Análisis de Halo 3: ODST

Entre los jugadores más fogueados hay un cierto consenso general en que esta generación está siendo algo decepcionante en cuanto a sorpresas. Pero esto no se debe ni a las ganas ni a los logros a la hora de innovar, sino a la terrible herencia de la generación anterior (posiblemente la más importante de la historia de los videojuegos), donde las limitaciones técnicas eran casi inapreciables en cuanto a lo que el núcleo del juego se refiere. La madurez que obtuvieron casi todos los géneros en la misma dejaba a la nueva generación con un estrecho margen para poner algo nuevo bajo el Sol aparte de mejores gráficos e interacciones físicas más complejas. Pero por encima de todo, yo creo que lo que más ha pesado sobre los títulos modernos de desorbitado presupuesto es el éxito de determinadas fórmulas que, en el contexto de unas máquinas tan determinantes como las que preceden a nuestros actuales sistemas, sellaron a sangre y fuego algunos caminos a seguir. Sin duda uno de esos juegos fue Halo 2, un éxito comercial en la generación anterior como ninguno. Afortunadamente la crisis económica golpeó un proyecto conjunto de Microsoft y Peter Jackson de cuyos fragmentos se han alzado District 9 y el juego que nos ocupa.

Dust And Echoes

Halo: El Combate Ha Evolucionado hacía honor a su nombre y todavía hoy es un referente en los juegos de acción. El problema a la hora de hacer avanzar un videojuego tan puntero ((Y el problema de hacer avanzar a los videojuegos en general.)) es que mientras que la técnica mejora constantemente por ingeniería, el diseño de juego es algo más artesanal. Una mezcla de suerte, saber hacer y espacio económico donde respirar determina cómo se diseña un juego, por lo que es un aspecto que puede ir hacia atrás. Sin entrar a analizar la historia de los Halos en profundidad, baste decir aquí que los caminos elegidos a la hora de mover la saga no consiguieron mantener el plantel del primero. Halo 3: ODST pone el pie en otro escalón por primera vez en el género en diez años. Manteniendo lo que tenía que mantener de la tradición y combinándolo con nuevas ideas para dar un resultado que realmente sabe a Halo, pero que es completamente nuevo. El título te cuenta la historia de un grupo de soldados de asalto en los acontecimientos que tuvieron lugar entre el segundo y el tercer juego. Uno de los soldados (novato, anónimo y sin voz ni cara: tiene futuro en la saga el chaval) recorre una Nueva Mombasa infestada por El Pacto en busca de pistas para localizar al resto de su escuadrón. De este modo el juego presenta una dualidad jugable que alterna las fases de aventura y exploración con los momentos en que llevamos a nuestros otros compañeros. Con estos últimos (con cara y voz) la acción se desarrolla de un modo más lineal y frenética, acercándose al estilo característico de la saga dentro de los límites del nuevo sistema.

Under Cover of Night

Sin duda, la parte de recorrer en solitario la ciudad es la más novedosa, mezclando la tradicional acción con unas limitaciones asfixiantes. Al igual que en los mejores momentos del primer Killzone, con el novato vas a pasarlas canutas ante tan solo una patrulla del Pacto. Es en esos momentos cuando se evidencia que no eres el Jefe Maestro. Casi cualquier arma es visiblemente menos efectiva en tus manos, por lo que los esquemas que pudieras tener sobre cómo enfrentarte al enemigo cambian instantáneamente. Por supuesto, nada de armas a dos manos ((Paren aquí y disfruten del pensamiento feliz que les ofrezco.)) y el armamento más especial —fruto del encuentro con los elementos más distinguidos del enemigo que obviamente tienen cosas mejores que hacer que matar a un recluta— escasea bastante. En realidad todo escasea bastante. Quizás las granadas no, que han visto incrementadas su límite a tres por cada tipo. Pero vuestra nueva debilidad a estrenar os hará comprender rápidamente que eso de acercarse y pegar una de plasma no es tan cómodo y fácil cuando eres uno de los mataos que solía morir a tu lado en campañas anteriores. De hecho se ha vuelto al sistema de vida del primer Combat Evolved: un híbrido entre el popular sistema de «Oh, tenía tres kilos de plomo en el cuerpo, but I got better» y el clásico «¿Pulmón perforado? No se preocupe: el botiquín de primeros auxilios tiene desinfectante». Este margen tan estrecho de vida residual afianza más la sensación de cautela a la hora de afrontar una escaramuza, a la que muchas veces llegas sangrando y con unas armas inadecuadas. Para acabar de arreglar las cosas, el cuerpo a cuerpo es un recurso sólo para las situaciones más desesperadas, ya que normalmente los Brutes notan tus golpes tanto como las picaduras de mosquitos, mientras que un gesto de su brazo suele enviarte unos metros hacia atrás bastante magullado. Todo este rediseño obliga a ser más táctico y menos heroico, cosa que también se ha tenido en cuenta a la hora de diseñar la IA enemiga. Ahora, mucho más cautelosos y menos propicios a realizar estúpidos movimientos en pro de la espectacularidad (ver Halo 3), los Brutes han vuelto un poco a la esencia misma del enemigo en Halo: el comportamiento del elite. Se cubren más y tienen menos tendencia a lanzarse como locos —aunque desnudarles parece que sigue hiriendo su orgullo con la misma efectividad—. Además, los enemigos con los que te enfrentas suelen ser más unidades tácticas de Grunts y Jackals apoyadas en la retaguardia por un temible Brute. Aunque no faltan las veces en que la suerte no te acompaña y te ves las caras frente a una o más patrullas de estos grandullones. Y muchas veces la solución en ODST pasa por elegir las sombras en vez del enfrentamiento. Al fin y al cabo eres sólo un humano y no estás para salvar el mundo… ¡y fíjate! ¡Sólo te quedan tres tiros de escopeta! Mejor que los ahorres.

This is Our Land

Cuando no llevas al nuevo personaje genérico estás representando el papel de uno de los miembros de su escuadra, lanzados en diferentes localizaciones, mientras intentan reunirse con el resto del equipo. En estas fases el diseño se parece más al Halo 3: menos inteligencia y táctica y más espectacularidad. Sigues siendo un humano, pero en vez de estar solo en un territorio ocupado eres parte de alguna escuadra o se te dan suficientes medios como para provocar mucha destrucción. Estas fases además suelen dar un punto de variedad ya que tanto el armamento del personaje como el desarrollo de la misma tienen un carácter bastante marcado. Nada novedoso: el tipo de las armas pesadas, el tipo con el rifle francotirador, etcétera. Pero las misiones están muy bien diseñadas. No falla ni una y todas consiguen transmitir la sensación que proponen. La falsa epicidad característica del tercer título se vuelve a conseguir situándote en escaramuzas con suficientes aliados como para que parezca una batalla. Algo muy efectivo que va a más con cada misión. Eso sí: prepárate a morir. Si pensabas que lo de ser frágil era algo duro en el combate urbano, espera a que una granada perdida te alcance en mitad del caos. La IA aliada sigue siendo más peligrosa al volante que el equipo de waterpolo de los Gremlins, pero al menos se agradece que cuando te encuentras con otro ODST su comportamiento se parezca al de un soldado eficiente en vez de un quinceañero lobotomizado al que le han dado un rifle y cinco kilos de opio. O diez. En todo caso es como lo mejor del tercero, pero con el nuevo y mejorado sistema, lo cual ya es decir mucho.

Ambient Wonder

Para ser un juego que basa una buena parte de su aliciente en la historia y en cómo es contada, hay que admitir que el guión es penoso. Deprimentemente penoso. El incesante flujo de clichés que se sueltan los personajes con habla los unos a los otros le provocarían un aneurisma cerebral hasta al treceañero más colocado de Mountain Dew —el target del juego, imagino—. Por suerte, el peso de la inmersión no recae enteramente sobre las cinemáticas. El protagonista absoluto del juego es sin duda El Superintendente, la IA encargada de gestionar los sistemas de la ciudad. Sin querer desvelar mucho más de lo que ya se sabía antes de que saliera el juego, he de decir que es una idea genial propia de las mentes de Bungie. No sólo por el concepto, sino por la ejecución. Os va a sorprender gratamente en más de una ocasión. Y hasta ahí puedo leer. A su vez, El Superintendete te lleva de la mano por otra historia paralela y opcional, donde se narran las desventuras de una chica en la ciudad. Sin ser una maravilla he de decir que tiene bastante más interés que la principal y es el motivo principal por el que he dado más vueltas alrededor de Nueva Mombasa en tareas de exploración. Una manera inteligente de alargar a gusto del usuario la vida del juego. Este ayudante sin voz propia es el complemento ideal al ambiente de las fases del novato, donde el eco de tus pasos y disparos son muchas veces todo lo que oyes en un vacío hostil. Usando muy inteligentemente el motor gráfico se le ha dado a la ciudad un aspecto visual de fuertes contrastes, donde el temor preventivo y el sentimiento de desprotección te incomodan y te sumergen. La acción de tiros esporádicos y acción violenta y rápida acrecenta esta sensación de estar en la piel de quien combate en la guerrilla urbana. La perfecta fusión entre esta sensación ambiental y el sistema nuevo de combate es sin duda algo que hace único a este juego: ambos aspectos hacen que el otro parezca natural y consecuente. Los momentos con los chicos de la escuadra son más sobre preciosismo escénico en parajes y horizontes, pero al ser un modelo parecido a juegos anteriores casi siempre pasa desapercibido en el espectáculo pirotécnico. Por su parte, los señores O’Donnell y Salvatori han vuelto a hacer novillos y aunque han sacado algunas melodías interesantes, las novedades tienen la poca inspiración del título anterior. Supongo que habrá que esperar algo más para volver a ver la eclosión creativa de otras veces.

Mombasa Suite

El juego, además del ya clásico modo cooperativo para la campaña, incluye uno en el que se os sitúa en un escenario a punto de ser inundado por tropas del pacto. Todo un desafío que deja bastante atrás la clásica dificultad del modo Legendario, a lo cual no ayuda que tu arma básica sea más apropiada para una escaramuza que para una batalla campal. Muy entretenido, pero como siempre un sonajero para amantes de lo cafre en compañía que palidece ante una campaña tan bordada como ésta. No debería caber duda a estas alturas de que Halo 3: ODST es un juego que no brilla, sino que se eleva por encima de esta generación, retoma las riendas de una saga distraída y reivindica un género del que se ha abusado mucho. Una mezcla hecha con la receta de las que salen bien: añadir una pizca de novedad a una base sólida. Es un juego está blindado contra fallos de diseño, divertido de principio a fin y emocionante casi siempre. Un jardín de sensaciones con una frescura que no descubríamos desde que el Pillar of Autumn acabara accidentalmente frente a un anillo descomunal, con todo ese amor que Bungie siempre proclama pero que no siempre transmite. Han apostado por no repetir esquemas populares en un momento delicado, y han ganado esa apuesta. Nota: 9