Un análisis de Little Kitty, Big City

Me pareció ver un lindo gatito

El gato más noble, simpático y auténtico del videojuego protagoniza un juego divertido, sincero y capaz de ofrecer la mejor simulación felina hasta la fecha.

Los gatos gozan de una presencia notable en el mundo del videojuego. Pocos animales tienen más presencia en los eventos vinculados con lo wholesome; pese a que el fenómeno de can you pet the dog? fue primero, ya es habitual encontrar juegos en los que poder acariciar a los gatos, como en Pentiment o Final Fantasy VII Rebirth; multitud de juegos han buscado ponernos en la piel de un gato —dejando al margen las propuestas antropomórficas como Night in the Woods—: una breve pero excelente escena en What Remains of Edith Finch, el esperadísimo Stray de Annapurrrna o el que mejor ha logrado ajustarse a lo que se puede esperar de un simulador gatuno, Little Kitty, Big City.

Ser un gato implica muchas cosas, no es una criatura cuya representación pueda reducirse a un par de maullidos, lamerse la pata para acicalarse en condiciones la cara o perseguir un ratón. En Double Dagger fueron conscientes de ello y han posibilitado que este bienintencionado felino pueda buscar los mejores rincones para echarse una siesta (por rocambolescos que resulten según el criterio humano), que disfrute de un juego con ciertos tintes predatorios —ningún pájaro sale herido— en el que el sigilo y la calma se antojan esenciales o, también, que podamos tirar todos aquellos objetos que se encuentran fuera de lugar —el criterio gatuno para determinar si algo está o no en su sitio es incuestionable—.

Los tráileres que se mostraron poco antes de su lanzamiento invitaron a pensar en una suerte de sucesor espiritual de Untitled Goose Game, un juego en el que dedicarnos a trastear por la ciudad y sacar de quicio a sus habitantes. El gatete que protagoniza Little Kitty, Big City no tiene el colmillo tan afilado como la gansa del juego de House House, ese tipo de malicia la encontramos en los gatos de A Little to the Left o MiziNo!, criaturas que abrazan el caos, el desorden y la destrucción a partes iguales.

Aunque resulta sencillo definir Little Kitty, Big City por lo que no es, el juego de Double Dagger ofrece argumentos de sobra para centrarse en todo lo que sí plantea, en todo aquello que lo hace brillar. Claro que es posible incordiar a los pobres transeúntes que caminan siempre con mucha prisa, también tropezaremos con ellos sin querer en más de una ocasión, pero lo realmente interesante del pequeño barrio en el que transcurre el juego es que se trata de un espléndido patio de recreo en el que jugar y divertirse.

Porque ese es el principal motor que impulsa al gato que controlamos y, por tanto, a nosotros: la curiosidad, las ganas de divertirse, el juego. Todas las actividades realizables podrían ser vistas como tareas a realizar, pero no dejan de ser oportunidades para echarle un cable a tu nuevo amigo el cuervo —un poco obsesionado con los objetos brillantes, quizá—, a un padre pato que quizá no sea el más eficiente a la hora de vigilar a sus patitos o a aquel camaleón tan particular que resulta tan entretenido encontrar, por muy bueno que sea jugando al escondite por la ciudad.

Mientras realizamos todas estas actividades superaremos ciertos logros, desbloquearemos una serie de atajos —no son necesarios ya que el mapa no es muy grande, pero no están de más—, iremos aumentando nuestra colección de gorritos —monísimos todos— y, si superamos ciertas misiones, obteniendo la única recompensa necesaria para terminar el juego: un suculento pescado. Comer estos pescados aumenta la energía que necesitamos para trepar, por lo que cada pescado nos permitirá llegar un poco más alto y acceder a nuevas capas del mapa, similar a lo que ocurre con las plumas en A Short Hike, por ejemplo.

Un punto a favor de Little Kitty, Big City es que su historia está planteada desde un punto de vista gatuno. El resto de animales posee un conocimiento claramente atravesado por la mano humana de cara a construir un entorno adecuado para las distintas partes jugables, pero nuestro protagonista sabe lo que sabría un gato normal y se comunica con su entorno como lo haría un gato normal. Es una perspectiva que ayuda a que la simulación felina sea más creíble, más verosímil. La ilusión se mantiene intacta.

En la confección de este pequeño patio de recreo gatuno hasta los obstáculos y límites tienen relación con aquello que podría suponer un problema para ciertos gatos. ¿Es necesario introducir un muro invisible para limitar nuestra área de acción? Nada mejor que un perro poco amigable —no es casualidad que los perros de Little Kitty, Big City sean los animales más bobalicones—. Quitando los canes y algún que otro vegetal sospechoso, lo único que debe preocuparnos son los charcos y algún que otro humano que no tolerará nuestra presencia en su espacio de trabajo.

Ser un gato es muy divertido, recorrer los callejones a toda velocidad, investigar hasta dónde podemos llegar trepando por aquí o por allá, jugar con algún que otro balón que algún niño habrá dejado ahí para más tarde… la concatenación de actividades, todas igual de entretenidas, nos llevará en un abrir y cerrar de ojos hasta el momento clave del juego: la ingesta del último pescado, aquello que nos posibilitará trepar hasta nuestra ventana.

Por mucho que el objetivo de Little Kitty, Big City esté claro desde el segundo uno (debemos regresar a casa, en lo más alto de la ciudad), es fácil que nos entretengamos tanto que se nos olvide. Al final la curiosidad resulta más estimulante que el agobio y el resto de criaturas tienen una actitud tan acogedora que cuesta sentir la realidad a ras de suelo como algo hostil. Podemos entretenernos todo el tiempo que queramos antes de volver junto a nuestro compañero humano y, después, podremos seguir disfrutando del mejor simulador gatuno hasta la fecha incluso después de los créditos finales porque, por suerte, jugar no tiene fin.

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Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la universidad de lo de Cifuentes, Juan es una de las voces de NAT Moderada y ha colaborado en medios como BreakFast, Desayuno Continental y Cocinando Fandoms. Observador nato, le encantan los gatos y si algún día ves que te mira intensamente es porque quiere grabar un podcast contigo.

  1. forolinux

    Mira que no me resultan para nada mascotas los gatos, mira que soy alérgico a ellos y sin embargo, me apetece mucho jugar a este. ¿Miau-brá pasado algo durante la lectura de este análisis?

    1. Juan Salas

      @forolinux
      Miauravillosa noticia que los encantos de este adorable minino hayan despertado algo en ti :3