Análisis de Fallout 3

Puede que yo no sea la persona ideal para hacer un análisis exhaustivo del juego, ya que cualquier fanático del RPG ha jugado a doscientos títulos más. No os puedo decir si es fiel a los primeros Fallout porque no los he jugado. No os puedo decir si es un «Oblivion con pistolas» porque no he jugado a Oblivion. Mi relación con los RPGs occidentales de ordenador es ínfima: se limita a una partida de Mass Effect de unas cuantas horas, aún por concluir. En su día me perdí los Baldur’s Gate y la etapa de madurez del RPG occidental, pero fue por sobredosis de AD&D y concretamente la campaña de Forgotten Realms, amén de otras adicciones más duras y perniciosas para el bolsillo, como las cartas Magic. Afortunadamente, las hormonas, la droga y el alcohol me sacaron de ese mundillo de perdición y ludopatía en sótanos de tiendas de cómics. No estuve ahí para ver cómo el RPG de ordenador empezaba a volverse interesante, y mi único contacto con el rol estos últimos años ha sido, principalmente, a través de RPGs japoneses. He llegado tarde, no he visto la evolución del RPG occidental en ordenador, y no sé hacer un análisis al dedillo para decirle a los hardcore del RPG, que se han pasado el juego antes que yo, lo que ya saben. Si los elfos y los magos y los orcos llevan casi una década provocándome bostezos, qué le vamos a hacer. Lo que tengo claro es que haberme perdido la larga evolución del rol occidental de ordenador, y no haber jugado nunca antes a ningún Fallout, me han hecho disfrutar aún más del juego. Saltarme el largo camino de evolución de los juegos de rol abiertos y llegar cuando el potencial gráfico es tan bestia, contando además con un universo tan rico como el de Fallout, es una experiencia indescriptible. Fallout 3 ofrece libertad absoluta en un mundo enorme e interesante. Libertad de movimientos, libertad de acción, y libertad para adoptar cualquier tipo de moral. Para los que tengan experiencia con el rol occidental en general, y con los juegos de Bethesda en particular esto no es nada nuevo, pero a diferencia de los anteriores trabajos del estudio, Fallout 3 no sólo ofrece un planteamiento totalmente abierto: ofrece sobre todo un mundo tremendamente original y atractivo que, comparado con los habituales temas de fantasía épica totalmente genérica de los Elder’s Scrolls o las explotaciones de campañas de AD&D, es todo un lujo. El universo Fallout es en un futuro alternativo cuya línea histórica empieza a divergir de la nuestra tras la Segunda Guerra Mundial, y el temido holocausto nuclear tiene lugar gracias a una guerra entre China y EE.UU., pero eso es más de un siglo antes de que nazca nuestro personaje. En este futuro alternativo, los Estados Unidos se quedan estancados en la cultura de los 50, lo que justifica el delicioso sabor retrofuturista de la tecnología, los restos de cadillacs voladores de antes de la guerra o la memez absoluta y filofascista de los restos del gobierno estadounidense, que ya os encontrareis por ahí. Esta tercera entrega arranca en un búnker de la zona de Washington, donde pasaremos los 19 primeros años de nuestra vida creyendo que nadie ha salido de allí jamás. El Washington postnuclear y retrofuturista del 2277 y la organización sociopolítica de las gentes que intentan sobrevivir en él y sus alrededores son tan creíbles como interesantes. Destrucción, mutantes, drogas, radioactividad por doquier, ejércitos con hipertecnología, saqueadores punkies, esclavistas y robots están aliñados con mucho humor negro en un original universo que, esencialmente, se inspira en la sociedad y la ciencia-ficción de los cincuenta. Como toda obra tiene sus referencias y guiños, pero basta echar un ojo a la publicidad de Resistance 2 o parte de la iconografía de Bioshock para comprobar que, hoy por hoy, la influencia de Fallout es indiscutible. Viniendo como vengo del RPG japonés, pero habiendo conocido el rol de libro, al jugar a Fallout 3 se da uno cuenta de que el pastiche de historias lineales con mecánicas por turnos, lo que siempre ha caracterizado el RPG japonés, es una fórmula obsoleta. La mayoría de las convenciones de diseño del RPG japonés surgen de unas limitaciones concretas que tenían las consolas en los ochenta que se han seguido manteniendo. Por muy refinado que tengan los japoneses el arte de crear de mecánicas de combate por turnos novedosas y profundas, sigue siendo una fórmula castrada de diseñar juegos de rol. Las historias lineales de las que hacen gala la mayoría de RPG japoneses podrán ser todo lo maravillosas, épicas, profundas, sorprendentes y fascinantes que el fan quiera, pero no hay ningún motivo por el que no puedan haberse concebido como series de anime o tomos de manga. El verdadero rol consiste en interpretar un personaje con total libertad, no de hacer de perrito de Pavlov de los diseñadores para que tu personaje siga la historia escrita por los guionistas. La verdadera esencia del rol es ofrecerte un mundo, no una historia o un sistema de combate. Con la tecnología actual, en plena era del sandbox, los RPGs deberían ser universos para explorar, no historias totalmente lineales con batallas por turnos y subidas de niveles incrustadas en ellas. Lo que se le debe exigir a la nueva generación en cuanto a narración es esto, no un Final Fantasy de toda la vida pero en HD y con cinemáticas más largas que toda la primera temporada de Lost. Pese a que tiene momentazos increíbles, juzgar Fallout 3 por la «historia» de su misión principal es erróneo, porque aunque está ahí y el juego no se acaba hasta que la completes, no está pensado para eso. Fallout 3 está pensado para olvidarse de los logros, olvidarse de que existe una misión principal con la que acabarlo y disfrutar de la libertad que ofrece. Explorar Yermo Capital como te sale de los mismísimos es un placer: es lo que apetece hacer. En todo momento eres consciente de que hay una misión principal, pero la cuestión no sólo es que puedes hacerla como quieras, sino que puedes pasar horas y horas disfrutando con el mundo del juego y descubriendo sus rincones sin seguirla lo más mínimo. Algunas de las misiones secundarias son por sí mismas igual de atractivas y desternillantes que la misión principal. De hecho, una vez que la completas descubres que probablemente la única excusa por la que esa y no otra es «la principal» es que hay que poner fin al juego en algún punto. A diferencia de Mass Effect, donde la moral giraba exclusivamente en torno a la conversación, en Fallout 3 los dilemas morales están tan diluidos en el abanico de opciones que ofrece que puede llegar a pasar completamente desapercibido. Tu nivel de karma dependerá tanto de las acciones minúsculas (como ayudar a un NPC irrelevante o volarle la cabeza) como de decisiones importantes en los diálogos y en el modo de elegir y resolver las misiones. Sin duda alguna, esto es su mayor logro: el juego no te trata como un imbécil diciendote «eh, aquí hay una escena decisiva, ¡elige si eres malo o bueno!». El nivel de karma afecta a la conversación, a cómo te ven los NPCs y a los aliados que te puedes llevar (algunos se te juntarán si eres un héroe, y otros si eres un tío chungo). Pero tampoco es algo estricto: aunque tengas el karma por las nubes, si te da por matar a alguien o robar en un pueblo, todo el pueblo saldrá a por ti y lo tendrás chungo para volver por ahí. Por otro lado, hay misiones intrínsecamente malvadas que te obligan a hacer acciones que bajan tu karma, y otras tantas que hacen lo contrario. Pero también hay otras en las que se te obliga a intervenir en determinados conflictos, y tomar parte de unos u otros tiene consecuencias radicalmente distintas. A las pocas horas de juego, mucho antes de acabar la primera partida, apetece empezar una nueva con un personaje de moral opuesta para saber qué pasa si tomas decisiones contrarias a las que vas tomando. Las mecánicas por turnos, los niveles, los puntos de experiencia, los parámetros personalizables y los demás elementos lúdicos que definen los RPG se concibieron en el rol de libro como un medio para introducir reglas en la arbitrariedad de la imaginación, no como un fin en sí mismo. La escuela de rol japonesa lo ha convertido en fin, y por eso ahora los Tactical RPG que nos vienen últimamente del país nipón son lo único verdaderamente interesante, precisamente porque el énfasis está en el Tactical y no en el RPG. En Fallout 3, como en el rol de libro, las reglas, subida de niveles y los distintos parámetros son un medio que sirve para personalizar y equilibrar tu personaje y sus habilidades. ¿Quieres soltar hostias como panes o tener una puntería de lince? ¿Quieres ser un diplomático seductor de gentes o quieres ser un burribestia intimidador? ¿Prefieres controlar de medicina para curarte mejor o hackear ordenadores? Aquí las características del personaje y las habilidades básicas están para solventar ese tipo de cuestiones, no como una excusa para crear un juego de estrategia por turnos dentro de una aventura lineal. Solamente cuatro de las trece habilidades básicas están dedicadas al combate, pero al mismo nivel que otras tan importantes como Conversación o Trueque. Y sólo podrás subir hasta el nivel veinte, o sea que ir subiendo las distintas habilidades requiere decantarte sólo por una parte de ellas. Obviamente, el componente estratégico del combate no se abandona, porque el combate (y el gore) es una parte fundamental del juego. El sistema de combate V.A.T.S, imprescindible de usar ya que jugar como si fuera un FPS es desperdiciar tiempo y munición, se ha implementado como una mezcla de tiempo real y turnos, a través de Puntos de Ataque. Activando dicho modo, la imagen se congela y puedes elegir el objetivo y a qué parte del cuerpo disparar. Dependiendo del tipo arma y tu habilidad con ella el daño que hagas y el tiempo que tarden en recargarse los Puntos de Ataque será mayor y menor, respectivamente. El sistema es lo suficientemente profundo para darte cierta libertad estratégica, pero también lo suficientemente dinámico y accesible como para no hacerte perder un tiempo que bien podías estar usando en explorar el escenario, que no es precisamente pequeño. En eso ayuda también la posibilidad de viajar automáticamente a sitios ya descubiertos, que en determinado momento del juego convierte el combate en algo demasiado fácil al poder ir a dormir (y recargar puntos de vida) tras descubrir un sitio. En modo de dificultad normal, en cuanto llevas unas horas y conoces el sistema el juego resulta un paseo, por lo que es bastante recomendable subir a nivel difícil. Hasta jugar a Fallout 3, me han interesado más las historias de los RPGs japoneses que la habitual fantasía épica de los juegos occidentales, por mucha libertad que me ofrecieran. Es una cuestión de gustos. Con Fallout 3 es distinto porque, al no haber jugado a ninguno de los anteriores, descubrir el universo retrofuturista y postnuclear de la saga por primera vez es algo increíble. En el futuro seguirán llegando RPGs japoneses seguiré descubriendo interesantes JRPGs de hace muchos años que ofrezcan historias lineales que me atraigan, y también seguirán llegando RPGs occidentales, abiertos, cuyos mundos de elfos gays y magos barbudos me la traigan bastante floja. Pero Fallout 3 destaca por encima de todos ellos: el hecho de que te dé total libertad lo pone por encima de cualquier RPG japonés en cuanto a coherencia rolera, pero además, su mundo es tan rico e interesante que jugarlo supone una experiencia mucho más sorprendente e impactante que cualquier universo clónico de fantasía épica que, por mucha libertad que ofrezcan, suelen ser un puto coñazo. Después de zambullirme en el universo Fallout por primera vez, no sólo me apetece rejugar esta tecera entrega un par de veces más, sino que me apetece jugar a fondo con el primero de la saga, algo que intenté hace unos meses y que no logré. Eso, supongo, debe significar algo. Para los veteranos de la saga puede que suponga otra cosa porque no cuentan con el factor sorpresa, pero para mí Fallout 3 es probablemente el RPG de la generación. Poca broma. Técnicamente el juego es acojonante. No me voy a poner a soltar parrafadas ni insulsas ni poéticas sobre los gráficos, porque para verlo en movimiento ya está GameTrailers, pero las puestas de sol viendo las ruinas de Washington hacen que merezca la pena la actual generación como muy pocas cosas que haya visto hasta ahora. Por otro lado, el nivel de gore es tan exageradamente bestia que hace que merezca la pena por sí mismo: ver los desmembramientos a cámara lenta es todo un espectáculo. El juego no está exento de bugs, aunque son perdonables dada la magnitud de sus posibilidades y su escenario. Si consideramos que la vista en tercera persona es un añadido de más, una ñapa de última hora, y la evitamos en la medida de lo posible, el juego es prácticamente impecable. De todas formas, la versión que he jugado (360) es al parecer bastante mejor que la de PS3, tal y como pasaba con Oblivion. Pero si tenéis un ordenador potente, id de cabeza a por la versión de PC. No sólo porque sea la mejor técnicamente, sino porque cuando esté disponible la maquinaria mod, las posibilidades serán infinitas. Dejar a la gente hacer modificaciones sobre un juego que ya trae de serie un montón de drogas, sólo puede traer cosas buenas. Nota base: 9 Bonus por no haber jugado otros Fallout: +2 Bonus por no haber jugado a Oblivion: +1 Bonus por no haber leído spoilers: +1 Bonus por sudármela los logros: +1 Nota: 14