Análisis de GTA IV: The Lost and Damned

Si hay un juego del que se puede sacar provecho en esta generación de expansiones y contenidos descargables, ése es precisamente Grand Theft Auto IV. La razón es evidente: Liberty City es una enorme y complejísima casa de muñecas en la que es posible integrar cualquier historia con unas posibilidades prácticamente ilimitadas, quedando como única barrera la historia que nos impone el guionista. Y en el caso de The Lost and Damned, han sabido ir sobre seguro.

The almighty forgives, Johnny, the Lost don’t

Controlamos a Johnny Klebitz, motero y mano derecha del líder de la banda The Lost, Billy Gray, que acaba de salir de prisión supuestamente rehabilitado de su adicción a la heroína. Poco a poco iremos descubriendo cómo Billy, aun conservando su liderazgo, ha perdido la cabeza y no hace más que meter en problemas innecesarios al resto de sus «hermanos». Es curioso comprobar cómo los muchachos de Rockstar han aprendido a abrir en canal a sus personajes, apartar los órganos, y colocarnos dentro de ellos para forjar una especie de vínculo emocional. Si con Niko Bellic, inmigrante serbio recién salido literalmente del barco, descubríamos las bondades y miserias de una inmensa ciudad llena de vida como es Liberty City, un lugar nuevo y brillante, con Johnny Klebitz, motero pasado de vueltas y algo quemado de su propio estilo de vida, paseamos por las calles con la seguridad que nos da conocer al dedillo la mayoría de sus atajos y recovecos. Con Niko, al igual que él, eramos unos paletos que aún no habían visto nada. Con Johnny, también al igual que él, somos ya unos perros de ciudad con muchos palos dados. Y a pesar de esta asombrosa capacidad de convergir las perspectivas de jugador y personaje, sería injusto decir que el guión de esta expansión está a la altura de su predecesor. Quizá sea la idiosincrasia de Niko, con su oscuro pasado y sus vanas esperanzas de una vida mejor, la razón por la que el guión de GTA IV parece mucho más trabajado, estructurado y complejo que el de este The Lost and Damned. El caso es que la historia, pese a contar con elementos atractivos como la amistad fraternal, la traición o las guerras entre bandas, sufre cierta ausencia de «punch» y resulta sustancialmente menos interesante y adictiva que la ajetreada nueva vida americana de Niko Bellic, aunque sigue manteniendo un vigoroso estilo cinematográfico que en más de una escena nos dejará lo que se dice tó locos. Por otro lado, el tan cacareado cruce de arcos argumentales entre Niko y Johnny queda simplemente en algo anecdótico y sin ningún impacto real en el juego. Pese a que la aventura se desarrolla en una ciudad que tenemos más que pateada, la mayoría de tiempo lo pasaremos en Alderney, la zona probablemente menos explorada de la isla. De esta forma, seguiremos reconociendo lugares, callejones y locales, pero sin que nos llegue a parecer que estamos rejugando el GTA IV original. Las misiones, eso sí, siguen incluyendo la repetitividad en la lista de males endémicos de la saga. Todo seguirá reduciéndose a un «ve allí», «recoge eso», «mata a aquél», y seguiremos intuyendo el típico tiroteo o persecución al final de ciertos encargos. Sin embargo, el hecho de que Johnny sea lo que podría llamarse un «nativo» de Liberty City, hace que algunas cosas ya nos vengan rodadas. No necesitamos establecer relaciones, ni cuidarlas, ya que desde el inicio del juego contamos con una posición importante en la banda, así que nuestros «hermanos» estarán encantados de ayudarnos ofreciéndonos armas, motos o incluso su disponibilidad para echarnos una mano en las misiones que más se nos compliquen. Además existe la novedad añadida (y francamente necesaria) de los checkpoints a mitad de misión, de forma que no tengamos que volver a empezarlas desde el principio. La experiencia es, por tanto, algo más inmediata y menos frustrante.

Now that you mention it… I’m feeling a little queasy…

A los que en su momento se quejaron de los continuos paseos por la ciudad para ir del punto A al punto B, probablemente les entren ganas de arrancarse los ojos y tirarlos por la taza del váter. Y es que, aunque tengamos exactamente las mismas opciones en cuanto a vehículos y transporte público que en el original, The Lost and Damned hace cierta «apología del motociclismo» que nos hará sentirnos sucios cada vez que conduzcamos un coche. El carácter orgulloso y autoconsciente de Johnny, un recio motero de la vieja escuela, nos dará la sensación de estar traicionando la esencia del juego y su personaje si se nos ocurre coger un taxi para ir a hacer una misión, aunque admito que quizá todo esto sólo sea una secuela más de mis muchas hipocondrías videojueguiles. Aun así, cabe destacar que se ha mejorado considerablemente la estabilidad de las motos, otorgándoles un mayor peso y más tracción, que nos permitirán maniobrar con facilidad. Las motos deportivas, eso sí, siguen siendo un maldito grano en el culo. En cualquier caso no hay que olvidar que teóricamente se trata de una mera expansión de menos de 2 Gb y que, como tal, cumple su cometido con creces. Algunos creíamos que el DLC de GTA IV se reduciría a una nueva zona y cuatro misiones, pero Rockstar nos ha cerrado la boca con un contenido adicional a la altura de muchos juegos completos incluso en un tema delicado como la durabilidad. Limitándonos únicamente a las misiones para un sólo jugador, la campaña nos da para unas ocho horas de rock’n’roll, rugidos de motor y montañas de cadáveres. Si a esto le añadimos un puñado de nuevas armas como el lanzagranadas, las bombas de tubo o las escopetas automáticas y un par de nuevos modos multijugador (atención al «Chopper vs. Chopper», una especie de épico juego del gato y el ratón entre un helicóptero y una moto), la cosa no podría ser más estimulante. Mención especial para las nuevas canciones añadidas a algunas emisoras de radio del juego, que incorporarán temazos de titanes del rock y el heavy metal como Lynyrd Skynyrd, Iron Maiden, Deep Purple o Saxon, que nos acompañarán en nuestras gamberradas.

Peace and Prosperity be Damned

Así pues, The Lost and Damned se convierte en un ejemplo redondo de lo que debería ser todo DLC para cualquier juego en adelante. Un más que digno anexo episódico de la saga, dándonos más de lo bueno y algo menos de lo malo de GTA IV pero, en definitiva, ajustándose al mismo patrón de un juego que funciona a las mil maravillas y que, nunca lo repetiré las veces suficientes, ofrece una incalculable cantidad de posibilidades. Y es que, parafraseando a Marta —una narcotraficante puertorriqueña que, recién llegada a Liberty City, se ve involucrada en un tiroteo nada más bajarse del avión— en un arranque de hilarante indignación: «¡en todas partes la misma mierda!». Pues sí, señora, sí: la misma mierda. Pero qué buena mierda. Nota: 8,5