El mayor de los defectos y la principal virtud dentro de los juegos de Hidetaka Suehiro son, en realidad, la misma cosa: nada es lo que parece o, dicho de otra manera, nada funciona como suponemos que debe funcionar. El peligro es que el creador deja a nuestra imaginación decidir qué es intencional, qué es un error y qué elementos forman parte de un chiste que, de todas maneras, podemos elegir ignorar. Analizar Deadly Premonition 2: A Blessing in Disguise supone tomar una serie de complicadas decisiones subjetivas sobre qué es arte y firma autoral frente a qué tipo de cosas no estamos dispuestos a tolerar como jugadores. Y en este sentido, me toca empezar. Esta es mi apuesta: El feísmo del juego se busca a conciencia mientras que el framerate es un defecto que nos impide disfrutar. Puedo seguir; los chistes fallidos son parte de un tono consciente mientras que las numerosas pantallas de carga no son más que un parche para un mundo abierto que no puede ni arrancar. En Deadly Premonition 2 todos son luces y sombras. No las de un asesino y las del agente que lucha por atraparlo, sino las de un creador con una visión muy rígida frente a un público que puede no estar del todo preparado para aceptar la propuesta. 

Deadly Premonition 2 comienza en el presente, con la agente especial del FBI Aliyah Davis y el analista de datos Simon Jones interrogando a un decrépito Francis York Morgan en su sucio apartamento bostoniano. Algo le ha pasado al York que conocemos. Algo muy malo. El brillante detective sigue teniendo lo que parece ser un trastorno de personalidad disociativo pero, en lugar de dirigirse a nosotros, a aquel ente que identifica como Zach, ahora habla con una especie de hada invisible (su hada) que parece tener mucho que ocultar. El York del 2019 no parece ser el mismo. Si el personaje protagonista del primer juego y el que veremos posteriormente en los flashbacks de esta continuación parece una especie de agente Cooper aún más extraño y pasado de rosca, el que conocemos en el 2019 quiere ser —incluso físicamente— una versión exagerada de Rust Cole, el personaje que Matthew McConaughey interpreta en la primera temporada de True Detective. Como Cole, York parece haber envejecido prematuramente a causa del trauma derivado de ese caso que nunca pudo cerrar. Al igual que el personaje de True Detective el agente York es sospechoso de haber cometido él mismo los crímenes pero, de la misma forma, está demasiado obsesionado con las respuestas como para situarse en una posición de seguridad.

Desde el punto de vista de la narrativa, resulta curioso y satisfactorio ver cómo Swery integra en esta segunda parte nuevos referentes del noir a la vez que mantiene y profundiza en el lore ya establecido. Si la clave para entender el primer Deadly Premonition pasaba por haber disfrutado con Twin Peaks —serie en la que el desarrollador se inspiraba a la hora de establecer el tono del juego y la intencionalidad de la obra— aquí bebe de True Detective a la hora de crear su estructura y de introducir elementos fantásticos. Además, Suehiro utiliza el gótico sureño (la serie Heridas abiertas por poner un ejemplo) como revulsivo sobre el que desarrollar su sentido del humor y como base para jugar con nuestras expectativas. Deadly Premonition 2 amplía con tino el universo de la primera parte utilizando la autoconciencia de York para señalar los tópicos de estas historias o sorprendernos en partes concretas de la trama. Uno de los elementos más importantes de la historia es que, gracias al interrogatorio que realizamos en el prólogo, ya sabemos bastantes cosas sobre la resolución del caso y, por tanto, nos resulta más sencillo dejarnos llevar por los personajes y alejarnos un poco del supuesto misterio y el asesinato que pone en marcha la historia.  

Mientras que el interrogatorio a Francis York Morgan se desarrolla en Boston, nosotros somos testigos de lo acontecido en la ciudad de Le Carré, en Luisiana, 14 años antes. Estando de vacaciones, (o eso es lo que parece) York termina involucrado en la investigación sobre la muerte de una chica adolescente, hija de un prominente hombre de negocios de la ciudad. Gracias a nuestro monopatín podremos explorar Le Carré tanto para recopilar pistas como para ayudar a los vecinos con sus problemas y dificultades. Pero aunque la presentación de las mecánicas puede dar a entender que tendremos a nuestra disposición un mundo libre y abierto, lo cierto es que la jugabilidad de Deadly Premonition 2 se asemeja más a una visual novel con minijuegos de habilidad que a un título que pone en su centro la investigación y la deducción policial. Sin embargo, esto no es del todo un defecto. Nuestro poder limitado y la forma en la que el juego no nos permite equivocarnos es algo que no molesta ya que desde el principio se deja claro que, como Zach, debemos realizar las acciones con el beneplácito de Morgan y, por tanto, si el veterano agente cree que no le damos la respuesta correcta no dudará en contradecirnos y hacernos volver atrás. Pese a lo limitado, este sencillo truco hace que el mundo feísta de Deadly Premonition 2 se sienta especialmente vivo pero, al final, son sus personajes los que lo hacen encantador. A diferencia de otros juegos noir  y policíacos donde los personajes se escriben para que funciones dentro de la trama, los habitantes de Le Carré tienen sus propios intereses y particularidades que no están relacionadas con la tragedia que acaba de pasar. Cada uno de los vecinos de la ciudad sureña es memorable en sus propios términos y, como es evidente, evitan ver las rarezas de York para dejar claro que en Le Carré no existe el concepto de «normal». Pero mientras que la trama, la forma de jugar y la ambientación son —objetivamente— algunos de los aciertos de la obra, analizar los controles nos lleva a ese universo subjetivo en el que nuestra afinidad por Swery es el componente que termina por decantar la balanza.

Comenzaba diciendo que en los juegos de Swery nada es lo que parece y eso hace que las cosas nunca funcionen del modo que esperamos de ellas. Y de la misma manera que un talentoso agente del FBI puede ser también un penoso cinéfilo, un hombre atormentado o un despreocupado paisano con ganas de agradar, las físicas del mundo que habita son cambiantes y nos obligan a estar constantemente pendientes de las sorpresas que esconden detrás. Los personajes de Swery, especialmente en este Deadly Premonition 2, tienen el «peso» incorrecto e interaccionan con el entorno de una manera dificil de controlar. En ese sentido, disparar o lanzar nuestra bola a través de la pista de la bolera tiene ciertas cualidades tanto frustrantes como sorprendentes que parecen querer remitirnos al mundo onírico y disonante de los sueños. Le Carré y sus habitantes parecen reales pero no lo son. No hablan exactamente como personas normales y las calles de la ciudad tampoco intentan trasmitir una sensación de realidad. Como pasa en otros juegos de Swery, a lo largo de Deadly Premonition 2 encontramos múltiples elementos que hacen imposible dejarse llevar y que nos recuerdan de forma constante que estamos en dentro de una ficción. Y precisamente eso, hace que todo funcione.

Deadly Premonition 2: A Blessing in Disguise necesita nuestra complicidad para llegar a buen puerto. Más allá de cuestiones imperdonables como el rendimiento deficiente y las numerosas (y frustrantes) pantallas de carga, hay un juego disfrutable con una clara intención autoral en el que, sin embargo, no es nada fácil entrar. Lejos de poner el juego al servicio del jugador, Swery ha construido un templo a sus referencias que sirve principalmente a su visión creativa. Deadly Premonition 2 es feo, es ridículo, es absurdo y puede llegar a ser incluso predecible pero lo increíble del caso es que no es bueno a pesar de todo esto sino precisamente por ello. Porque es un juego que nos hace pensar en todas sus decisiones, desafiándonos a entender la propuesta y a integrarla en nuestro canon personal. Swery tiene cosas que decir en esta secuela pero, como siempre, lo hace a su manera, demostrando que, pese a sus enormes defectos, es uno de los creadores más estimulantes del desarrollo actual.

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