1) A Epic Mickey: El retorno de dos héroes le sobran buenas intenciones. Le sobra mimo y le sobra detalle: cualquiera que aprecie el universo Disney recorrerá su mundo con fascinación; la cámara de fotos, uno de los objetos que mueven la capa secundaria del juego, es significativa porque nos anima a recorrer con la vista cada rincón de los escenarios, a buscar los muchos cuidados y guiños que el equipo de Junction Point ha esculpido al crear los niveles por los que Mickey y Oswald pasan durante su aventura. 2) Cuando haces un regalo, la intención es lo que cuenta; cuando haces un juego no. 3) No hace falta demasiada excusa para devolver a Mickey al Páramo con su pincel mágico de pintura y disolvente. Sí hace falta alguna que otra excusa para mandarnos de un lado a otro, algo que Epic Mickey 2 no acaba de conseguir: la narrativa es bastante confusa, no por la complejidad de la trama sino por lo deslavazado de los niveles y momentos de interés. Tarda sus dos buenas horas en empezar a tener algo de sentido, y cuando lo hace es más por el esfuerzo del jugador por darle alguna lógica a todo lo que ocurre que por méritos del juego, que se empeña en mostrarse muy a cachos: no tengo nada en contra de las conexiones por vía de niveles bidimensionales, herencia del primer juego y como en aquél uno de los puntos más interesantes de la aventura, pero incluso una vez dentro de los mundos todo parece mostrársenos a medias. En parte tiene culpa la cámara, mejorada pero aun así peleona cuando se trata de estudiar y conocer la geografía que tenemos que superar, y en parte lo confuso de las misiones e instrucciones. Mucho rato estuve culpándome a mí mismo de la imposibilidad de comprender lo que Gus me explicaba que tenía que hacer en ciertas zonas; en cierto punto me di cuenta de que no era yo, sino el juego el que no sabía hacerse entender. Hablando de herencias, no son sólo los niveles de desarrollo bidimensional lo que este segundo Epic Mickey coge del primero; ahí están las mecánicas de pintura y disolvente para enfrentarnos a los enemigos, las zonas del escenario que podemos hacer aparecer o desaparecer en función de nuestras necesidades y la peregrina moral implícita a estas dos posibilidades. Sigue sin ser el juego que mayor peso le da a las decisiones positivas o negativas que tomemos respecto al mundo que nos rodea, más allá de ciertas interacciones y cuatro cosas más, pero la forma en que se aplican es sencilla y efectiva, justo lo que necesita el público al que va dirigido el juego: Warren Spector estaba obviamente orgulloso por haber conseguido llegar por igual a hombres, mujeres, niños y niñas con la primera parte, pero está claro que la balanza se inclina hacia cierto sector demográfico a la hora de determinar la audiencia a la que quiere interpelar Epic Mickey 2. Esto se nota en muchos puzzles, que en algunas ocasiones, no más de la cuenta, flaquean por querer llegar a todo el mundo; donde más pica la simplificación es en lo relacionado con el juego cooperativo, esencial dentro de Epic Mickey 2 y bien llevado sólo a medias. De sobresaliente la manera en que nos ponen todas las facilidades del mundo a la hora de entrar y salir del modo cooperativo siempre que nos apetezca; de notable bajo el interés que se ha puesto en hacer que Oswald, el personaje que nos acompaña y que ocupa el segundo jugador, tenga algo más de interés que simplemente ser un Mickey de pacotilla, gracias a sus poderes específicos, casi todos relacionados con la electricidad y necesarios para avanzar; de volver a vernos en septiembre la forma en que los puzzles encuentran techo muchísimo antes de la cuenta para acomodar, en caso de ausencia de un segundo humano, a una inteligencia artificial casi siempre incapaz, algunas veces oportuna y en más ocasiones de las necesarias molesta. La interacción entre Mickey y Oswald no va casi nunca más allá de atravesar un espacio extenso gracias a las orejas hélice del conejo de la suerte o abrir una compuerta como Mickey para que Oswald active un interruptor con su electricidad. Podría haber dado mucho más de sí; mecánicas interesantes para derrotar a jefes o zonas con puzzles más complejos en los que fuera necesaria alguna cooperación significativa entre los dos héroes serían muy de agradecer, pero está claro que ni Junction Point confiaban en su segunda y recién rescatada mascota: tal y como nos ha llegado Oswald, a menudo es difícil saber dónde está, seguramente atascado entre dos plataformas o muriendo repetidamente en algún acantilado, y cuando tenemos que ordenarle que haga algo no es difícil sorprendernos pulsando el botón con el que le llamamos una y otra vez, mientras él simplemente da vueltas intentando llegar a nuestra posición hasta que decide teletransportarse a nuestro lado, varios y tortuosos segundos más tarde. A la torpeza del Oswald controlado por la máquina hay que añadir un Mickey que sigue sin saber muy bien cómo enfrentarse a las plataformas que se encuentra en el Páramo. Ocurre el número justo de veces para resultar molesto pero quizá no las suficientes como para ser frustrante, pero puede causarnos más de una muerte innecesaria lo aparentemente aleatorio de los bordes y salientes a los que podemos agarrarnos. No es el plataformas más sólido que se ha hecho, pero al menos sí es uno decente; cualquier jugador con cierta experiencia agradecería un ritmo algo mayor en las plataformas móviles y seguramente le iría bien sacrificar un poco a nivel artístico para hacer ciertas superficies y rutas por las que debemos movernos algo más claras, pero en cualquier caso es bastante disfrutable: la cámara no es todo lo flexible que debería a la hora de dejarnos claro cómo es el mapa, pero sí ha aprendido a seguirnos con algo más de acierto cuando lo que hay que hacer es calcular saltos y distancias. No se le puede decir nada a la generosidad con la que Junction Point ha llenado el juego de cosas que hacer: innumerables misiones secundarias, quizá algo lastradas por culpa de esa falta de cohesión que ya le pesa un poco a la aventura principal, muchos extras y un buen montón de conversaciones, secretitos y, claro, las canciones y escenas que van moviendo la historia; definitivamente es un juego recomendable para aquellos que sepan perdonarle sus defectos, en cualquier caso perdonables; para aquellos que vayan a perdonarle sus defectos; para fans de Disney, que, claro, le perdonarán casi cualquier cosa: sus faltas sólo son graves cuando hay falta de interés de por medio. 4) A Warren Spector, y seguro que a gran parte de Junction Point, le mueve una gran pasión por el personaje Mickey. Puede que sea su mutabilidad, la flexibilidad con la que acepta cambios y modificaciones y contextos sin que le resulten forzados ni extraños, una flexibilidad de la que ya ha hablado en alguna ocasión. Puede que sea el riquísimo universo Disney, lleno de personajes queridísimos y muy reconocibles y de muchos otros que, como los que se dan cita en el Páramo, quedaron olvidados pero siempre suman al enorme imaginario de la compañía. Puede que esa pasión cristalice en algún momento y consigamos un Epic Mickey que haga fe a su título; llevar la palabra epic en el título conlleva una gran responsabilidad. Quizá haga falta algo más de riesgo, algo más de técnica, algo más de tiempo: la pasión y el gusto lo tienen, y a pesar de sus fallos quiero que haya una tercera parte. Ya no valen ilustraciones potentes ni promesas de cambio ni las mejores intenciones; al final, lo que importa es lo que viene en la caja, lo que está en el disco. Al final, lo que importa es que Epic Mickey: El retorno de dos héroes, atrás ya las esperanzas algo infundadas de un Mickey oscuro y revolucionario, sigue llegando justo, en lugar de dar el salto y llegar al punto de convertir al ratón más famoso del mundo en el héroe de videojuegos que podría ser, que sin duda puede ser. [6]
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Sus apariciones en Kingdom Hearts deberían de ser el ejemplo a seguir para hacer un Mickey poligonal cojonudo. Para el 2D ya tenemos los emuladores.
@neodemon
Que le den a los polígonos, VIVA EL 2D!!!!!!!
La verdad que me entraron ganas de pillarlo tras probar la demo, pero parece que fue fruto de la nostalgia entonces.
se veia venir que iba a ser un cagarro.
Lástima que tanto mimo en los detalles (me reitero en el detallazo de incluir el doblaje en mexicano junto al castellano de españa) se pierda en unas mecánicas anquilosadas de la época 32-64 bits.