Era 1985 y Marty McFly lanzaba, sin saberlo, una profecía que se cumpliría a rajatabla dos décadas después: «¿Qué pasa en el futuro, Doc? ¿Nos volvemos gilipollas o algo así?». No sabría discernir si en efecto nos hemos vuelto gilipollas o solo «algo así», pero una de las dos es cierta seguro. Solo hace falta encender la tele un rato para sentir como el cerebro se retuerce a uno dentro del cráneo. No hay esperanza ni asidero posible en este tsunami de tontería. Aunque pensándolo detenidamente quizá sí haya una salida, quizá nuestro futuro, el futuro del futuro de Marty, esconda las claves para arreglar el mundo. O no. ¡Yo qué sé! El caso es que la decimoprimera (u onceava, que diría Rosa Díez) expansión de Los Sims 3 pretende explorar esa posibilidad.
Los Sims 3: Hacia el futuro tiene dos características que deberían darle un tono distintivo. Una, que es la última expansión de un juego que vive esencialmente de ellas; y dos, que es de las pocas expansiones de la saga que proponen algo que no se había hecho todavía en la franquicia. Son dos caras de la misma moneda: una idea nueva sobre una base agotada y agónica que no parece dar mucho más de sí. Y es que con Los Sims 4 marcado en la agenda, a Maxis se le nota que necesita un lienzo nuevo sobre el que volver a proponer la evolución de esta casa de muñecas on steroids.
Esta vez la cosa tiene algo remotamente similar a una historia, y esto quizá nos dé alguna pista de hacia dónde va la saga. Empezamos en el presente y en de repente se abre una brecha en el tejido espaciotemporal de la que brota una especie de vórtice, el portal. Al inspeccionarlo el chisme se activa y ante nosotros se materializa un tipo llamado Emit Relevart, una mezcla entre el Doctor Emett Brown (el inolvidable Doc de Christopher Lloyd) y esa maruja futurista del anuncio que viaja en el tiempo paseando garrafas de lejía. El tal Emit nos proporciona el almanaque del tiempo, una suerte de tableta para gestionar nuestros viajecitos patrocinados por la física cuántica, y nos invita a visitar el futuro. Y el futuro viene a ser más o menos lo mismo que el de Regreso al futuro y Futurama, las inspiraciones más evidentes de esta expansión: tenemos aeropatines, hologramas, tubos de absorción para movernos de un sitio a otro, duchas que te dejan limpio sin necesidad de quitarte la ropa, sintetizadores de comida, jetpacks… El típico futuro hipertecnificado.
Aquí los robots son uno de los dos ejes principales de la mecánica de juego: podemos crear plumbots (robots de toda la vida, vaya) como si fueran sims y tenerlos con nosotros como amigos o como criados. Incluso podemos modificar sus habilidades consiguiendo chips de características que van desde convertirlo en una niñera, hasta hacer que sea un gladiador metálico que se enfrente a otros plumbots en la Arena (una madriguera de conejo, como dicen los simsistas: un lugar al que entran nuestros sims pero nunca llegamos a ver qué sucede en su interior), pasando por otorgarle rasgos como Capacidad de amar o Fobia a los humanos, de modo que nuestros sims ganan opciones de interacción con sus plumbots y hasta pueden enamorarse. Olvidaos, eso sí, del tema sexual. Quizá lo integren en la versión japonesa.
Las diferencias son grandes entre los tres futuros, pero solo en lo estético. Al cabo de pocas horas uno se percata de que da lo mismo jugar en uno o en otro, que las actividades son en esencia las mismas y que solo cambian unas pocas condiciones del entorno. Resulta paradójico que una idea tan buena como la ruptura de la linealidad y la apertura de nuevas alternativas acaben convergiendo de una forma tan poco inspirada, apelando solamente a la curiosidad del jugador por explorar todo el contenido. Era una ocasión perfecta para sacarse de la manga alguna locura de sigilo, de acción o de RPG, pero todo parece un poco lastrado por el cansancio creativo comprensible tras diez expansiones.
Pero a pesar del agotamiento, en Maxis han sacado fuerzas de flaqueza para inventarse un pequeño broche de brillantez. Os hablo de la posibilidad de alterar el futuro viajando al presente. No hay morreos angustiosos con tu propia madre, por suerte, pero sí hay una relación directa entre nuestros actos en el presente y las consecuencias en el futuro. Es bastante divertido ver cómo se multiplican por diez tus descendientes si vas al presente y tienes un par de hijos más o cómo conmemoran nuestras hazañas erigiendo estatuas en la plaza central de Oasis Landing si conseguimos algunos objetivos en el pasado. Bueno, en el presente. Ya me entendéis.
Los Sims 3: Hacia el futuro no es la expansión más lúcida y entusiasta, un baile de clichés y chascarrillos referenciales que llega justito para saciar la sed de contenido de los adictos a Los Sims. Una expansión final que trata de poner el colofón y termina evidenciando un empacho provocado por la apremiante necesidad de seguir ordeñando la vaca. Puede que si no supiéramos de esa condición de punto final y no tuviésemos ya en la cabeza locas fantasías eróticofestivas con Los Sims 4 la conclusión podría ser otra. O quizá no, pero aquí no hay líneas alternativas, así que nunca lo sabremos. [7]
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Este juego necesita un cambio de dirección artística como el comer.
Sí, pero esto va a 1080p 60 fps
pero sólo después de bajar el parche
Imagino que moverá ciertas masas de gente, pero no logro a alcanzar qué puede ofrecer que ofrezca ya cualquier otro. Mismo perro con distinto collar una, y otra, y otra vez. Qué paciencia tienes @pinjed, yo lo habría mandado a tomar por el dulce cu.