Análisis de FIFA 11

A estas alturas imagino que lo más similar al desarrollo de un nuevo FIFA es el soporte post-lanzamiento de los juegos de Blizzard; en vez de un torrente de creatividad colectiva, una docena de hombres meticulosos delante de su terminal, introduciendo pequeños cambios en un ecosistema con un equilibrio tan precario como precioso y evaluando los daños. Es alquimia digital, y el objetivo mejorar la fórmula en proporciones mínimas sin que te explote la probeta en la cara. Las consecuencias de esas alteraciones son terribles: un diseñador de Starcraft II cambia el valor de un decimal el martes y diez coreanos se suicidan el miércoles, incapaces de adaptar sus tácticas al nuevo parche. Claro que Blizzard no cobra por esto. EA, en cambio, tiene que explicar esos infames 60€ de cada octubre. La excusa de esta entrega es Personality+, una de esas features con derechos reservados que nos devuelven a otros tiempos, cuando la productora americana anunciaba sistemas de pases enrevesados y Konami, más humilde, se centraba en recrear mejor la totalidad del juego. Seis ó siete años después FIFA 10 ha sabido simular tan bien lo que ocurre sobre el césped los domingos (y lunes y martes y miércoles…) que retocar algo en el esqueleto del juego debe dar vértigo. Así que si no puedes mejorar la representación del deporte, pensaría EA Canada, mejora la de los deportistas. Personality+ aumenta en un grado la fidelidad de los jugadores virtuales con respecto a sus alter ego reales mediante retoques a los mecanismos internos que manejan las estadísticas y cómo se plasman en el partido. Como eso es algo abstruso e imperceptible a corto plazo también les han dado medallitas, símbolos perfectamente reconocibles para todo el mundo y especialmente bienvenidas, supongo, por los propios futbolistas, que de joyería hortera suelen saber un rato largo. Estas distinciones otorgan ventajas a habilidades específicas de cada jugador. Gran lanzador de tiros libres, gran marcador, incansable como el caballo trotón, etc. Es algo que ya hemos visto en docenas de juegos deportivos de todas las épocas. El problema es que nunca acabaron de funcionar del todo bien. Me viene a la memoria una entrega de NHL de un año indeterminado; usaba un sistema parecido, señalando a los grandes tiradores con una dianita al lado de su nombre. Pero como estaba completamente desequilibrado estos snipers en cuestión clavaban los tiros más improbables. Lo mismo ocurría con el FIFA Rumbo al Mundial 2002, que de propina añadía unos efectos visuales superhorteras. Sobre las decisiones ridículas que tomó EA Sports durante esa era se podría escribir un libro bastante largo y aún más divertido. Estamos otra vez ante un problema de tacto. Puedes romper el sistema convirtiendo los jugadores en caricaturas o incorporar algo inútil cuya irrelevancia irrite a los compradores. Entre estas dos zonas de peligro existe otra más delgada en la que ningún hombre ha puesto pie y los unicornios corren felices por las praderas de regaliz. En esa tierra mágica las estadísticas y las medallitas señalan a los jugadores especiales y le otorgan ese algo, muchas veces intangible, que los separa del resto sin convertirlos en seres de una raza superior. Estoy bastante seguro de que eso es justamente lo que hace FIFA 11. Desmontar juegos deportivos es difícil, porque la impresión que tienes del juego después de 200 horas puede ser muy distinta de las primeras 50. En éstas el sistema funciona endiabladamente bien sin trucos baratos. Dar un último pase en profundidad es más complicado debido al fine tuning que han experimentado las defensas, pero hay una diferencia palpable entre la clarividencia de Xavi en tres cuartos de cancha y la… oscurividencia de Alves en la misma situación. Como el sistema, como digo, parece estar muy bien equilibrado y concebido como un plus eso tampoco convierte al brasileño en un tuercebotas, sino que coloca al retaco prodigioso de Terrassa un peldaño por encima. Algunas veces las mejoras son más oscuras. La insignia de los buenos tacklers me ha parecido inoperante, seguramente porque la presión pulsando A (o X) es igual de efectiva que siempre, o lo que es lo mismo, demasiado. Luego está el reparto de medallas, que es en realidad un tema de scouting y no de diseño pero cuyos fallos son igual de molestos. Yo, que tengo un respeto infinito por Kaká tras ganar para mi Milan su última Copa de Europa prácticamente en solitario, no me creo que sea un gran organizador. Lo mismo ocurre con muchos otros, aunque también es cierto que FIFA tiende a caer en los tópicos y reaccionar con retraso a la hora de adjudicar todas las estadísticas. Aunque no llegan a los extremos de PES (voy a ahorraros los chistes de Baros y Adriano) siempre hay incogruencias. Sería una pega olvidable si las actualizaciones de plantilla que tan bien recibimos en 2008 fueran más valientes. Ver a Piqué con una media de setenta y pico después de un año demostrando nivelazo no es de recibo, pero ha pasado. Por lo menos ahora tenemos la posibilidad de editar los números con total libertad. Yo no me doy a la razón, que diría Navajita Plateá, de que no permitieran retocar a los jugadores a tu gusto en entregas anteriores, pero al parecer han acabado viendo la luz. Eso es muy oportuno por la aparición de un Creation Center que permite subir jugadores y plantillas completas a Internet y compartirlas, así como descargar lo que creen los demás. Si no te conformas con nada menos que la perfección puedes descargar un Celta de leyenda con Mostovoi, Mazinho, Karpin y Revivo o algún Milan histórico con Baresi, Maldini, Van Basten, Gullitt, Rivera y Weah ((¡Mierda, me prometí que no iba a llorar!)). La página, eso sí, es bastante triste y con muy pocas opciones dospuntocero para la gente con amigos. Esta vez no podrán mirarme por encima del hombro. El resto es pulido y encerado. Las vaselinas no son injustamente letales como antes, mientras que los centros sirven para algo. Los porteros son más listos, en ocasiones demasiado. Casillas es un gato infernal que llega a todo, aunque esto bien puede ser una muestra más de su realismo. Tenemos las nuevas animaciones de rigor, todas muy bonitas, y la física retocada que hace los tiros aún no sean perfectos pero se acerquen mucho. Ahora puedes elegir árbitro (con características propias) y tipo de red; esto es algo que te mantendrá entretenido durante tres minutos como poco. Los últimos retoques con carácter afectan a los modos de juego. Esto comprende un rediseño de la interfaz del modo Manager/Pro (que te permite ser jugador-entrenador, como Zola o algunos repelentes niños de Primaria) y una mejora razonable del online. Con la posibilidad de controlar a los porteros integrada en todos los modos habidos y por haber, EA pone el énfasis en el 11 VS 11. En este modo eminentemente online un pobre diablo deberá esperar 4/5 de partido sin moverse para luchar contra el lag y aplicar todos sus reflejos en una décima de segundo. Si mete la pata, algo muy probable, se ganará el odio de toda la piara de jugadores de su equipo. Si la para con una estirada milagrosa todo el mundo le dedicará su mejor indiferencia, mientras corren los diez a volver a meterse en el área rival. Es de justicia señalar que si tu equipo es malo puedes llegar a ver mucha acción, pero por lo general ser portero en FIFA 11 es bastante similar a serlo en la vida real: un coñazo solo apto para personas muy especiales. He aquí mi sorprendente conclusión: es un nuevo FIFA un poco mejor que el viejo FIFA. Si te interesa mucho a estas alturas ya lo tienes. Si no ya te habrás formado una opinión gracias a una decena de sitios distintos. Si aún después de estos tres años prefieres el PES lo más probable es que no pueda convencerte ni clavando astillas bajo tus uñas. Así que supongo que lo que diga ya importa poco; leches, es probable que no lo esté leyendo nadie. Estáis acabando con mi salud. [9]