Un análisis de Castlevania Dominus Collection

Con una sonrisa y en silencio

M2 corona su colección de colecciones de Castlevania con un repaso a la trilogía de Nintendo DS; un vistazo agradecido acompañado de una sorpresa formidable.

Cada generación de consolas tiene sus Castlevania y cada generación de personas recuerda con más cariño unos u otros; a mí me tocaron los de Nintendo DS, que me pillaron en el momento perfecto para disfrutarlos de manera obsesiva. Con el tiempo y las partidas, como creo que es más o menos inevitable, me he acabado rindiendo ante Super Castlevania IV, Symphony of the Night o incluso la primera entrega, icónica y rompedora; pero ha sido un auténtico placer volver a esos otros Castlevania «menos jugados», vía las varias colecciones que Konami ha ido lanzando los últimos años, para comprobar que muchos de esos juegos menos conocidos y prestigiosos que los grandes clásicos de esta mítica saga siguen siendo más que aprovechables, cada uno con sus ideas y sus propuestas, que a menudo van más allá de simplemente imitar o repetir las claves de sus «hermanos mayores», esos que acumulan el prestigio y que suelen dejarse caer, merecidamente, por las listas de mejores juegos de todos los tiempos.

La reciente Castlevania Dominus Collection, así, me toca cerca: más allá de su posición dentro de la idiosinvania de la serie, los juegos que reúne esta colección llegaron a mi vida en un momento en ese momento de muchas vidas, no de todas, en que se daba en mí una mezcla perfecta de hambre, pocos escrúpulos y tiempo libre. La propuesta es tan sencilla y directa como ha sido el caso en todas las recopilaciones de Castlevania: se ofrecen en un mismo paquete Dawn of Sorrow (2005), Portrait of Ruin (2006) y Order of Ecclesia (2008), los tres Castlevania de Nintendo DS, con el polémico Haunted Castle, originalmente publicado en recreativas en el 88, como pequeño regalo; es un juego que quizá sea mejor recordar por su disparatado flyer norteamericano, verdaderamente magistral. Sin hacer mucho ruido y como sin querer darle importancia, también está ahí, en la sección de extras, Haunted Castle Revisited, sobre el que merecerá la pena hablar un poco más a fondo.

No creo que haga falta saber mucho más para entender la propuesta de valor de esta colección; sin entrar en mucho detalle, los tres juegos que la protagonizan son todos suficientemente sólidos como para merecer un poco de atención, sobre todo si te interesa Castlevania o tienes esa afición por los metroidvania que ahora es mejor llevar en secreto, para evitar que se te acuse de colaboracionista. Son, además, los tres últimos Castlevania «clásicos» y principales desarrollados por Konami; la propia compañía ha hablado sobre cómo el estilo visual de Dawn of Sorrow y Portrait of Ruin, menos oscuro y afilado que el de otras entregas, quería ayudar a hacer la serie más amable para un público joven, y en ese sentido la vuelta a un estilo más oscuro en Order of Ecclesia puede verse como, en cierto sentido, un último intento de insuflar vida a una serie que en 2008 ya se movía más lenta, quizá lastrada por su propia historia: incluso a nivel estructural hubo una ruptura en Order of Ecclesia, con un mundo más amplio, expansivo y horizontal, organizado alrededor de «mapas» a los que se accede a través de un overworld, algo que no es inédito en Castlevania pero que quizá es una prueba de que con el paso de los años la identidad de la serie de había diluido un poco. Ya no bastaba con hacer buenos juegos, sin más; hacía falta que Castlevania volviera a ser un evento, como pasó con Lords of Shadow, desarrollado por el estudio madrileño MercurySteam y con Hideo Kojima como productor.

Estos tres juegos de Nintendo DS definitivamente no fueron un evento; pero sí son testimonio de una Konami que todavía tenía cierto nombre entre el público más tradicional, que en aquella época posiblemente no fuera tan amplio como para darle a estos Castlevania en 2D el impulso que podrían haber tenido. Hoy no es difícil verle virtudes a estos tres action RPGs que, siguiendo la estela de Symphony of the Night, saben integrarse en la historia de la serie a través de los numerosos trucos mecánicos y narrativos con que le dan giros y meneos, algunos grandes y otros pequeños, a una fórmula tan reconocible que en cierto momento la llegamos a llamar «Igavania»: a través de ítems y personajes, de guiños en la banda sonora o en el diseño de niveles o incluso extendiéndose más allá de los títulos de crédito a través de Nuevas Partidas Plus que cambian radicalmente la forma en que te aproximas al recorrido original sin apenas alterarlo. Son juegos llenos de ideas interesantes, y también de tropiezos que parecen impropios de una saga por lo demás plagada de imperfecciones, y quizá mejor por ello; en ese sentido, estos ports de M2 no buscan «mejorar» en modo alguno los originales, sino sencillamente ofrecer versiones tan fieles a las originales adaptando los juegos a la configuración más estándar que tenemos en las consolas actuales: a falta de pantalla táctil, los juegos se resuelven con una combinación de mecánicas adaptadas (los trazos para los sellos en Dawn of Sorrow, por ejemplo, se han reemplazado por quick time events) y el apaño de hacer aparecer, usando el stick derecho, un cursor en pantalla que simula la imponente presencia del stylus de DS. Algunas veces funciona mejor que otras (en el Sisters Mode de Portrait of Ruin, en el que se usa la pantalla táctil todo el rato, se echa de menos la opción de toquetear; en Switch o Steam Deck es posible hacerlo, de hecho), pero en general las adaptaciones de M2 son tan respetuosas con las sensaciones que buscaban los juegos originales como es posible en cada caso.

La misma buena mano, más que un cariño o una devoción excesivas, se ve en el ya habitual, y no por ello menos sorprendente, trabajo de M2 a la hora de presentar los juegos de la manera más completa y flexible posible. Los tres juegos principales se pueden jugar en versión japonesa, americana o europea (y coreana, en el caso de Order of Ecclesia); se pueden configurar distintas configuraciones para las tres pantallas del juego, la principal, la del mapa y la que muestra información sobre tus personajes o los enemigos, y durante la partida puedes hacer cambios al vuelo pulsando Select; los controles se pueden modificar a placer; puedes parar y rebobinar la partida en cualquier momento, cambiar el color del fondo, ajustar el volumen de cada elemento de manera más granular que la que permiten los juegos originales. Cada título tiene su Compendium, un listado similar al que se incluye in-game pero con más información sobre stats, precio o, en el caso de los enemigos, qué ítems o almas tácticas o glifos sueltan y la rareza del drop, todo ello enlazado entre sí para poder consultar fácilmente la información detallada, con vídeos incluidos de las animaciones de cada ataque o habilidad. M2 nos ha acostumbrado, y da la sensación de que ellos mismos así lo consideran, a que este nivel de detalle sea lo mínimo que esperar de sus recopilaciones, hasta el punto de incluir hotkeys y atajos incluso para cerrar la aplicación desde los juegos sin necesidad de pasar por el menú principal; da gusto explorar una recopilación como esta, llena de rincones y recovecos absolutamente innecesarios hasta que les dedicas un tiempo y empiezas a no poder vivir sin ellos. No llega al nivel de otras reediciones de M2 (en otros de sus juegos, como el reciente port de DoDonPachi DaiOuJou, las opciones de sonido incluyen un ecualizador de diez bandas además de los habituales sliders de volumen), pero sí está todo lo que necesitan y piden, y más, los tres juegos principales de la colección.

Mención aparte merece, como decía antes, la pestaña dedicada a Haunted Castle, que se presenta como un extra, un regalito, un aparte por el que quizá pasarte, si eso, cuando tengas un rato o te aburras o busques sacarle el máximo partido a tu compra. Seguramente esa discreción casi cómica sea lo que hace que Haunted Castle Revisited, que por momentos podría considerarse casi un nuevo Castlevania desarrollado por M2 para esta colección, deje un sabor de boca tan positivo. Es, sí, una reimaginación completa del Haunted Castle original, que va mucho más allá de ser un simple remake y se atreve a rediseñar el juego entero, ampliándolo y modificándolo en la medida en que considera oportuno para darle nueva vida a los seis niveles, con sus correspondientes jefes finales (muy mejorados también respecto a los originales, Drácula incluido), de este arcade. Quizá se note aquí la experiencia de M2 con la serie, que conocen no solo por las colecciones (las anteriores también son suyas) sino también por otra reimaginación: en 2009 publicaron en WiiWare Castlevania: The Adventure ReBirth, que echaba la vista atrás para hacer un ejercicio similar al de Haunted Castle con el primer Castlevania de Game Boy. Más que un extra, así, Haunted Castle Revisited es el cuarto gran juego de esta Dominus Collection: en un trabajo mucho más ambicioso de lo que su discreta posición fuera de los focos puede sugerir, y una pieza muy interesante para fans de la serie que quieran ver cómo se puede recuperar un clásico como Haunted Castle (infame por mezclar una presentación bastante impresionante con un diseño francamente insoportable, en el que los momentos más desesperantes de los classicvania muestran su cara más feroz e intransigente; pensar en jugarlo hasta el final echando monedas da auténtico miedo) para hacerlo accesible y disfrutable sin que pierda su esencia.

Con todos estos ingredientes, la Castlevania Dominus Collection es un colofón genial para la trilogía de recopilaciones con la que Konami ha recuperado una parte importante de los juegos que componen una de sus sagas más queridas y respetadas. Son tres de las recopilaciones que más he disfrutado en los últimos años, con sus grandes títulos y con sus rarezas, de Kid Dracula a este Haunted Castle Revisited con el que M2 pone la guinda a un recopilatorio, el de los Castlevania de Nintendo DS, que tiene algo de crepuscular por lo que significa dentro del canon de la serie: tres juegos en los que Konami ya dominaba su fórmula con una soltura que les permitía retorcerla y malearla. Son juegos con asperezas, desarrollados rápido (entre Dawn of Sorrow y Portrait of Ruin pasaron quince meses; entre ese y Order of Ecclesia, veintitrés) pero sin tiempo que perder, con un diseño exhaustivo y que siempre busca nuevas maneras de que los recorras de varias maneras, con algunas costuras a la vista pero a los que el tiempo, me da la sensación, ha tratado bien, más aún cuando se ofrecen en un paquete tan bien presentado como este. Puede que Konami peque últimamente, sobre todo fuera de Japón, de depender un poco más de la cuenta de su pasado; pero hay que reconocer que tiene un pasado que, a falta de otra cosa, merece la pena recordar.

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