Análisis de Infinity Blade II

El primer melecotonazo de Chair y Epic para iPhone demostró muchas cosas. Que los juegos complejos pueden triunfar en un teléfono, desde luego, no es de las que está está en esa lista. Y es que esta secuela, como el primer Infinity Blade, es un juego muy trabajado, técnicamente acojonante y hábil a la hora de apoyar una ambientación interesante sobre una mecánica sólida, pero también simple a rabiar. El propio título sabe, mejor que la mayoría de sus jugadores, que es un juego para móviles. Y por eso cumple tan bien, a pesar de su inmoral hambre de batería y su precio ajustado por arriba. Infinity Blade II lo toma donde lo dejó el otro tras su imprescindible actualización —algunas cosas os parecerán muy extrañas si se os pasó el final alternativo—, aunque no se preocupa mucho por ello. Desde el precioso prólogo rollo Japón feudal queda claro que la aventura seguirá siendo más insinuada que contada, que le tocará al jugador, si quiere, rellenar los huecos entre nombres rimbombantes: los Inmortales, el Desvelador y la madre que los parió. En el argumento importa todo bastante poco, pues no molestar es su meta y su mayor logro. La gracia está en el desfile de engendros que se interponen en nuestro camino. Empieza siempre en el mismo punto —se repite aquello de los linajes; después de un enemigo final, ganes o pierdas, vuelves a repetir la ruta manteniendo objetos, dinero y experiencia—, pero se ramifica más que la otra vez. Los distintos pasillos conducen a áreas moderadamente diferentes para dejar claro, de forma inteligente, que los impresionantes gráficos animan a curiosear. Algo similar sucede con los distintos tipos de enemigos; son más, así que se repiten mucho menos que Infinity Blade —aunque vuelven todos los que ya acuchillamos entonces— y se dosifican de forma más inteligente. Son también ligeramente más espabilados a la hora de combatir, golpeando más con el escudo y lanzando más putas patadas para obligarnos a exprimir el sistema rollo Punch-Out! un pelín más a fondo. La gran novedad en ese punto son los dos nuevos estilos de lucha: con armas pesadas y con dos espadas a la vez. Las mazas y hachas del primer grupo, en mi opinión demasiado efectivas, cambian la elusión por bloqueos laterales, justo al revés que las hojas a pares, con las que puedes esquivar saltando hacia ambos lados y agachándote. El equilibrio está en la vieja combinación de espada y escudo, para la que no hay cambios. La opción preferible en los tres casos, sea como sea, vuelve a ser el rechazo golpeando el arma del rival con la propia, trazando la dirección adecuada sobre la pantalla táctil. Es la mejor forma de aturdirle para poder empezar con un combo de tajos. El resto de añadidos, o son poco importantes o son únicamente cuantitativos. Entre los primeros están las gemas que incrustamos al equipo para obtener bonificaciones varias —pasta adicional, mayor probabilidad de encontrar objetos, puntos extra para cualquier atributo— y los objetivos con los que uno se puede llevar unos pocos puntos de experiencia más en cada duelo; hacer tantos bloqueos coordinando perfectamente el timing, conseguir 2 combos… poco interesantes, la verdad, como reto y como recompensa—. Lo otro no hace falta decirlo: una cantidad exagerada de armas, armaduras, cascos y anillos mágicos, con algún nuevo hechizo, para ir comprando. La excesiva flexibilidad del inventario le vuelve a jugar dos malas pasadas a Infinity Blade II: a ratos se carga la curva de dificultad y se le va la mano con el precio de los mejores objetos, esperando que piquemos con los sacos de oro a la venta por eurillos de verdad. Todo lo demás vuelve a funcionar muy, muy bien; es divertido y sabe enganchar ((El dolor en las piernas por pasar demasiado rato sentado en el váter es algo que se sufre en silencio.)). Lo hace, además, de la manera más espectacular posible —los efectos de iluminación exclusivos de iPhone 4S y iPad 2 son una locura— y con la promesa de volver a expandirse con actualizaciones por la patilla, así que muy bien todo. Los fans del primero deberían tenerlo ya; el resto, que vayan de cabeza a la que se ponga de oferta. [8]