Confieso que nunca entendí muy bien el interés en convertir a Aloy y familia, y todo el universo de Horizon, en muñecos de Lego; quiero decir que lo entendí o lo creí entender perfectamente, y por eso, y deseando estar equivocado, desde el principio tuve prejuicios. Para hacer el ejercicio que hace Lego Horizon Adventures, pensaba, es necesario vaciar ese universo de una serie de ideas y Grandes Temas que son fundamentales; están en su naturaleza. Es un vaciado que parece querer acercar Horizon a Star Wars, una IP que tiene unos principios muy claros, pero si no te gustan tiene también otros. Estos prejuicios míos son de esos que te llevan a magnificarlo todo antes de la cuenta, a anticipar lo peor por lo que pueda pasar.
Digo esto de primeras para que se entienda el tipo de relación que tengo con este juego y con los demás de su tipo, y porque posiblemente esos prejuicios tuvieran un impacto en la primera impresión que me dio Lego Horizon Adventures fuera muy positiva. No positiva; muy positiva. El juego, que repasa la historia de Zero Dawn de aquella manera (o sea: mal, metiendo con calzador chascarillos y gracietas que buscan ocultar, incómodas, el hecho de que lo que quieren contar se escapa del alcance del propio proyecto, de sus ambiciones, de su target), es bastante hábil cogiendo lo que necesita de Horizon y adaptándolo al formato Lego de maneras simpáticas, e inventándose lo que cree que le va a ir bien intentando, de paso, que esos inventos den la impresión de que podrían existir en el universo original. Así, se da forma a un plataformas de acción que sobre todo al principio resulta sorprendentemente solvente, algo acartonado o pautado de más (el diseño de niveles subraya explícitamente las «zonas secretas» con monedas de un color concreto; nada está realmente oculto: simplemente tardas más en pasarte el nivel si decides tomar todos los desvíos que se te proponen) pero interesante por más que el puro magnetismo de la «estética Lego», que personalmente me atrae muchísimo más de lo que quizá sea normal y razonable en un cuarentón. El ejemplo más claro de los toques de inteligencia que aportan un plus de interés a la partida podría ser el juego con los elementos, con las flechas de fuego que aplican quemado a los enemigos (que, como en los Horizon normales, tienen sus puntos débiles y sus formas de comportarse, y con los que tienes que aprender a bailar para explotar sus flaquezas siempre que te sea posible) o las de electricidad, con las que activas botones y mecanismos. No hay nada rompedor, ni en realidad el diseño de niveles es especialmente imaginativo o robusto, pero en general creo que el juego sí entiende cómo tiene que funcionar un crossover de este tipo.
Cuando esa primera impresión va quedando atrás, sin embargo, Lego Horizon Adventures pierde fuelle, primero lentamente y después muy rápido, y en gran medida creo que es porque no llega a comprometerse con ninguna de las dos marcas que se encuentran en él. Por un lado, el universo Horizon pierde peso porque ni la historia tiene presencia, ni los personajes expresan mucho, ni la idea del hub desde el que viajas a los niveles, un pueblo que ayudas a reconstruir, repoblar y decorar, termina de tener nunca sentido; se convierte en un trámite y en poco menos que un disparate cuando empiezan a entrar en escena otros universos de Lego, y la mitad de tu pueblo está hecho de piezas de Lego City o Ninjago. Por otro, el papel de Lego aquí es un poco más superficial de lo habitual, con la construcción de estructuras, por ejemplo, en un segundo plano que se acaba haciendo un poco insidioso: nunca se asocia la construcción a algo creativo, ni a puzzles o a la resolución de ningún tipo de problema ni siquiera relativamente abierto, sino que funcionan como un tipo de distinto de cofre del que extraer recursos o como atajos desbloqueables, colocados en puntos de los mapas que poco a poco se vuelven más predecibles, más repetitivos; igual que se vuelven predecibles y repetitivos los combates, y los truquitos del diseño de niveles, y la propia dinámica de moverte por el mundo consiguiendo recursos que no sirven en realidad para mucho.
Es en el medio y largo plazo donde peor lo pasa Lego Horizon Adventures, a mi parecer: es ahí donde no termina de saber cómo justificar su propuesta, cómo darle un sentido a eso de llevar a la televisión el espectacular cuellilargo de Lego donde Horizon y la marca de juguetes se encontraron por primera vez. Ese cuellilargo aparece en los primeros veinte minutos del juego, y cuando echas la vista atrás es difícil no tener la sensación de que no hay en el resto de la aventura un momento así. (¿Así, cómo?, cabe preguntarse.) Al final, el experimento tiene sus momentos felices y es menos grave, menos ofensivo, de lo que mis prejuicios me quisieron anticipar; pero también siento que le quita algo a Horizon, lo deja un poco más hueco, más ligero, más vacío, como si lo que quisieran contarnos los juegos no fuera en realidad tan importante ni tuviera tanta relevancia. ¿Cómo va a serlo, si tiene que ser también lo contrario?
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Con los juegos de Lego me ha pasado un poco como con los de Telltale en su día, que los dejé de lado por saturación.