Análisis de FIFA 17

En el primer episodio de la segunda temporada de La Pura Animalidad (el etílico podcast sobre fútbol anteriormente conocido como La Mala Benítez) no pasan ni ocho minutos antes de que Omar, el único representante del barcelonismo en el equipo, suelte su bombazo postvacacional: se ha cambiado el nombre a Luis Figo. Quedan pesquisas por hacer para comprobar si realmente está tan maravillosamente loco como pretende hacernos creer, pero existe una posibilidad muy plausible de que cuando dice «que sí, que sí», que «solo falta que lleguen los papeles» y que es «la verdad absoluta» esté hablando muy en serio.

Nadie creería a alguien que dice haber ido al registro civil para cambiarse el nombre a Brad Pitt Fernández o Lady Gaga del Pozo (aunque en España el fenómeno Kevin Costner no se puede ignorar), pero cuando hablamos de fútbol y de afición los parámetros de la lógica empiezan a deformarse y lo que parece una chifladura en cualquier otro contexto, al apasionado del fútbol solo se le antoja una pequeña osadía, un homenaje simpático, algo perfectamente tolerable. En todo el planeta se han dado casos documentados de niños con nombres tan extraños como Messi, María Iniesta o Gignac, y todo eso sin contar los padres que toman prestado el nombre de pila para que el pobre crío lleve una infancia algo más normal: los Leo, Neymar, Cristiano o Iker se han multiplicado en la última década, y todo apunta a que esa introducción forzada de lo deportivo y lo mediático en el seno familiar es cada vez más profunda, que cada vez los futboleros tienen menos reparos en utilizar su cuerpo, su apariencia, su identidad o hasta a sus propios hijos para rendir tributo a esos dioses millonarios de peinados extravagantes y piernas musculadas. Los tatuajes con la cara de una estrella del fútbol o con el escudo de un club ya son algo aceptado y normal.

Puede que alguien esté envenenando el agua corriente y volviéndonos a todos mongolos, pero yo prefiero recurrir a esa afirmación que hizo mi amigo Letras unos años atrás y que a mí me encanta repetir siempre que puedo: que no te engañen: el fútbol importa. Vaya que si importa.

Me dijeron: «jugaremos a la medianoche». Primero pensé que era broma y cuando vi que era verdad me dije: «¡Perfecto, esa es mi hora! ¡Es cuando estoy despierto!».

—Ronaldinho

Quizá por esa importancia casi religiosa cuando una desarrolladora tiene la tarea de lanzar una franquicia futbolística anual, a la clásica presión de la calidad y las ventas se añade una espada de Damocles tan afilada como errática: la pasión futbolera. La principal consecuencia de este tipo de estados mentales durante el proceso creativo es sin duda el miedo, y por eso creo con toda firmeza y convencimiento que si alguna vez FIFA o PES han conservado demasiadas semejanzas con la edición del año anterior, los motivos no tienen tanto que ver con la pereza o el dormirse en los laureles como con el pánico asfixiante y terrorífico a cagarla, el horror de estropear lo que funcionaba, el famoso miedo escénico. Decía Juanito que «noventa minuti en el Bernabéu son molto longo», así que imaginaos cómo de largos se pueden hace 365 días con varias decenas de millones de jugadores pendientes de cada decimal alterado en las variables internas de un nuevo FIFA.

Esta vez las dos franquicia han tomado una decisión sabia a la par que algo conservadora manteniendo las bases que ya funcionaron y mejorando sobre ese trabajo bien hecho, aunque está claro que EA Sports ha puesto mucho más de su parte por darle a FIFA 17 el necesario estirón next-gen que llevábamos tres años reclamando.

El elemento más revelador de esa clara voluntad de dar un paso más es evidente: el nuevo FIFA ha defenestrado el motor gráfico que venía arrastrando y se ha echado en brazos de un Frostbite que quizá no le hace estallar a uno el cerebro —la última vez que mi cráneo voló en pedazos ante un loco despliegue gráfico fue precisamente por culpa de Frostbite: aquel primer vistazo a Battlefield 3 no será olvidado—, pero sí envuelve al juego de una robustez visual muy reconfortante. La iluminación es completamente distinta a lo que estábamos acostumbrados, adelantando unos cuanto metros más en esa persecución hiperrealista por equipararse a las retransmisiones televisivas, y cuando la cámara se aproxima a los jugadores se nota cierto empujón en las texturas, las caras y la manera en que la ropa se sacude sobre el cuerpo, algo que se ve sobre todo en esas carreras lentas justo antes de lanzar un penalti. A estas alturas ya se hace difícil saber qué esperar en la carrera gráfica, pero sí puedo decir que en lo puramente representativo a FIFA 17 solo le falta mi eterna reivindicación: los escupitajos.

Le dije a Messi que era bajito y él a mí que era muy malo. Los dos tenemos razón, no hay que darle más vueltas.

—Álvaro González, excentral del Espanyol

El otro puñetazo sobre la mesa de este nuevo FIFA no es todo lo poderoso y determinado que algunos esperábamos, pero sigue siendo algo que se venía pidiendo y que el género empezaba a necesitar con urgencia. El modo El Camino funciona en lo mental como Super Mario Run: toda la vida bromeando con un modo historia en el FIFA para que luego se haga realidad y resulte tener buena pinta. Y de hecho está bien: la historia goza de todos y cada uno de los clichés de la ficción deportiva barata, pero añade a la experiencia Modo Carrera en Jugador un relato lineal que vertebra nuestro recorrido y nos ofrece otro estímulo más para seguir jugando. Interesante sobre todo la manera en que el comportamiento mostrado durante diálogos con compañeros o la prensa, y divididos en tres tipos de respuesta distintos, acaba afectando a nuestra relación con el míster (y las consecuencias que esto acarrea) y también a nuestra popularidad, reflejada en una especie de red social donde la cantidad de seguidores repercute en nuestro caché para acciones publicitarias.

Ya digo que a la historia le falta atreverse a explicar otras cosas, que le falta el punch literal de ese referente titulado Fight Night Champion, principalmente porque el protagonista es menos interesante (hay cien mil películas de boxeo y artes marciales sobre las que trabajar a la hora de crear cierta épica deportiva, pero en el terreno de los deportes de equipo en territorio europeo la cosa está más seca), y que da la impresión de que sus diseñadores se lo tomaron como un experimento, un mojarse los pies en el mar solo para ver cómo está el agua. Si el tanteo les sale como ellos esperaban, creo que todo veremos con buenos ojos que El Camino siga presente en ediciones futuras. ¡Y que se atrevan con historias más locas, coño! ¡Huerfanitos pobres de Camerún! ¡Estudiantes acosadas de algún instituto Atlanta! ¡Niños japoneses con problemas cardíacos! ¡Fantasía!

Francesco Totti y Antonio Cassano
son mis herederos naturales.

—Rocco Siffredi

Y en lo mecánico EA Sports también ha seguido el mismo patrón de construir sobre lo que ya teníamos. Creo que la gran estrella de los partidos es una nueva versión del famoso pase al hueco: pulsando el bumper izquierdo mientras lo efectuamos, se consigue una variación más rápida y tensa de esa asistencia en profundidad que sus responsables han llamado Pase entre líneas. A menudo se produce un ligero bote del balón y la recepción por parte del delantero es más efectiva a la hora de encarar los últimos metros. Cuesta ver la diferencia con el pase al hueco de toda la vida al principio (algo que ya sucedía con el Pase Envenenado que se añadió en FIFA 16), pero con la práctica uno se da cuenta de la enorme incidencia que puede acabar teniendo este recurso en las jugadas de ataque.

Han cambiado algunas otras cosas importantes: hasta ahora un disparo manteniendo pulsado el botón iba ganando altura y potencia, pero ahora si pulsamos una segunda vez es golpeo se vuelve raso el igualmente duro, como un latigazo seco ideal para ajustar al palo largo. El córner y los libres indirectos o faltas laterales también han sido alterados de manera radical: ahora vemos la acción desde la cámara de siempre y con un puntero decidimos el área en la que va a caer el balón y si queremos enviarlo más bombeado, más fuerte o con efecto. En lanzamiento desde los once metros o en libres directos, ahora podemos orientar al jugador al cambiando el ángulo desde el que encara la pelota, de forma que las posibilidades a la hora del golpeo se multiplican. Ya podemos reproducir, al menos en teoría, la famosa Bomba Inteligente con la que Roberto Carlos rompió las leyes de la física y violó la carrera profesional de Fabian Barthez en junio de 1997. Realizar ese golpeo potente con el exterior da mucho gustico.

Me juego mis dos huevos a que mis jugadores van a hacer un gran partido en el Bernabéu.

—Paco Jémez, un día antes de
caer 10 – 2 contra el Real Madrid

Tanto FIFA como PES han encontrado este año la manera de apuntalar sus propios logros y trabajar sin cometer el mayor pecado que venían repitiendo en los últimos años: la continua marcha atrás y los volantazos creativos sin una dirección clara, la falta de un rumbo que ahora sí parece existir y tener cierto sentido.

FIFA 17 en particular parece haber aprovechado mejor este año para hacer varias reformas y mejoras en la casa sin tocar ni un poco los cimientos, modernizando la fachada y acondicionando el sótano con la determinación de quien tiene muy claras sus ideas y bien estructurados sus bocetos. Habrá que ver si de aquí a FIFA 18 al albañil no le asalta un brote de demencia y se le va la mano con la maza o la retroexcavadora, pero de momento tenemos asegurado un año entero de satisfacción, colores bonitos y techos fuertes. [9]