Análisis de God of War Collection

Acompañando a la hypeante y brutísima tercera aventura de Kratos, dentro de pocos días llega por fin a nuestras tierras la remasterización de las dos primeras entregas de God of War. Por desgracia, de momento no será posible hacerse con ellas por separado (aunque algo me dice que, tarde o temprano, así será), pero sí se sabe que vendrá incluido en esa fabulosa y extremadamente pajera Ultimate Trilogy Edition que invade las fantasías de más de uno.

El caso es que en AnaitGames, como una manada de quinceañeras con tarjetas de crédito robadas en un centro comercial, no pudimos soportar la espera y decidimos ceder al impulso de hacernos con la versión americana de God of War Collection. Y, pese a que doy por hecho que todos los que leáis este análisis conocéis al dedillo ambos clásicos de la pasada generación, espero que esto sirva para ayudar a decidirse a esos que no estén seguros de comprar la Trilogy ya sea porque la Caja de Pandora no les haga juego con las cortinas o por su elevado precio. Que también nos leen pobres, aunque parezca imposible.

Algunos se preguntarán qué significa eso de “remasterizar” un juego y quizá tengan algo de miedo después de ver la “remasterización” de Golden Axe en XBLA, cuya leyenda asegura que si lo juegas más de treinta minutos un duende se materializa en el comedor de tu casa, te pega una bofetada y se vuelve a esfumar. Pero en el caso de GoWC, la cosa cambia. No sólo le sientan bien los gráficos en alta definición, sino que a uno le invade la sensación de que los dos juegos de Kratos que triunfaron en PS2 eran en realidad una versión escalada y aligerada, como si los originales hubiesen sido demasiado exigentes para que la anterior consola de Sony los moviera y ahora pudiéramos disfrutar de ellos en todo su esplendor. Aunque algunas texturas del escenario desentonen ligeramente en nitidez, el resultado es impresionante, limpio, fluido, rivalizando sin muchos problemas (sobre todo GoW II, que luce especialmente bien) con títulos recientes como Dante’s Inferno o Prototype.

Sin embargo, por algún lado tenían que notárseles los años a los dos violentos viajes del Fantasma de Esparta, y ha sido en el aspecto que menos sospechábamos algunos, el que en teoría habría sido más fácil rehacer: las cinemáticas. Estas escenas se dividen en dos grupos claramente diferenciables: los vídeos en CGI contándonos la vida de Kratos que, pese a ser a no ser en alta definición sino estándar, siguen estando al nivel de lo exigido en este tipo de composiciones; y las escenas prerrenderizadas con el motor del juego, que se han dejado tan cual el estaban en PS2 y, para ser honestos, han envejecido terriblemente mal. Lo cierto es que da cierta angustia ver como las presentaciones de enemigos poderosos, que suelen ser en vídeo, cantan más que un jodido coro de gospel, y el bajón visual que siente el jugador pasando de espectaculares gráficos en alta definición a imágenes con dientes de sierra y texturas borrosas es insalvable y doloroso. Algo así como ligarnos una rubia despampanante y despertarnos la mañana siguiente con un resacón horroroso y el ajado rostro de Belén Esteban babeando sobre nuestro pecho. Bueno, no tan horrible.

Por suerte, el control, que sin duda es lo más importante en un hack’n’slash, permanece felizmente intacto y se puede hablar incluso de una mayor fluidez debido a una inamovible tasa de sesenta frames por segundo, que se mantiene impertérrita aunque nos estemos midiendo el lomo con docenas de enemigos en pantalla. El único “pero” que podría achacársele a GoWC en esta faceta es que en el primer God of War los Quick Time Events de pulsación repetida (abrir una puerta o un baúl, etc.) debían ejecutarse con R2, cosa que no se ha tocado en esta reedición tuneada y comporta algunas dificultades si tenemos en cuenta que R2 en el antiguo pad Dual Shock 2 era un botón como podían serlo R1 o L1, pero en el actual Dual Shock 3/Sixaxis topamos con un gatillo de recorrido más largo y algo engorroso de pulsar con rapidez. En God of War II, afortunadamente, se usaba R1, con lo cual no supone ninguna diferencia con respecto a los modelos de pad actuales.

La fórmula, esto es evidente, no ha caducado ni tiene visos de hacerlo a medio plazo. De hecho, cinco años después de lanzarse el primer juego, siguen saliéndole imitadores por todas partes como Darksiders o el ya mencionado Dante’s Inferno, así que su rejugabilidad o la competitividad de su mecánica de juego están fuera de toda duda y siguen manteniendo esa dualidad que los permite disfrutarlo tanto a los machacabotones como a los más puristas de la técnica y el combo. A esto se le suman los siempre importantes trofeos desbloqueables (que aparecen en nuestro palmarés como dos juegos distintos, incluyendo sus correspondientes platinos), el material extra con documentales en los que aparece un David Jaffe barbilampiño y enternecedoramente inseguro y, en definitiva, todo lo que ofrecían las dos entregas seminales de uno de los buques insignia de Sony.

En defintiva, God of War Collection es un magnífico y sabroso aperitivo (aunque estamos hablando de casi 24 horas de juego en total, poca broma) para estimular aún más nuestro apetito por el tercer advenimiento de Kratos y su debut en la actual generación que tanto le ha echado de menos. Tanto si ya jugasteis en su momento a GoW y GoW II como si no, es el momento ideal para hacerlo en condiciones. Y si los 120 euros de la Trilogy Edition son demasiada carga para vuestra frágil economía, siempre podéis tirar de importación y haceros con la versión standalone por algo más de 30 euros. O eso, o vender un órgano. [9]