Análisis de Guitar Hero: Warriors of Rock

La fiebre de los juegos musicales hace ya tiempo que pasó, o al menos esa es la sensación que tenemos por aquí: nos siguen gustando, seguimos jugando cuando nos juntamos para beber y pasar un buen rato, pero ya casi nadie de mi círculo juega compulsivamente como sí hacíamos antes. No sé si es impresión mía o vosotros, lectores, os habréis dado cuenta de este lento, progresivo y muy dulce declinar de la fiebre de las guitarras de plástico. Guitar Hero comenzó la epidemia y ahora, con este Warriors of Rock, parece querer volver un poco la vista atrás, desmarcarse un poco de su competencia y aprovechar sus mayores bazas para ofrecer algo que pueda atraer al que ha sido siempre, por mucho que quisieran engatusar a una mayor variedad de público con sus últimas entregas, su target más agradecido: los que adoramos Guitar Hero III y seguimos esperando una nueva secuela que alcance el nivel de la magistral tercera parte. A pesar de lo mucho que parece encantarle a todo el mundo, la guitarra de Rock Band nunca me ha gustado un pelo. Será que estoy acostumbrado a la brutal precisión que me ofrecían esos botones falsos y bien marcados de la guitarra de Guitar Hero, con la que tantos logros he conseguido, pero jugar con la de Rock Band me resulta incómodo: primer punto a favor de Guitar Hero; aunque parezca una tontería, el instrumento hace muchísimo. La guitarra es tan fabulosamente exagerada y caricaturesca como toda la imaginería que rodeaba desde el principio a la serie, por mucho que quisieran quitársela un poco de en medio consiguiendo perder una identidad que era su única baza frente a Rock Band. En Warriors of Rock vuelve el esperpento, vuelven los rockeros caricaturizados y los estereotipos fortísimos, y esta vez vuelven con mucho protagonismo. El modo historia del juego está articulado alrededor de una serie de músicos con los que tendremos que ir superando las canciones para convertirlos, con la práctica y el esfuerzo, en guerreros del rock; esta historia está narrada por Gene Simmons y los músicos llamados a salvar el rock son los personajes histriónicos y fabulosos de anteriores Guitar Hero, aquellos personajes con una personalidad marcada por el abuso del estereotipo que hacían tan divertidas las primeras entregas de la serie. Estos personajes se nos presentan con cinemáticas bastante curradas que, bueno, no se estudiarán en las hipotéticas Facultades del Videojuego del futuro, pero tienen suficiente peso como para hacer la historia más llevadera y animarnos, una vez terminada ésta, a completar las canciones que nos faltan. Esta «vuelta a los orígenes» se nota también en las canciones: rondando el centenar de temas, el tracklist de Warriors of Rock tiene más que ver con el de Guitar Hero III, donde las canciones estaban subordinadas a la jugabilidad, que a los últimos juegos musicales, donde la jugabilidad se subordinaba tristemente a una lista de canciones que por lo general apuntaban más a la fiesta y al favor del público que quería poder tararearlas que a la sensación absolutamente incomparable que uno siente cuando ves acercarse ese solo de guitarra infernal, te destrozas los dedos para acertar todas las notas y cuando, finalmente, llegas al final y te sientes como el puto Muhammad Ali después de noquear a Foreman. Guitar Hero es una serie de arcades de música; digamos que es una especie de Metal Slug de los juegos con instrumentos de plástico. La importancia de los multiplicadores de puntuación y la gestión del poder estrella es aquí importante gracias a la inclusión de habilidades especiales desbloqueables a medida que avanzamos en el juego. La implementación de esta característica queda un poco más desaborida de lo que gustaría, pero desde luego representa bien la importancia que se ha dado a los personajes principales frente a la apuesta por tipejos random sin personalidad ni relevancia que se ha dado últimamente en los juegos de este tipo. Otra buena noticia es que la dificultad, sin llegar a los enfermizos niveles de Guitar Hero III, ha aumentado, y que esos punteos alocadísimos donde no puedes ni imaginarte cómo coño has acertado todas las notas (gracias al margen de error bastante grande que nos da el juego) también están de vuelta entre nosotros. Alejándose conscientemente del gusto de Harmonix por alcanzar nuevos niveles de creatividad con sus juegos musicales, Guitar Hero: Warriors of Rock echa el freno en la carrera por añadir nuevos instrumentos y, centrándose en los que tiene, mira hacia atrás y recoge todas esas cosas que hicieron que muchos amáramos los juegos musicales hace unos años, y las trae de vuelta. Si fuera una escena de película, quizá Guitar Hero: Warriors of Rock sería esa de El Mundo de Wayne con Bohemian Rhapsody en el coche: un juego que vuelve a los orígenes, algo ridículos pero muy disfrutables, de la serie, cuando todo era juntarse con los amigotes y jugar en ese límite extraño entre lo muy molón y la inadaptación social. En lo personal, cuando jugaba a Guitar Hero III cantaba las canciones mientras tocaba la guitarra, gritando y sin vergüenza alguna; cuando pude hacerlo en World Tour, simplemente algo había cantado, y el juego ya no me animaba tanto a desmelenarme. Warriors of Rock es un intento de retorno a esos orígenes, un intento muy satisfactorio y que seguramente guste a todos aquellos que han ido perdiendo interés por los juegos musicales desde, más o menos, Guitar Hero III. Muchos puede que ya estéis acostumbrados a Rock Band y lo disfrutéis sin pudor, chaqueteros: pero sé que hay gente que, como yo, echaba de menos algo de esa demencia rockera y de cartoon que tanto molaba en los primeros Guitar Hero. El tracklist es impresionante y la decisión clara por no sólo no evolucionar, sino emperrarse en sus elementos más característicos y potenciarlos hasta el infinito, hacen de Warriors of Rock una apuesta segura para los que quieran una buena dosis de PUTO ROCK de toda la vida en sus consolas. [8]