Un análisis de Flock

La belleza del aleteo

Flock nos invita a recorrer una isla repleta de criaturas fascinantes, animalillos que podemos estudiar y conocer mientras nos dejamos mecer por el viento.

Pese a que el verano dura lo mismo cada año, la satisfactoria sensación de un verano eterno parece reservada para la etapa escolar. No obstante, por breve que sea el parón que nos aleje del tedio de la rutina, la llegada de esta estación suele venir de la mano de una ventana de oportunidad única, una ocasión en la que reencontrarse con la calma, disfrutar de un tiempo que, a todas luces, ha dejado la prisa al margen durante unos días. Porque estar de vacaciones nos permite redescubrir infinidad de detalles que ignoramos (o que no podemos ver) a diario, como la danza de dos mariposas sobre un campo de flores, una bandada de golondrinas alimentándose antes de dejar su sitio a un grupo de murciélagos o la hierba mecida por una cálida brisa de agosto. Experiencias, todas ellas, capaces de generar una alegría plena, por la belleza en sí misma, por el contraste con el ritmo acelerado habitual y por conectar en cierta forma con una etapa vital más inocente; exactamente lo mismo que ofrece Flock.

Flock no tarda en darnos las indicaciones necesarias para saber qué tenemos que hacer, una buena decisión que a su vez permite que desde el comienzo podamos optar por recorrer el territorio explorable al ritmo que queramos y sin ninguna prisa. El objetivo es sencillo: nuestra tía nos manda completar una guía de las criaturas que habitan la isla, como los profesores Pokémon han hecho con la Pokédex desde los años 90, pero sin la necesidad de hacer combatir a estos pobres animalillos. Mientras nuestra tía y sus ayudantes esperan sentados (literalmente), deberemos volar en busca de nuevas especies que añadir a nuestra guía y, llegado el momento, surgirá la oportunidad de interactuar con una criatura especial que, tras ser cautivada, desbloqueará la siguiente zona del mapa dándonos acceso a nuevas áreas y nuevos animalillos a observar.

Cuando encontramos una criatura sin identificar podemos observarla durante el tiempo que necesitemos para familiarizarnos con su comportamiento, su forma de desplazarse, sus colores y las particularidades que presenta —¿tiene algún tipo de aleta dorsal peculiar? ¿Son plumas eso que asoma en su vientre? ¿Se mueve en grupo? ¿Tiene forma de tubo o quizá recuerda más a cierto tipo de cetáceo?—. Después nuestra tía nos dirá a qué clase pertenece, salvo que ya hayamos visto alguna especie de esta clase antes, en cuyo caso nos propondrá que tratemos de averiguarlo por nuestra cuenta. Por último, tenemos que acertar de qué especie se trata al elegir entre una serie de nombres asociados a una particularidad de cada tipo de criatura (¡no siempre es fácil!). Es un buen detalle, una forma de involucrar al jugador en este proceso de catalogación que resulta orgánico e invita a que prestemos más atención a cada criatura.

Con permiso de la observación, cautivar es la acción principal de Flock. Tras otear el horizonte y localizar un bichejo flotando por ahí, sólo tendremos que acercarnos y, si ya ha sido catalogado en la guía, podremos comenzar a cautivarlo para añadirlo a nuestro rebaño. Porque de ahí viene el nombre del juego, claro, del grupo de criaturas que podemos reunir para que nos acompañen en nuestro viaje; el concepto se vuelve algo más literal al sumar ovejas a esta bandada, pero llegaremos a eso un poco más adelante. Decíamos que cautivar es la acción principal porque es la que más repetiremos y, sobre todo, porque es la que requiere una participación más activa por parte del jugador: es necesario convencer a cada animalillo imitando su canto, por lo que tendremos que pulsar un botón en el momento en el que las líneas curvas que aparecen en pantalla coincidan.

Algunas criaturas son más fáciles de cautivar que otras, muchas se asustarán con facilidad si fallamos y emitimos un sonido discordante, pero en general es un proceso sencillo si se tiene paciencia. No es posible cautivar a todas las criaturas desde el comienzo ya que para imitar el canto de cada familia de criaturas necesitamos uno de los silbatos de nuestra tía. Aquí entra en juego la otra tarea que atraviesa Flock: recuperar todos los objetos robados por una bandada de traviesos beúles ladronzuelos. Estos animalillos se esconden en montículos de hierba alta que podremos despejar con la ayuda de unas ovejas capaces de flotar como el resto de criaturas no humanas en la isla. Encontrar a uno de estos chorizos nos permitirá adquirir un nuevo silbato para cautivar a más especies, ampliar el catálogo de ropa —fabricada con lana de las propias ovejas de nuestro rebaño— o aumentar el número de criaturas que conforman nuestro rebaño si nos topamos con objetos brillantes.

Es sencillo pensar en la importancia de la vista en un juego como Flock, ya sea por la belleza de sus paisajes o por el proceso de observación, pero curiosamente es en el oído donde radica ese toque de fineza que termina de redondear la experiencia. Por ejemplo, volviendo a las ovejas: si bien es cierto que la primera es sencilla de conseguir, para encontrar al resto lo más sencillo es no buscarlas, dedicarse a recorrer la isla tranquilamente haciendo esto y aquello hasta que, de golpe, un balido lejano llame nuestra atención. Las pobres se encuentras atascadas en el suelo, pero tienen suficiente pulmón como para que su ahogado lamento no pase desapercibido. Es un caso muy concreto, pero los sonidos del resto de criaturas también pueden darnos pistas fundamentales para ciertas tareas y el acompañamiento sonoro es tan agradable como los diseños de la multitud de animalillos que pobla la isla.

Todo resuena en armonía en Flock, una sensación que logra elevarse gracias al fluido movimiento del protagonista. Es imposible chocar, lo que reduce el control que podemos ejercer sobre nuestra montura. No supone un problema porque volar no es más que un medio —uno muy agradable y entretenido— para desplazarnos con gracilidad por las distintas zonas. Es más que probable que en más de una ocasión nos sorprendamos dando vueltas sin rumbo, aprovechando las corrientes ascendentes para coger velocidad al caer en picado, rodeando en círculo ciertas formaciones que resuenan a nuestro paso o atravesando los túneles de viento que nos permiten ir rapidísimo.

Moverse por la isla a nuestro antojo nos permitirá disfrutar de unos paisajes repletos de color y lo suficientemente diferenciados como para no precisar más guía que nuestros ojos para saber hacia dónde queremos ir. Si bien es cierto que Flock cuenta con un mapa —muy útil, de hecho, ya que permite marcar ciertas localizaciones, muestra las zonas por las que no hemos pasado y ciertos puntos de interés—, el instinto es la mejor brújula que podemos utilizar.

Otro de los puntos fuertes de Flock es la ausencia de violencia. No es algo que sólo haya hecho Flock, pero la sombra de Pokémon es alargada y cuando nos topamos con propuestas que nos permiten aproximarnos a la fauna de un lugar sin necesidad de atacar a nadie la verdad que se agradece —igual este juego sí puede considerarse realmente wholesome—. Habrá quien piense en Pokémon Snap como propuesta similar, pero la libertad de movimiento de Flock eleva la propuesta a unas cotas de disfrute mucho mayores; sin dedicar tanto esfuerzo a este apartado, en ciertos momentos puede recordar a uno de los mejores juegos sobre vuelo sin motor: Laya’s Horizon.

Flock tiene mucha más tela por cortar de lo que puede parecer: la posibilidad de mantener a ciertas criaturas en tu rebaño, las misiones diarias que ofrecen los ayudantes de nuestra tía —muy útiles para completar la guía—, alguna criatura que nos obligará a dedicar cierto tiempo a su estudio y aproximación o ciertas herramientas que desbloquearemos tras ver los créditos finales. Tanto estos puntos como el resto de elementos del juego se presentan de forma poco atropellada, sin ninguna prisa. En ningún momento se rompe la sensación de calma, a excepción de cierta criatura que puede costar un poquito más encontrar —ante la duda, el oído os sacará de cualquier aprieto.

Que el juego de Annapurna nos ofrecería un lugar en el que apetece quedarse a vivir parecía evidente desde el primer tráiler, pero que haya logrado una experiencia tan gratificante por nuestra relación con el entorno es un gran punto a favor y una agradable sorpresa. Algo parecido a esa sensación tan evocadora de unas buenas vacaciones veraniegas, ese paréntesis en la rutina que nos permite coger una buena bocanada de aire fresco alejados del tedio de la rutina. Flock supone ese mismo respiro, una pequeña parada en un calendario asediado por un aluvión de lanzamientos que, de vez en cuando, agradece que bajemos el ritmo y nos dediquemos a volar sin preocupaciones por un mundo precioso.

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Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la universidad de lo de Cifuentes, Juan es una de las voces de NAT Moderada y ha colaborado en medios como BreakFast, Desayuno Continental y Cocinando Fandoms. Observador nato, le encantan los gatos y si algún día ves que te mira intensamente es porque quiere grabar un podcast contigo.

  1. Diewito

    Muy buen análisis. Justo ayer os tuve de fondo mientras dibujaba, (suelo ponerme los Podcast Reload en Youtube para sentirme algo acompañado) y me llamó mucho la atención lo que comentabas de Flock. De hecho detuve vuestra charla para ir a Steam, ver su trailer y añadirlo a la lista de deseados. Soy aficionado a los juegos de acción pero también me encanta desconectar a veces con propuestas como la de este título. Por cierto, mientras te leía me vino a la mente Laya’s Horizon y justo un par de líneas más abajo lo comentas. Vamos, que me lo has vendido, seguramente caiga, o vuele jeje, más pronto que tarde.

    1. Juan Salas

      @diewito
      Menuda maravilla que haya logrado convencerte para dar el salto, es un jueguito muy cálido. ¡Muchas gracias por tus palabras!