Análisis de Dr. Mario: Miracle Cure

Algo tendrá Dr. Mario si es un personaje de Super Smash Bros., digo yo. Lo tiene, claro: es una de las creaciones del legendario Gunpei Yokoi, una de las figuras más importantes de la historia de los videojuegos, inventor de, entre otras cosas, la puta cruceta. Todos hemos usado eso alguna vez. Mentor de Shigeru Miyamoto, entre los muchos juegos y videojuegos que diseñó está el primer Dr. Mario, para NES y Game Boy. ¿Os había dicho que también inventó la Game Boy? 

La presencia de Dr. Mario en Super Smash Bros. es casi un homenaje a Gunpei Yokoi; Dr. Mario: Miracle Cure, la nueva entrega de la serie de puzzles para 3DS, parece un homenaje a su filosofía de pensamiento lateral con tecnología obsoleta. Es una forma de trabajar identificable en la Nintendo actual. Gunpei Yokoi creía firmemente que era mejor encontrar formas nuevas y divertidas de jugar que utilizar tecnología punta y poco establecida; su Game Boy, con aquella pantalla terrible de cristal líquido, tuvo más éxito que sus competidoras en color porque la batería duraba más.

Miracle Cure es una apuesta segura que introduce tímidamente algunas novedades en la muy establecida fórmula de Dr. Mario. Es lo de siempre: apilando las píldoras bicolor que van cayendo de la parte superior de la pantalla tenemos que eliminar a una serie de virus, hasta eliminarlos a todos y terminar el nivel. Para darle más volumen al juego (al fin y al cabo, los originales de NES y Game Boy se pueden encontrar en la Consola Virtual de, respectivamente, Wii U y 3DS), al Dr. Mario de toda la vida se une Dr. Luigi, con las píldoras en forma de L que ya pudimos ver en el juego de Wii U; también está el modo Bactericida, en el que, con la consola girada noventa grados, movemos las píldoras con el stylus.

Son tres formas de jugar distintas que ofrecen tres experiencias de juego concretas. No se diferencia tanto como parece del Dr. Luigi de Wii U, aunque está ordenado de una forma algo más clara: se deja más claro cuándo estamos jugando a Dr. Mario o a Dr. Luigi; los niveles del modo Laboratorio Experimental se plantean mejor como demostración de posibles escenarios de cara a las partidas multijugador y como exploración de las distintas posibilidades de los power ups en situaciones muy estudiadas; el modo Sin Receta, en el que configuramos la partida a medida, está mejor planteado como sitio al que recurrir a la larga, cuando los experimentos se hayan acabado y ya solo quede ir a por la mejor puntuación.

Los power ups, que conseguimos cuando conseguimos llenar una barra a base de eliminar piezas, ayudan a dar dinamismo especialmente a las partidas de nivel medio; Dr. Mario es un juego que solo empieza a ser emocionante a partir de cierto nivel, y la posibilidad de eliminar líneas enteras, áreas o piezas de un color determinado da lugar a situaciones algo diferentes en un puzzle que, por lo demás, no es muy distinto del que salió hace 25 años. Lo mismo en el multijugador, aunque, de nuevo, no es algo que no hayamos visto ya antes, quizá no necesariamente mejor ejecutado pero sí mejor contextualizado, en juegos más estimulantes, como, sin ir más lejos, en ese Tetris que arrasó en la Game Boy de Gunpei Yokoi.

No me atrevería a decir que Dr. Mario: Miracle Cure es un tropiezo, pero sí un paso hacia ninguna parte: un juego funcional y sin pasión que tiene muy poco nuevo que decir, y que se conforma con decir más o menos lo mismo, por si alguien no lo había escuchado todavía. Podría haber sido peor. [5]