Análisis de FIFA 12

Vosotros no lo sabéis. No sabéis lo que es escribir el análisis de un FIFA bajo la alargada y sobre todo ensanchada sombra de Letras, el reputado autor de algunos de los más soberbios textos futbolísticos sobre las tres últimas ediciones de la saga. Vosotros no tenéis ni idea de lo que es recibir un paquete (bueno, esto algunos sí) y sentir dos oleadas de emociones chocando entre sí en el interior de un cuerpecito ajado y tembloroso como el del que esto suscribe: un “por fin tengo mi FIFA 12, otro año de tardes ante el televisor escapando de mis responsabilidades por períodos de 12 minutos” contra un “pero en AnaitGames esperan el análisis, y va a ser el primer año sin Letras”. La presión es enorme y las probabilidades de decepcionaros aún mayores, pero la vida sin retos sería aburrida((Esto en realidad es mentira: sin retos la vida sería más plácida y tranquila y todos seríamos devastadoramente más felices que ahora.)) y quien me conoce sabe que, si el listón está demasiado alto, soy de los que pasa por debajo. Así que, como diría un gran ejemplo de ser humano que a mi edad ya había palmado de sobredosis: pasemos al otro lado, niños.

«Perdono a los holandeses lo guarros que fueron por lo buenas que están las holandesas.»

Sin rodeos: si en FIFA 10 y FIFA 11 eran el movimiento en 360 grados y el Personality+ lo que respectivamente nos volaba la masa encefálica en mil pedazos haciendo que Letras y yo nos preguntáramos cómo, oh Dios todopoderoso, cómo habíamos podido sobrevivir todos estos años sin esto, en este FIFA 12 la gran novedad diferencial, el nuevo pasito hacia el realismo definitivo, tiene dos cabezas. Por un lado tenemos el Impact Engine, de cuya gloria ya habéis sido testigos con nuestras jocosas recopilaciones. Por el otro, un sistema de defensa táctica difícil de domar y que hará llorar de frustración a más de uno, pero que una vez dominado nos proporciona muchas más posibilidades que ediciones anteriores.

Hasta ahora solo había dos formas de robar un balón sin marcarse un Roy Keane y retirar del fútbol al contrario con una segada de cadena perpetua: presionar como un cerdo pulsando A (X en PS3) o bien presionar como dos cerdos pulsando A y X (X y cuadrado), y esperar a que las cualidades defensivas hicieran su magia; FIFA se convertía en Sega Bass Fishing y todo se reducía a santiguarnos y esperar a pescar un balón para montar una jugada de ataque. El nuevo sistema es mucho más exigente y nos obliga a decidir en cada momento si es mejor hacer una simple contención sin dejar pasar al contrario o jugárnosla y meter el pie para robar el balón, corriendo el riesgo de fallar la acción y darle un tiempo precioso al delantero para rompernos la cintura con un simple cambio de ritmo. También nos dan la posibilidad de contener con ayudas, en incluso de intentar un robo mientras un compañero defiende la zona, pero eso significa que un rival está desmarcado, provocando lo que Juanma Lillo denominaría una anomalía por inducción en el tejido estructural de la zaga y Javier Clemente una cagada de tres pares de cojones.

«En el fútbol todo se complica por la presencia del rival.»

En un deporte en el que los que se llevan la fama y las mujeres son los que meten la pelotita((Eso explica también lo de Tiger Woods)), cada nuevo FIFA iba sumando alternativas al ataque: paredes, maniobras sin balón, fintas, jugadas ensayadas, regates y cien mil cucamonas humillantes. Maldita sea, si hasta nos dieron la posibilidad de pegarnos un fenomenal piscinazo en el área. Por eso era justo y necesario dotar de una mayor complejidad a la vertiente defensiva. Aunque ahora necesitemos cuatro dedos, tres cerebros y la capacidad de concentración del puto Gari Kaspárov para defender con eficacia, una vez le hemos visto las tuercas al mecanismo las múltiples combinaciones nos permiten atar más en corto a los oponentes y cerrar líneas de pase más a menudo. Si sales con una mujer inteligente tienes más probabilidades de hacer el ridículo al principio, pero con un poco de rodaje aprenderás a hacerle reír con bromas más ocurrentes, a despertarle mayor interés con temas más sesudos y, en resumidas cuentas, a mover la lengua al ritmo que mejor estimule su pequeño y latente córtex prefrontal. Y eso les encanta; creedme.

Cabe decir también que, solo en los partidos offline, podemos desactivar el asunto y volver a las tardes de pesca de anteriores FIFA, algo que agradecerán los que tengan dificultades de accesibilidad o sean directamente tonticos.

Como complemento, los caballeretes de EA Sports han habilitado el botón de bregar que nos acerca un poco más al límite del reglamento y nos permite divisar en el horizonte de hipotéticas próximas ediciones el glorioso refulgir de la violencia antideportiva, de los codazos y las planchas, de los molinillos, de los pisotones, las zancadillas por detrás y las entradas con los dos pies. Quién sabe si en un futuro podremos disfrutar incluso de pisar al árbitro, empujar a contrarios, dar cabezazos, montar tanganas, hacerle peinetas a la afición o, había que decirlo, meterle el dedo en el ojo a un rival. Se me escapa un poquito de pipí de la emoción solo con pensar en un regulador de agresividad del equipo o, mejor aún, de la afición, con lanzamiento de objetos, insultos musicados e invasiones de campo. Ese es el futuro y así es como debe ser. Porque quizá llevemos diez siglos jugando al fútbol, pero hace mucho, mucho más tiempo que nos matamos a palos entre nosotros. Y no solo los domingos. Piensa en ello, EA.

Hablando de palos: el Impact Engine. Tal como intuíamos su rendimiento en la versión final no tiene nada que ver con el de la demo de FIFA 12 y la mayoría de bugs y comportamientos extraños va a ser más difícil que se produzcan. La incidencia en el apartado visual es demoledora, pero lo mejor es que también inyecta una nueva dosis de aleatoriedad al juego, dando margen a los momentos de WTF que ocurren cada semana en los estadios de todo el mundo, manteniendo cierta solidez y cierta lógica para que un partido no se convierta en un capítulo de Adventure Time, con Messi montando a una avestruz o Busquets volando diez metros por un pequeño roce. Poniéndome trascendental me atrevería a decir que tras el pase en profundidad y los 360 grados de dirección, la implementación del Impact Engine junto a al nuevo sistema defensivo es el siguiente eslabón en la cadena evolutiva de la simulación futbolística y otro golpe en la mandíbula del balompié sobre raíles que en tiempos remotos puso la balanza del lado de PES.

«Si estás en el área de penalti y no sabes qué hacer con la pelota, métela en la red y ya discutiremos las alternativas más tarde.»

En ataque tampoco faltan los nuevos movimientos de rigor, una mejora en los desmarques, más diagonales para arrastrar centrales y una movilidad más sensata dentro del área. Con el regate de precisión ya no dependemos exclusivamente del RB/R1 (que, por cierto, si se usa con los pases nos ofrece unas maniobras demenciales y preciosas, como asistencias mirando al tendido, taconazos en el área o centros con rabona) sino que también podemos zafarnos moviéndonos del modo adecuado, dando como resultado algo mucho más natural, más orgánico, más accesible, eso sí, siempre que la Personality+ favorezca a al jugador en cuestión. Con Messi no es dada complicado hacer su clásico caño corto y seco o cambiar de dirección súbitamente mientras aceleramos, del mismo modo que con Xavi podemos pasarnos la tarde pivotando sobre nosotros mismos y desquiciar al oponente sin dejarle ni oler el esférico, pero si lo intentamos con Walter Pandiani, como diría el Cigala, la cosa cambia.

La física del balón parece que ha cogido más peso y los tiros lejanos o las boleas dan una sensación de potencia aún más realista que en el anterior FIFA. La IA de los compañeros en los modos online sigue dejando mucho que desear, y deja a la supuesta solidez estratégica de algunos dibujos tácticos con las nalgas al aire, como si jugáramos en un equipo formado por clones de Luis Amaranto Perea.

En cuanto a los modos de juego, poca novedad: la misma variedad asfixiante de siempre en la que ahora es más cómodo moverse gracias a unos menús más intuitivos y sencillos, más directos. Una de esas novedades es el modo Temporadas cara a cara, la reina del baile, que ha relegado a un segundo plano al clásico Cara a cara que ahora no contabiliza puntos y ha quedado bastante oculto en los menús. El nuevo no solo muestra la progresión de nuestros resultados con gran claridad y nos clasifica en divisiones según los puntos acumulados, sino que ha sufrido un retoque estructural la mar de curioso respecto al Cara a cara de siempre: ahora elegimos equipo y modificamos la formación y la alineación (a ver cuándo demonios nos dejan guardar estos parámetros en memoria) antes de lanzarnos a la búsqueda automática de un oponente, y no después. Eso significa que el matchmaking igualado no solo considera nuestro nivel, sino también el del equipo seleccionado, de modo que ya no dependemos tanto del sentido ajeno de la deportividad si elegimos un Betis o un Kaiserslautern. Eso sí: tiene poco sentido que te hagan elegir la indumentaria si no sabes con quién carajo vas a partirte la cara.

La experiencia acumulada va a parar siempre al equipo que hayamos decidido apoyar la primera vez que entramos en el juego, de modo que todos nuestros puntos (usemos los equipos que usemos) se acumulan en una base de datos asociada al equipo de tus amores y se genera una tabla de clasificación que puede ser una fuente de risas asegurada ya que no depende de la cantidad de puntos sino de la media de puntos por usuario. Esto significa que equipos con más de 100.000 seguidores como Barça o Chelsea estarán muy abajo y los líderes de la tabla serán equipos como el Pachuca mexicano, el Jeonbuk coreano o el Lausanne suizo, lo que convierte esta feature en lo que vendría a denominarse coloquialmente como una chorrada.

«La pretemporada está siendo muy dura. Nos levantamos a las nueve de la mañana.»

El siempre decepcionante 11 contra 11 ha sido mejorado para que ahora las valoraciones por la actuación sean algo más justas y no premien tan felizmente a los despreciables mastuerzos que se dedican a chupar balón como si no hubiera un mañana y a driblarse todo lo que se les acerca hasta la portería rival. Pero sigue ocurriendo: quizá el premio a los mongolos sea menor, pero el problema es que no se les penaliza. Si yo fuese David Rutter diseñaría un sistema revolucionario que mandara rottweilers especializados en arrancar pelotas a casa de todo el que se comportara como un niño mimado de cinco años. Aunque el problema quizá sea endémico. Soy de la opinión de que el 11vs11 en matchmaking es un modo erróneo de base por el simple hecho de ignorar una verdad universal e infalible: que la gente es imbécil. “¿Y la democracia?”, preguntaréis. Pues muy bien, gracias.

Quizá FIFA 12 no satisfaga a todo jugador en un principio. Habrá quien se queje de los retoques en los modos de juego online, de las locas situaciones que provoca el Impact Engine o de un sistema defensivo que lo cambia todo, pero desde luego no se puede acusar a EA Sports de haber actualizado las plantillas y lanzado “la misma mierda de siempre”, que dirían los haters pechofríos. Paciencia. Estamos, y es un tópico que nos derraman en la cara cada año pero está justificadísimo, ante el mejor simulador futbolístico del mundo si obviamos asuntos de scouting y gestión. Los feligreses de FIFA, no nos engañemos, vamos a tragar con lo que sea, pero la deglución siempre es más llevadera e incluso disfrutable con una perita en dulce como la de este año, que desde luego legitima esos 70 euros que salen volando cada otoño. Y si no, siempre se puede lanzar un DLC con zombies, ¿no? [9]