Análisis de Euro Truck Simulator 2

Desde ese momento en que tenías dos añitos y tus manos pringadas de solo Dios sabe qué tiraron del cable del teléfono y empezaste a marcar números al azar y a balbucear cantinelas ridículas al auricular mientras tu abuela esprintaba por el pasillo, el flequillo brincando y los brazos agitándose en el aire, exclamando «noooo» con la voz desgarrada temiéndose que ya hubieras llamado a Nueva Zelanda o Canadá; desde ese momento, decía, tu vida no ha cambiado tanto. Quizá tengas las manos pringadas de otra sustancia, quizá tu abuela ya no pueda hacer nada para detenerte y quizá una llamada a las antípodas te duela en tu propio bolsillo, pero desde luego algo sigue intacto en tu devenir: sigues jugando a simular cosas. Euro Truck Simulator 2 puede ser visto de dos formas: una, el sótano digital de un tarado al que nadie querría visitar; y dos, un leve chasquido de dedos que te lleve de vuelta a esos días en los que los camiones te parecían algo muy guay y los besos en la boca te daban asco. Porque, y en esto tienen razón los críos, los camiones molan. Monstruos rugientes de varias toneladas que cruzan continentes, cargados de lo que hace posible nuestro estilo de vida capitalista y pilotados por recios caballeros de mirada gélida, brazos peludos y gorras grasientas. El del transportista es un estilo de vida tan sórdido como romántico, un poco como el de traficante de drogas o policía antidisturbios, personajes imprescindibles para entender la segunda mitad del siglo veinte. Sin embargo los checos de SCS Software han querido dejar al margen la idiosincrasia del camionero y centrarse solamente en sus tareas. Solo los avatares a elegir (¡incluye mujeres!) nos ceden un breve sorbo de mal rollo e inquietud, supongo que a sabiendas de que todos haremos lo mismo: buscar al que tenga cara de violador. De un juego sobre circular por Europa a horas intempestivas y cuyas iniciales son ETS, lo mínimo que cabría esperar es un buen y variado surtido de prostitutas melladas, bares de carretera y neones rosa, pero eso también ha desaparecido en esta simulación del oficio. Lo que a muchos les puede parecer el último clavo en un ataúd creativo, es más bien todo lo contrario, una virtud. Porque conseguir que sin la magia de los moteles baratos, los torneos de pulsos, las peleas en aparcamientos o los cuatro días sin ducharse el juego siga siendo divertido, es algo que tiene mucho mérito. «¿D-divertido?», se sorprenderán algunos. Joder, sí, y bastante. Euro Truck Simulator 2 no ofrece carreras vertiginosas, ni saltos por rampas, ni atropellos en masa; ni es ni pretende ser un Crazy Taxi o un 18 Wheeler: American Pro Trucker. Su forma de entretenernos es más sosegada, más reflexiva. Se trata de disfrutar el camino, de los cambios climáticos, los paisajes y las variaciones de luz que su motor gráfico sorprendentemente efectivo ha conseguido ir dibujando a nuestro paso. Nos hace viajar de un lugar a otro y gestionar nuestra actividad con un aire indolente y contemplativo, como esos paseos por el bosque, con tu perro olisqueando de arbusto en arbusto, un iPod en la camisa y un bastón improvisado en tu mano. Quien diga (y no serán pocos) que todo esto le suena a pérdida de tiempo debería memorizar un consejo que le transmito desde el cariño y la humildad: sácate la cabeza del culo, amigo. La experiencia a veces no puede valorarse desde la inmediatez: como un MMORPG o, de hecho, cualquier otro simulador, lo que cuenta es más la calidad del tiempo invertido que el fruto obtenido de esa inversión. Ahí fuera hay contables, ejecutivos y panaderos con miles de horas de vuelo en su Flight Simulator; acércate a sus despachos con seis pantallas, un cockpit de doscientos euros y un playseat de quinientos, y diles que están perdiendo el tiempo. En sus ojos ilusionados y su media sonrisa hallarás la respuesta más clara que alguien ha podido darte sin decir una palabra: «déjame en paz, niñato». El realismo en la mecánica de juego es lo que convierte a Euro Truck Simulator 2 en un reto además de en un entretenimiento. Hasta que no se pone uno al volante de esos trastos no sabe lo difícil que es mantenerse en el lado bueno de la legalidad. Las carreteras y autovías se vuelven estrechas, los desvíos son ojales por los que meter una aguja de doce toneladas, el carril rápido en una trampa mortal que puede costarte miles de euros en reparaciones y las normas de circulación son tu peor enemigo. La exigencia es enorme: saltarte un semáforo en ámbar, pasarte de la velocidad máxima, atajar contra dirección, adelantar en continua u olvidarse de encender las luces cuando ya ha anochecido son el tipo de flechazos en la rodilla que pueden dar al traste con una entrega vital para tus planes de negocio; como en la vida real, las multas son el enemigo. No es fácil mantenerse concentrado a veces, y ahí es donde ETS2 saca a la superficie su aleta dorsal de simulador voraz e implacable: más te vale estar por lo que debes estar porque la realidad (o su simulación) nunca perdona. Huelga decir que acostumbrarse a conducir esos monstruos no es fácil al principio —yo mismo volqué un cargamento de yogures en mi primera rotonda—, pero el sistema de conducción se deja domar poco a poco y en poco rato podemos estar adelantando a otros camiones mientras tocamos el cláxon y encendemos un intermitente. Pero la principal motivación jugable de ETS2 está en la progresión: empezar haciendo entregas para otros para luego montar tu empresa de transportes, hacerte con tu propio vehículo, personalizarlo, ampliar el garaje, comprar otros camiones, contratar a más conductores, conseguir licencias para viajar con sustancias tóxicas o explosivos y atentar contra la sede de las Naciones Unidas… Todo esto es posible (excepto lo último) y es la forma muy sagaz de incluir elementos roleros lo que apuntilla su estructura: cuanto más haces más puedes hacer, desde invertir tus puntos de experiencia en especializarte en una de las habilidades como conductor e ir amasando dinero como una hormiguita, hasta jugártela y montar un súper emporio del transporte hipotecándote hasta las cejas y rezando para que tus empleados den la talla. Pero la guinda que garantiza la diversión en Euro Truck Simulator 2 es un factor muy simple: la radio. Mientras en mamotretos comerciales como GTA nos daban unas cuantas emisoras ficticias y un pequeño repertorio musical que nos alegraba los viajes, el simulador de SCS Software nos hace un regalo nada desdeñable: además de poder hacer una playlist con nuestros archivos de audio, podemos conectarnos al instante a docenas de emisoras de radio reales de toda Europa. Cruzar Mannheim a ritmo de polka, descargar en Birmingham con la retransmisión del Manchester City – Liverpool o despertar de un descanso en un área de servicio en Bratislava a las seis de la mañana mientras escuchas rock sureño de los setenta brindan grandes momentos de satisfacción y cierto nivel de connivencia con el devaneo videojuerguista que uno se está inyectando. Como simulador vocacional que es, Euro Truck Simulator 2 no renuncia a la clásica lentitud de reflejos y la típica torpeza social del género. Parece el tipo al que nunca invitan a las fiestas, inseguro, quebradizo, sin saber muy bien cómo interactuar con la gente, cómo fundirse en la corriente que los demás parecen dominar de forma natural. A medida que uno lo explora se da cuenta de la inteligencia que hay tras su desarrollo, de cómo sus autores han sabido integrar con acierto elementos convencionales de otros juegos y una interfaz amigable para humanizarlo sin perder la severidad y el rigor que se le presupone a un simulador tan cuidado en lo técnico. ETS 2 no levanta pasiones, es la materialización del espíritu del multimillonario en albornoz que se pasa las tardes aderezando los detalles de su trenecito eléctrico y no puede reprimir sus sollozos de emoción cuando lo ve entrar y salir por un túnel de la maqueta. Euro Truck Simulator 2 es un juego para disfrutar con toda la noche por delante, en pijama y zapatillas, junto a una botella de Blue Ribbon, una caja de galletitas saladas y una buena emisora de radio. La gorra de Bonneau, esa sí, es opcional. [8]