Análisis de Grand Theft Auto V

Se me ocurre algún que otro juego que pondría por delante de Grand Theft Auto V si me preguntaran por lo mejor de esta generación (aunque me cuesta, y no se me ocurren tantos), pero quizá ningún juego sea tan representativo de estos años que hemos pasado con Xbox 360 y PlayStation 3. Abandonada la desmesura de GTA IV, lo que le queda a Rockstar es un resumen muy jugoso del camino que han seguidos en los últimos años; se nota en los pedacitos de otros juegos que se pueden identificar con bastante claridad en GTA V, pero también en los pedacitos de otros juegos que están ausentes, para alegría de todos, en esta última entrega. En 2008, hacer que nuestro personaje se tropezara como un imbécil cuando iba borracho era impactante; salir disparados del coche cuando nos chocábamos sorprendía; experimentar con la suspensión de los coches para potenciar lo imprevisible de una persecución policial en medio de una metrópolis como Liberty City parecía una buena idea. (Si me preguntáis a mí, es una buena idea.)

En 2013 merece la pena ser más moderado. GTA V es, en todo, mucho más ambicioso que su predecesor: su mapa es abrumadoramente más grande, su historia intenta ser más compleja, las posibilidades que quiere ofrecer al jugador son mucho mayores. Pero también sabe limitarse mejor; no más, sino mejor: muchas de las decisiones más radicales de GTA IV se suavizan aquí, en parte porque el cambio de costa, el regreso a Los Santos, se presta a ello. El San Andreas de GTA V está pensado para ser flexible, para dar juego a la hora de adoptar diferentes personalidades; estoy seguro de que más de uno juega de forma diferente en función del personaje que esté controlando en ese momento.

Este quizá es el punto más interesante del trío protagonista. Creo que fue un malentendido esperar algo especialmente revolucionario en la forma en que acaba contándonos su historia un GTA, porque la cosa sigue siendo más o menos lo que conocemos de las anteriores entregas: la narración de las aventuras y desventuras de Michael, Franklin y Trevor avanza a medida que vamos visitando a los distintos personajes a los que están asociadas las misiones principales. La diferencia es el código de colores que nos indica con qué personaje debemos hacer la misión, y la manera en que las tramas de cada protagonista se cruzan y relacionan a medida que avanzamos en el juego. Malentendido o no, el potencial de esta narración triple es otro, más relacionada con esa narrativa emergente tan unida a los sandbox.

«[La posibilidad de cambiar de personaje en cualquier momento] no tiene nada que ver con la historia o la narrativa», avisaba Dan Houser en entrevista con Polygon, «sino que cuenta la historia más amplia de esta gente, porque cada uno está viviendo su propia vida. En cualquier momento puedes ir y ver en qué andan, y está relacionado con el punto en el que está es la historia. Tienes una sensación más real sobre ellos, como que existen fuera de tu control», explicaba. «Saltas a Trevor y está haciendo alguna locura. Michael está en medio de algún tipo de agujero existencial, y Franklin se está metiendo en sus problemas».

Son estas pequeñas cosas las que acaban dando sentido a la triple narración. GTA V es tan GTA como el que más, y se nota que en Rockstar no han querido tanto cambiar la fórmula como añadirle capas: que los tres personajes convivan en el mismo espacio y en el mismo tiempo da una sensación de desarrollo orgánico muy interesante, y no sólo da pie a situaciones sensacionales (una vez, dejé a Trevor en una bicicleta para pasar a Franklin y acabé atropellando al simpático psicópata sin querer, cuando me lo crucé por una carretera de Vinewood Hills), sino que nos dan pinceladas de la forma de ser de cada personaje, de sus circunstancias y su personalidad. Michael es un antiguo criminal, retirado y parte de un programa de protección de testigos, que intenta evitar relacionarse con su pasado mientras lidia con una familia a menudo ingrata y casi siempre desagradable; su refugio es el patio de su mansión, sus cascos y su vaso de whisky mañanero: esa es su manera de intentar no pensar en que, en el fondo, echa de menos la emoción de los atracos, el riesgo del delito.

Franklin es un chaval acostumbrado al trapicheo, pero con ambición y una tendencia peligrosa a hacer caso a los demás, a dejarse meter en líos; por su amigo Lamar, el primero, y por todo el mundo, más adelante. Trevor es un adicto al caos; es la personificación de ese GTA de ir al desierto y hacer piruetas con una moto, de intentar escapar de persecuciones de cinco estrellas, de juntar coches y hacer una explosión en cadena lo más grande posible.

En el equilibrio entre estos tres personajes, deliciosamente irregular y peligroso por momentos, está uno de los triunfos de GTA V. Gracias a Trevor, el juego se permite ponernos a aceptar encargos de mierda con Franklin o a pasar una fregona o llevar a nuestro hijo a donde carajo quiera ir con Michael. Gracias a Franklin, Michael puede hacer yoga mientras lidia con una crisis matrimonial y Trevor puede dedicarse a masacrar paletos. Gracias a Michael, las misiones de Franklin sirven de prólogo al hastío del criminal que se siente vacío y las de Trevor impactan por puro contraste. El juego sabe funcionar como historieta de criminales estructurada alrededor de varios golpes (que van marcando puntos de inflexión en la narración) y como meta reflexión sobre las diferentes formas de jugar a GTA, gracias no sólo a sus protagonistas, sino también a sus secundarios y al mapa que les sirve de escenario. No me cuesta pensar en una partida en la que cada personaje se reserve para una cosa: el robo y la violencia indiscriminados cuando usamos a Trevor, y un tipo de juego menos salvaje, más contenido, cuando usamos a Michael. Yo mismo jugué así, y no me di cuenta hasta que no leí sobre ello en Reddit y me di cuenta de que siempre que usaba a Michael utilizaba el taxi como medio de transporte principal. Aquí sale algo perjudicado Franklin: como chico de los recados necesario en el trío, su rol es algo más indeterminado.

Antes del lanzamiento del juego, entre la información más esperada por más de uno (me incluyo en este saco) estaba la de las emisoras de radio, sus canciones y sus DJs. Aunque me quedo con la de GTA IV, de nuevo porque tiene mucho que ver con la ciudad en que se basa, la de GTA V no decepciona: tener a miembros de Wavves, a Soulwax, a Pam Grier o al mismísimo Don Cheto llevándonos por la enorme selección de canciones del juego es un gustazo. No puedes enfadarte con un juego que te clava en el cerebro por qué te tatuatis, por qué te pintatis, no puedes.

Cuando la cosa va de talk shows y de anuncios, la cosa sigue siendo genial. Desde las noticias de Weasel News, que siguen nuestros delitos y nos informan de los mil y un disparates que ocurren en Los Santos, hasta las desternillantes conversaciones de Lazlow y los anuncios de armas, cocaína medicinal y adicción al sexo; cualquiera que entienda el inglés en el que nos hablan desde las ondas en San Andreas encontrará horas y horas de risa, comentario social e ironía desatada. Lo mismo, aunque a veces algo menos vistoso que en GTA IV, con la tele, los cines e internet.

Algo parecido ocurre con lo visual. La escala importa: aunque el tiempo de carga inicial no sea precisamente corto, es espectacular recorrerse la ciudad entera sin tener que esperar en ningún momento, y sorprende la tasa de imágenes por segundo, más estable y generosa que la de GTA IV. Hay varios trucos (no conviene esperar texturas de gran resolución, por ejemplo), pero Rockstar ha sabido recortar donde convenía para que su juego se vea mejor que otros mucho más reducidos, mucho menos ambiciosos y mucho más dependientes de los gráficos que este. Donde gana por goleada es en la animación, tanto facial como corporal, que combinada con una actuación de voz de primera hace que tantos las cinemáticas como simplemente los paseos por la ciudad estén siempre en la frontera del valle inquietante. Lo mismo en la dirección de arte: es difícil no dejarse enamorar por los atardeceres en avión, por poner uno de los muchos momentos anecdóticos que se apilan unos sobre otros, casi infinitos.

Con Grand Theft Auto V a menudo no queda más remedio que tirar por la vía de lo mayúsculo. No de lo exagerado: cualquiera que haya pasado varias decenas de horas en Los Santos sabrá que es fácil ver cómo se puede justificar el también mayúsculo presupuesto del juego; que tiene sentido que los créditos duren casi cuarenta minutos, y que la gente se esté pisando la cabeza por entrar en el modo online. Lo que ha hecho Rockstar es una barbaridad: las posibilidades del juego no se limitan a una historia que, guste más o menos, toca más temas todos los juegos triple A de un año juntos, sino que se expande más allá incluso de las misiones definidas por los guionistas. GTA V es el sandbox sublimado; lo que Saints Row IV consigue escapando de la forma más salvaje de cualquier tipo de intención de representar la realidad, GTA V lo hace (y mejor) enmarcándose en una ciudad que no sólo se ve real sino que se siente real, viva, orgánica; las herramientas que nos da para explotarla (a veces de manera literal) abruman al principio y fascinan al final, cuando nos amoldamos al entorno y a las personas que lo habitan. Abrazando conscientemente su condición de juego, regodeándose en ella y mirándonos a la cara como intentando darnos con un periódico en el morro a la mínima que intentamos decir disonancia ludonarrativa, Rockstar lleva su amor por la crítica y el recochineo más allá que nunca, y nos mete dentro. Cuando se ríe de la derecha política, la izquierda ríe; cuando se ríe de la izquierda, es el turno de la derecha. Cuando se ríe de Call of Duty, nosotros reímos; cuando se ríe de nosotros, alguien en Rockstar se carcajea, con la tranquilidad del trabajo bien hecho. [10]

Para el modo multijugador, Rockstar no se podía conformar con un deathmatch por equipos apañadete y ambientado en Los Santos; han decidido por montarse todo un Grand Theft Auto Online, casi un juego diferente en el que el enorme mapa sirve de escenario para un mundo abierto y persistente en el que hacer nuestras fechorías. Todos sabemos cómo ha sido el lanzamiento: problemas de conexión, errores enormes con el guardado del progreso (no sólo de nuestro personaje online, diferente a los tres protagonistas y con un sistema de niveles que nos permite ir accediendo a mejores objetos a medida que conseguimos experiencia; el problema se extiende también al single player) y las dudas constantes de si es culpa de Rockstar o es que no hay otra, que no hay manera de que una reunión tan millonaria no acabe saliendo mal. En mi caso, siempre que he querido jugar he podido; más allá de algún problema de lag no he experimentado muchas incidencias. En cualquier caso, de GTA Online habrá que hablar cuando pase un tiempo; no sólo porque ahora mismo esté en una fase preparatoria clara (todavía no están activos ni siquiera los atracos), sino porque desde el principio parece estar pensado para desarrollarse con tiempo, con calma, cuando veamos cómo responde la bolsa y cuánto sentido tiene el límite de 16 jugadores y cómo es planificar un gran golpe con nuestra crew.

Tampoco creo, por cierto, que los problemas de GTA Online afecten de ninguna forma a GTA V, al modo principal, al que nos llegó antes del extra (por grande, por ambicioso que sea el extra) como juego. Como producto, quizá; sobre eso, mejor preguntadle a la OCU.