Análisis de Fez

Fuera nostalgias; fuera arte 8-bit; fuera música chiptune; fuera referencias a NES; fuera videojuego independiente; fuera desarrollos tormentosos; fuera declaraciones polémicas. Fez es todo eso, y no es nada de eso; desde luego, y esto es lo importante, no necesita nada de eso: sus méritos son otros.

En Fez controlamos a Gómez, un simpático muñecote en dos dimensiones que vive tranquilamente en su pueblo en dos dimensiones con sus vecinos en dos dimensiones. «Mi forma favorita es el cuadrado», nos dice uno de los primeros que encontramos. «No el cubo, porque no existe tal cosa». Unos segundos después, otro de nuestros vecinos nos da la clave del juego: «La realidad es percepción; la percepción es subjetiva». (Cito de memoria: puede ser ligeramente distinto.)


Gómez, recién despierto, recibe la llamada del anciano del pueblo, que le revela algo que le hace distinto al resto y gracias a lo cual emprenderá un viaje épico. La referencia, aunque sutil, está clara: el joven que despierta en su casa, la revelación donde descubre que es diferente, el viaje a los peligros del mundo exterior. Fez es sutil en sus referencias y sabe no convertirlas en su principal aliciente, pero está lleno de citas. Gómez, decía, descubre que es especial cuando se le aparece un cubo, un objeto tridimensional, y recibe un fez que le permite explorar la tercera dimensión, hasta entonces no sólo desconocida sino también negada.

Vida después de la muerte / Espacio exterior

Fez es una glorificación del píxel, pero también es una mirada más allá del píxel. Tecnológicamente es monstruoso: bajo su apariencia bidimensional hay un mundo completamente en 3D en el que todo, excepto algunos animalillos y personajes que encontramos por ahí, está creado a base de cubos. El pixel sustituye al cubo, pues, y eso permite al juego desarrollar su propuesta: nosotros manejamos a Gómez siempre en 2D, pero podemos rotar el mundo de 90 en 90 grados para explorar las cuatro caras que componen cada área. Así, todos los niveles están diseñados para girar sobre un eje y para que estos giros descubran y oculten puertas y plataformas, junten enredaderas aparentemente muy alejadas y conviertan saltos imposibles en puentes perfectos. La mecánica parece mucho más compleja de lo que realmente es, o al menos mucho menos accesible: bastan cinco minutos para entrar en el juego y sincronizar el cerebro con el peculiar mundo de Fez.

Esta accesibilidad hace que el hipercomplejo mapa del juego sea abarcable, pero comprenderlo y exprimirlo es otro asunto. No hay enemigos ni peligros más allá de las caídas desde alturas letales, que no tienen otra penalización que devolvernos al sitio de donde nos caímos: Fez es un juego basado en la exploración, y recorrer el enorme mundo buscando cubos y fragmentos de cubo es nuestro único objetivo. A medida que conseguimos cubos podemos abrir nuevas puertas, y cuando conseguimos 32 se nos permite entrar a la última de ellas, la que nos lleva al final del juego.

No hay jefes finales ni puntuaciones ni competición. La web oficial de Polytron lo describe perfectamente: «El objetivo del juego es simplemente explorar y encontrar tesoros»; ahí reside todo su encanto y toda su gloria. «No hay enemigos en Fez. No hay jefes, no hay combate. De hecho, no hay conflicto de ningún tipo. Puedes morir, pero no hay penalización por hacerlo. Fez intenta crear un mundo no amenazador, rico en ambientación, un sitio agradable en el que pasar un tiempo».

Vida más allá del espacio / Vida exterior

Fez es un juego basado en el misterio. «Has estado fuera mucho tiempo», nos dice una chica en el pueblo cuando despertamos de nuevo después de conseguir el fez que nos permite explorar la tercera dimensión. «Ha sido bonito, pero no lo vuelvas a hacer», nos dice otro, y no sabemos a qué carajo se refieren en ningún momento. Las paredes están llenas de grabados, papeles, cuadros, de los que no sabemos nada; hay un sistema de escritura incomprensible, pero seguramente descifrable, en el que recibimos la gran mayoría de mensajes del juego; más o menos la mitad de los puzzles se basan en estrujarnos el coco para intentar entenderlos y después resolverlos, algo para lo que no siempre basta comprender su funcionamiento. Sabemos tanto del mundo que exploramos como Gómez, y el titánico trabajo de diseño de Phil Fish, un perfeccionista enfermizo, está orientado al cien por cien a que esta exploración resulte en todo momento agradable e interesante.

A pesar de su complejidad y de que las concesiones que nos da son mínimas (apenas algunas puertas y portales que nos transportan de un lado a otro, pero a las que tenemos que llegar por nuestra cuenta), el mapa de Fez, inevitablemente metroidvánico, es menos abrumador de lo que puede parecer en un principio. Hay un momento mágico en el que nuestra cabeza hace clic y lo comprendemos a la perfección: es entonces cuando descubrimos su enorme utilidad, y agradecemos lo bien que sabe indicarnos qué nos falta por hacer en cada zona e incluso dónde deberíamos ir para seguir avanzando, y todo ello de un vistazo.

Es uno de esos descargables por los que no me importaría haber pagado bastante más, también. Conseguir los primeros 32 cubos, teniendo en cuenta que los anticubos, que conseguimos resolviendo los puzzles más difíciles (y algunos son muy, muy, muy difíciles, de veras), también suman, no es especialmente difícil: no sé exactamente cuánto tardé, pero calculo que unas cinco horas. Después del sensancional final, no obstante, podemos comenzar una nueva partida desde el punto en el que acabamos la anterior, para terminar de conseguir todos los cubos y tratar de descifrar los infinitos misterios del juego. No sé cuánto puede tardar uno en terminar Fez al 100%: yo llevo, de momento, 39 cubos, pero sólo he encontrado uno de los cuatro artefactos, y me da la sensación de que me queda cuerda para semanas.

Es largo y misterioso, y está lleno de detalles y secretos de esos que hacen que estemos mirando la pantalla embobados todo el rato. Que artísticamente sea tan hermoso ayuda. Cada área del juego está mimada al máximo, no sólo jugablemente (que también: hasta el final Fez no deja de lanzarnos retos nuevos, variaciones únicas de sus planteamientos de base y pequeños jugueteos que consiguen sacarnos, en muchas ocasiones, una sonrisa sincera) sino también visualmente. Hay pueblos coloridos y montañas lluviosas, y hay bosques frondosos y ciudades decadentes e industriales, todo a base de píxeles/cubos.

Donde quizá se vea más claramente esta enfermiza obsesión por el detalle es en los interiores: cada habitación minúscula está amueblada a mano por cada uno de los cuatro lados que podemos explorar. Hay un detalle que me resultó muy tierno: en la escuela del principio del juego hay una pizarra en la que se ve un cuadrado y la explicación de sus ejes X e Y; cuando conseguimos el fez, si volvemos a entrar en la escuela vemos que en la pizarra hay un cubo, y que la profesora ya contempla la existencia del eje Z.

Fez hay que jugarlo: ya basta de leer, hasta aquí hemos llegado. Podría hablar de la formidable música de Disasterpiece, describir las mil y una formas en que el juego nos lanza guiños, listar una a una las genialidades de diseño que he encontrado, fantasear con las que todavía me quedan por encontrar, hablar de las referencias a juegos del pasado; no hay forma de encerrar todo Fez en un texto, y eso debería ser motivo de sobra para que os lanzarais a por él, si es que no lo habéis hecho ya. Fuera nostalgias; fuera arte 8-bit; fuera música chiptune; fuera referencias a NES; fuera videojuego independiente; fuera desarrollos tormentosos; fuera declaraciones polémicas. Dejad todo eso a un lado, reservad un par de días para patearos el mundo de Fez de arriba a abajo y dejar que su misterio os atrape; yo lo hice casi sin querer, y entre todas las referencias, todas las mecánicas y todo el diseño de niveles encontré un juego absolutamente imprescindible: una oda genial a la felicidad y el entretenimiento, un recordatorio de por qué los videojuegos me llevan fascinando tanto tiempo, desde aquellos años en que para mí, todavía niño, todo lo que leía en pantalla era igual de indescifrable que los extraños símbolos de ese idioma imposible que hablan algunos habitantes del mundo de Fez. [10]