Cuentan los creadores de Chuchel que les gusta titular sus juegos con palabras de su idioma, el checo, que evoquen ideas relacionadas con el juego. La trilogía Samorost es un magnífico ejemplo de esto: «samorost» es un hermoso término que se utiliza para describir un objeto que fue creado exclusivamente por los efectos de la influencia de la naturaleza, y para ilustrarlo muestran la foto real de un árbol cuyo tronco ha crecido con extrañas deformaciones, dando como resultado la silueta de lo que parece un extraño y majestuoso animal de cuatro patas. Los tres Samorost exploran esa sensación, la de la fascinación ante los milagrosos caprichos de la naturaleza. ¿Y qué significa «chuchel»? Pues, siguiendo esa estupenda costumbre llena de amor por la lengua materna y de recrearse en el poder de evocación de las palabras, Amanita Design ha acertado de nuevo con un vocablo que incluso traducido al español funciona como ellos quieren aunque no sea precisamente el colmo de la elocuencia: «chuchel» significa «pelusa».
Y, efectivamente, en Chuchel controlamos a una pelusa. Una pelusa impaciente, egoísta, orgullosa, perezosa y a veces mezquina cuyo único objetivo en este juego es hacerse con una apetitosa cereza que le ha sido arrebatada por Kekel, una suerte de rata escurridiza («kekel» en checo significa «asqueroso») empeñada en huir con esa fruta y poner en los más locos aprietos a su rival. Dividido en sketches independientes entre sí, el juego utiliza esta persecución como eje para presentarnos a toda una fauna de criaturas surrealistas de extraños hábitos, y para hacer al protagonista interactuar con ellas y experimentar reacciones cómicas, escarmientos graciosos y situaciones del todo hilarantes. Chuchel pulsa con mucho cuidado un interruptor en una pared y, al ver que no sucede nada, empieza a pulsarlo más veces de manera frenética, esperando que se encienda alguna luz o se abra algún agujero para seguir avanzando, hasta que se cansa y se detiene, y es entonces cuando una enorme pesa negra cae del cielo y lo aplasta. Es una manera perfecta de empaquetar en una sola escena la esencia el juego: la curiosidad, la interacción, la curiosidad aún mayor, la sorpresa ante lo absurdo y la comedia inherente al pequeño desastre.
El ingrediente especial que Amanita suele añadir a su ya brillante animación, y que en este Chuchel está a un nivel espectacular, es el sonido. Como ya viene siendo costumbre en los juegos de este estudio, el duo checo DVA pone la música y los efectos, que encajan como un guante en cada cosa que sucede en pantalla. El minimalismo electrónico con grandes trazos de música primitiva acompaña a la perfección a las voces de los muñecos, apropiadas en cada caso a su forma y su actitud, y yo diría que en muchos sketches multiplican el valor cómico de la escena. Se nota la influencia del sonido que acompañaba a las animaciones de Terry Gilliam en El circo ambulante de los Monty Python, y en algunos momentos en que los personajes dicen frases en un idioma inventado de garabatos orales uno se acuerda de series como la suiza Pingu o la indonesia Larva, donde el audio es una parte esencial y quizá el añadido más reciente a la fórmula del slapstick. El gritito agudo silenciado por un aplastamiento o una bofetada tienen reminiscencias de otro pequeño clásico del humor animado con el que Chuchel guarda cierto parentesco como son las aventuras de la ardilla Scrat y su bellota en los interludios de la película Ice Age.
Si uno ha jugado otros títulos de Amanita sabrá que todos ofrecen una mecánica sencilla que conecta de lleno con algo que podríamos llamar el protojuego, esos primeros impulsos naturales que tiene un bebé cuando se le ofrecen figuras luminosas o coloridas al alcance de su mano. Esa curiosidad simple y directa, que luego se desarrolla en aprendizaje o en actividades de recreo más sofisticadas, está en la esencia misma de Chuchel como también lo estuvo en Botanicula: aventuras gráficas basadas en pulsar cosas en pantalla para ver qué sucede, interactuar con elementos en orden distinto para provocar diferentes resultados, descubrir qué tipo de relación espontánea se genera entre el protagonista y otro personaje, resolver puzles sin agobios y experimentar hasta haber desencadenado todas las reacciones chifladas y consecuencias disparatadas que sus autores han escondido en ese episodio. Quizá la gran diferencia entre los dos juegos de Amanita es que Botanicula nos recompensaba con hermosos coros de bichitos cantarines y hermosas configuraciones de colores y diseños majestuosos, apelaba a la belleza; y en cambio Chuchel prefiere evitar cualquier tentación de volverse petulante y snob, así que se lanza tortazo jocoso y a la efervescencia lunática de unos dibujos locos del sábado por la mañana.
Y ni siquiera con eso está satisfecho el juego: en Chuchel, sus autores exhiben sus típicas composiciones de objetos clicables con rompecabeza simples e incluso de escenas donde la interacción es mínima, y las alternan con coqueteos con lo arcade, con mecánicas que imitan dinámicas bien conocidas como la de Flappy Bird o incluso homenajean a juegos clásicos como Pac-Man, Tetris y Space Invaders, introduciendo la comedia física dentro de abstracciones de una manera brillante a pesar de sus ambiciones humildes.
Con la misma determinación con la que Chuchel saca de su nave a un alienígena gordo atascado en la escotilla de su platillo volante tirando con fuerza de sus antenas, el juego se agarra inmediatamente al diafragma del jugador y le arranca todo un espectro de risas de variada intensidad. Su brillante humor físico funciona a un nivel tan profundo que uno no puede evitar la carcajada en multitud de sketches del juego, no importa cuánto intente resistirse uno: el cuerpo se rinde como si se tratase de cosquillas. Como una pelusa enloquecida, una chuchel, correteando por el alma. [9]
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Ostras si ya me hacen gracia los Gifs, este cae. XD
Esta fuertemente en deseados.
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A LA REDENCIÓN
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A LA REDENCIÓN
Nos han subido hasta el IVA de los chuchel
Amanita son lo mejor.
Checho checho.
Estoy haciendo un juego con un compañero que se llama Doodle. Amistosamente lo llamamos «Chuchel». Le han puesto un nueve a mi juego en Anait y aún no ha salido. Voy a la cama a llorar de emoción y este finde monto una fiesta que arde toda Españita.
Me encantó Botanícula. Me frustró Machinarium.
Chuchel me parece una gozada a simple vista. Además creo que es más que probable que tire en mi Macbook de hace seis años. Así que estupendo.
La presentación del juego fue una de las cosas más delirantes que recuerdo. el encargado de la presentación se pasó más de la mitad del acto poniéndonos montajes de Chuchel super locos y graciosos mientras nos reíamos sin que nadie entendiera nada. Visto lo visto, fue la mejor carta de presentación para el juego.
«(…)va subir el iva de los chuchels.» Rajoy visionario, como siempre.
El de la guitarra es lo mejor del mundo
Uy, para Android, genial. Jueguecito de buen humor como decía Pep del UFO.
Pero que bien hecho está, grande Amanita.
Todo lo que veo, oigo y leo de este juego me encanta.
Advertencia necesaria: se pronuncia «JUJEL»!
Ameniza Design. Me encanta en rollo de esta gente, tarde o temprano va a caer.
Va a caer para android!
Cuando vuelva a salir el tema de los juegos en dispositivos móviles, pensemos en esto, en Florence, en Monument Valley o en Sunless Sea antes que en Candy Crush.
Me parece una delicia poder jugar a esto en el iPad.
debe estar brutal, cae seguro.
pd: que forma de escribir más engorrosa oiga, he aguantado un párrafo
Me ha gustado mucho el texto, @pinjed
Mis dieses
Long live Amanita!