«Aquellos que bailan son considerados locos por quienes son incapaces de oír la música», decía George Carlin. El imprescindible cómico neoyorkino hacía algo más que humor con sus monólogos: hacía filosofía. Y por tanto la frase sobre la música no era más que una brillantísima analogía sobre el juicio, la percepción y la capacidad de escuchar y comprender. Pero también podría tomarse literalmente: ¿cuántas veces habéis oído la frase «eso no es música ni es nada»? Es la desacreditación total: acusar a una música, no ya de ser mala, sino de ni siquiera merecer el sustantivo de música. Cosmic DJ lucha contra este integrismo completamente gilipollas, esa especie de asertividad mezquina, y lo hace con pequeñas historias de empleados aburridos que forman bandas de electrónica, parejas de enamorados y —que dios nos bendiga a todos— un corgi con un jetpack.
En Cosmic DJ somos exactamente eso, una suerte de deidad pinchadiscos que se encarga de surtir a los mortales de diversión y «sweet jams» utilizando su talento divino para montar melodías y una red de «jamtennas» con la forma de un tres y un pico (<3) que emiten el musicón vital por todo el cosmos. El tinglado se jode el día en que un DJ sin talento lanza sus malas vibraciones y estropea las antenas musicales del amor. Nos tocará repararlas resolviendo un problema por antena con lo que el narrador, que por cierto es maravilloso, llama con una reverberación sobrehumana «el poder de la música».
Puestos en faena, Cosmic DJ nos ofrece en cada nivel una base prestablecida y seis instrumentos predeterminados para componer una canción. Hay dos métodos para hacerlo: el simple, asignando cuatro botones a cuatro teclas, como un antiguo sintetizador en el que grabar nuestras secuencias y que se vayan repitiendo; y el complejo, una retícula con la que tenemos un control absoluto sobre el tono, la intensidad y el ritmo de cada instrumento sin necesidad de depender de nuestro pulso. Y aquí empiezan los problemas: lo preestablecido en un juego que nos propone crear algo debería estar bajo mínimos, sin embargo Cosmic DJ nos quita esa libertad. La base de cada canción es inalterable, los seis instrumentos son los que hay, y es casi obligatorio utilizarlos todos para rellenar la barrita que nos garantiza pasar al siguiente nivel. Es como si el juego se estuviese conteniendo de algún modo, como si no se fiase mucho de la capacidad del jugador para componer melodías, y uno acaba teniendo la sensación de que cada nivel de Cosmic DJ soporta cierta cantidad de combinaciones musicales, un número limitado de canciones y ni una más. No he tirado de aritmética pero seguro que son decenas de miles, y aun así uno echa un vistazo a FRACT OSC y su jodido estudio musical incorporado, un sintetizador completo escondido en las tripas, y la comparación se hace tragedia.
Para Cosmic DJ esa comparación probablemente ni exista. Es un juego poco ambicioso que celebra la música y la diversión, pero con un precio de 3 euros deja claro que ni puede ni quiere competir con nadie. Sus mecánicas no presentan ningún tipo de desafío (la barrita se llena por el mero acto de añadir sonidos a la secuencia), su duración es de poco menos de una hora, y ni siquiera ofrece algo parecido a un buen sandbox musical donde uno pueda diseñar sus locuritas. Eso sí, la versión de iOS tiene mucho sentido por aquello de usar el secuenciador dando golpecitos a la pantalla y además nos deja subir nuestras creaciones a SoundCloud, que está muy bien.
El juego de Gl33k bebe más de su propia simpatía, de sus historietas con gráficos retronostálgicos de psicodelia, arcoiris, lásers y perritos voladores, y de su genial narrador, una especie de Andrew W.K. sintético con un bajón de azúcar, que de una propuesta fresca o estimulante para los amantes de la música electrónica. Cuesta lo que dos cafés con leche y dura lo que tardas en tomarte tres, y quizá por eso sea un entretenimiento estupendo para trayectos en metro o domingos de digestión soleada en el campito. Eso sí, por favor, con los auriculares puestos. [6]
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Te aplastare con mis zapatos de claque.
@pinjed adaptando canciones de nuestra memoria colectiva a los análisis de Anait desde 1979 (en este caso un clasicazo el de los Siniestro Total).. gracias a tu análisis otro juego que no cataré ni con el mejor de mis pedos.. aun así, jrasias por el análisis… pinjed podcast ya!! jajaj