamos un dibujo, nuestro profesor evalúa una serie de parámetros —desde el uso de la línea y el color a la composición— y nos adjudica una nota final que proviene de la media numérica. Art Sqool, que quiere hablar específicamente de la crítica y la enseñanza dentro del mundo del arte, parece detenerse aquí un instante a avergonzar a aquellos que siguen enfrentándose a la crítica de videojuegos como si estos no fueran más que la suma de sus partes. Y ver el ácido salpicar nuestra pantalla es satisfactorio. Aún más que perderse dentro del propio juego.

Que Art Sqool fuera creado, antes que nada, como crítica y performance pasa factura a la hora de disfrutar de la experiencia a solas y de manera descontextualizada. El juego no admite margen para el calentamiento, lanzándonos una y otra vez a sus escenarios oníricos, paleta en mano, para cumplir con las diferentes tareas, mientras exploramos el entorno para «crecer como artistas» buscando colores y pinceles escondidos por doquier. Jugando a solas, con todo el tiempo del mundo, es fácil entender la manera de evaluar del juego y conseguir la máxima puntuación haciendo el mínimo esfuerzo. Efectivamente, eso es parte de la crítica, pero es fácil pasarlo por alto hasta que analizamos personalmente nuestra «galería» (los dibujos que hacemos quedan guardados a parte) y la comparamos con las de los demás.

Ser «bueno» en Art Sqool pasa por optimizar nuestras escasas herramientas y comprender de manera sintética la tarea que tenemos que realizar. Así, cuando el profesor nos pide que dibujemos una corriente de agua, debemos ir en busca del color azul, desbloquear el tono blanco y obtener el pincel que permite hacer el efecto espuma. Por muy mal que se nos dé representar el río o el mar que hayamos imaginado, por muy feo o poco inspirado que esté nuestro cuadro, la nota será alta al reflejar lo capaces que somos de ajustarnos a las órdenes. De la misma forma que el sistema educativo evalúa que seas capaz de contestar a una pregunta, de una forma concreta, y en un contexto determinado (un examen), en lugar de comprobar si realmente hemos realizado un proceso de aprendizaje, el juego nos recompensa por hacer exactamente lo que tenemos que hacer y nos penaliza por llevarlo un paso más allá. De forma paradójica, eso es lo que ha hecho mucha gente. 

La comunidad online de Art Sqool está formada por auténticos artistas que, en la piel de Froshmin, quieren demostrar lo que valen. Esta es, sin ninguna duda, la vertiente performática de la propuesta de Glander. Los jugadores más talentosos no dudan en compartir sus creaciones y acercamientos particulares a las asignaciones del profesor, en muchas ocasiones acompañadas de las bajas calificaciones obtenidas. El juego llega aquí a su auténtico final, separando, gracias a los jugadores, la enseñanza y sus resultados in game, del proceso de creación artística y su apreciación, que se produce en el mundo real.    

Es ~divertido~ (sea lo que sea lo que significa eso) jugar a Art Sqool. Objetivamente, y en especial en Nintendo Switch en donde los controles están mucho más refinados, puede ser muy relajante. El universo blando, de inspiración vaporwave, creado por Glander es sencillo y agradable, por lo que moverse por él sin pensar demasiado ya es una experiencia que resulta reconfortante. Aún así, el juego es mediocre al jugarlo y brillante al recordarlo. Julian Glander se ha guiado por sus intenciones comunicativas y el público ha respondido, incluso sin darse cuenta, reforzando su propuesta. 

En la mayoría de los análisis de Art Sqool, tanto en los publicados en medios de videojuego como en los que han llegado a revistas centradas en el mundo del arte, suele llegar un momento en el que hay que debatir si todos los juegos son o no arte o si el medio debería aspirar a eso. No quería participar en esta conversación, pero me siento obligada. Creo que Glander dice lo suficiente en el título y en este caso, que coincido, no me importa repetirlo: ¿Qué más dará más dará si los videojuegos son arte si no estamos abiertos a una valoración artística?

[ Sería irónico poner aquí una nota numérica, ¿verdad? ]  

Redactora
  1. AndresBaez

    Marta porfa, para de escribir artículos bolivarianos que se me están acumulando los por leer y querría ver a mi familia el fin de semana.

  2. Juan Puig

    Una cosita vení a decir yo. ¿Esto no es el mejor «juego» de la historia? La puta canción, ¿HOLA? «AAAAARTTT SCHOOOOLLLL»… Estoy epatado.

    Gracias, Marta, por enseñarnos esto.

    Editado por última vez 2 diciembre 2020 | 15:32
  3. EsGuille

    Una cosa… esto es de switch y es de dibujar… HAS USADO LA PANTALLA TÁCTIL!?!?!?!?! 😨😱

    1. ivanen_10

      @guille74
      En mi caso la pantalla táctil ha sido el 100% del juego porque, aunque se puede jugar sin pantalla táctil, creo que es un suplicio y más si tienes drift en los joycon.