¿Conocéis el mito griego de Tántalo? Por lo visto el tipo era bien simpático y se había convertido en el ojito derecho de todos los dioses del Olimpo, el alma de la fiesta. Pero como era humano, y por tanto su espíritu estaba impregnado de vileza y vanidad, no pudo evitar meter la pata más de una vez. Nada grave, solo pequeñas faltas relacionadas con el infanticidio, el desmembramiento y el canibalismo, aunque lo que colmó la paciencia de las deidades fue que robara un perrete de oro. Porque cargarte a tu hijo, descuartizarlo y cocinarlo, vale, pero trapichear con bisutería eso ya sí que no. Pero vamos a lo importante, que es el castigo al que Zeus le sometió: hundido hasta el pescuezo en un lago y a pocos centímetros de un árbol de jugosas frutas, cada vez que Tántalo trataba de beber agua o tomar un fruto, estos se retiraban de su alcance dejándole sediento, hambriento y tentado durante toda la eternidad. Bueno, también había una roca gigante colgando sobre su cabeza, pero eso no tiene importancia. Lo importante aquí es la morbosa creatividad de Zeus para pensar torturas realmente jodidas y cómo los croatas de Gamepires han caído en la misma conducta, espero que sin querer, con un Gas Guzzlers: Combat Carnage que no es tan terrible por lo que no tiene como por lo que tiene y se empeña en no darnos. Porque, ojo, Gas Guzzlers tiene un nombre considerablemente ridículo y una premisa de esas que algunos llaman «adolescentes y estúpidas», pero eso no es un crimen. Carreras de coches con armamento acoplado llevan habiendo toda la vida en los videojuego y no somos pocos quienes pensamos que la misma idea daría un poco más de emoción y dinamismo a la Fórmula 1. El juego es lo que es, y en sus trazos principales su apuesta es convencional y sólida con un apartado visual bastante cumplidor y unos controles sencillos y efectivos. El problema viene con el diseño mismo de la experiencia principal; esto es, la campaña. Empezamos creando un piloto (en realidad siempre es un tío con casco, solo seleccionamos color de la indumentaria, sexo y voz) y corriendo con un modelo llamado Osea Panda (os podéis imaginar qué aspecto tiene). La idea es elemental: superar carreras (de tres tipos por circuito: clásica, sin armas pero con ítems para joder al personal; combate, lo mismo pero a escopetazo limpio siendo el más divertido y el que un hombre de bien elegiría siempre antes; y Desafío, algo así como un modo survival en el que el último de cada vuelta se queda fuera) para acumular dinero y puntos que nos sitúan en una leaderboard. Con el dinero invertimos en comprar vehículos, equipamientos y armas. Todo claro, ¿verdad? Esto que voy a decir el Videojuegos 101 y una obviedad como un castillo, pero es así: la recompensa debe ser como mínimo proporcional al esfuerzo invertido. Y esa lección en Gamepires no parecen tenerla aprendida. La exigencia a la hora de ganar capital para desbloquear todo lo que el juego promete ofrecer es desmedida, no por una dificultad también respetable —aunque tramposa: pilotos con tu mismo coche corren mucho más, poseen la precisión de un cirujano y da la sensación de que pesan el triple: trata de utilizar a un oponente para tomar una curva y observa cómo te vas a la mierda de cabeza—. La exigencia viene por algo peor: la pérdida de tiempo. Repetir carreras que ya de por sí son repetitivas para desbloquear un triste clon del Mini es de lo más deprimente que he hecho últimamente dejando de lado asuntos sexuales, pero lo que me turba es que ni siquiera podamos ver los coches si no tenemos el dinero. Es como si entrases en un concesionario de lujo, el vendedor te mirase de arriba abajo y te acompañase directamente a la sección de Ocasión. Un respeto, coño. La persistencia de uno queda puesta a prueba jugando Gas Guzzlers, que con sus aires poco inspirados parece buscar deliberadamente que nos cansemos de él. Carreras sin el más mínimo interés, una vez tras otra, solo para desbloquear vehículos y armas anodinas que ni de lejos compensan el tedio es algo que no se acerca mucho a mi idea de diversión o adicción. Hay muchos juegos que terminan convirtiéndose en una tarea alienante, como un empleado dando martillazos perfectamente equidistantes en una cadena de montaje. Es un pecado habitual, pero la mayoría de veces se ofrece alguna alternativa, algún aliciente o incluso algún momento de esparcimiento, como pidiendo perdón. Aquí no. Aquí la carretera es demasiado larga, demasiado recta y demasiado oscura como para no quedarnos dormidos al volante. Es una pena que con unos buenos mimbres se confeccione algo tan monótono y poco seductor. Nadie esperaba un Death Rally, pero con las capacidades gráficas y jugables de Gas Guzzlers se pudo montar un producto que, como mínimo, fuese divertido y ágil. Le salva una vertiente técnica muy decente e incluso excelente si tenemos en cuenta el nivel de presupuesto, bastante solidez en la conducción y un sentido del humor relativamente gamberro, con atropellos diversos y chistes bien gestionados en la edición de FX Interactive. La apuesta, eso sí, sigue siendo perdedora desde el inicio mismo y una tortura. Es un aviso que a Tántalo le habría venido de perlas. [5]
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@albertoperez
Ey, ey! Un respeto a Twisted Metal!
Supongo que cuatro de esos cinco puntos son por el hecho de tener gallinas en el garaje.
Leo el título del juego en la portada. No me interesa nada, paso de leer el análisis. Leo el nombre del autor. Mierda, pinjed. Leo la entradilla. Mierda, ya me ha enganchado otra vez. Pos nada, habrá que leerlo completo.
No tenia ni idea de este juego. Ahora se porque.
Qué pena que se haga tan anodino, con lo que mola el trailer. Habrá que seguir tirando de Grid + volante PC, que también da la misma satisfacción que colocarte pinzas en el escroto.
Incluso el último es increíblemente divertido, pero es feo y esta no es la generación de los juegos feos