Un análisis de Lost Records: Bloom & Rage Tape 2

Quien tiene una amiga… tiene un tesoro

Don’t Nod concluye la historia de este grupo de cuatro amigas con una recta final repleta de emoción. En ambas líneas temporales podremos encontrar el cierre que nuestras protagonistas merecen… o no.

Es muy habitual en la ficción audiovisual poner en el centro el amor romántico, la pareja —monógama, claro— como objetivo, como fin, como solución a todo problema. Si no se trata de encontrar el amor que dote de sentido a todo, la familia —entroncada en el fondo por una relación a dos que lo inicia todo— y su buen funcionamiento suele ser el otro marco en el que se mueve la mayoría de los relatos afincados en la cotidianidad y en un mundo ficticio, pero muy real. No tengo nada en contra del amor, de hecho todo lo contrario, pero agradezco y mucho cuando este sentimiento tan potente se dirige hacia otro tipo de relaciones fuera de la pareja, cuando el núcleo de una obra cultural se sustenta en la amistad, un tipo de vínculo en muchas ocasiones más fuerte y con un amor más sano y brillante que las figuras hegemónicas que tan bien conocemos. 

Ese es uno de los puntos fuertes de Lost Records: Bloom & Rage, el entregarse por completo a la historia de este grupo de cuatro amigas y ceder todo el espacio posible a la formación, desarrollo y florecimiento de una amistad tan real y emotiva que logra atravesar la pantalla. En la primera entrega tres de ellas se juntaron y a través de sus conversaciones y recuerdos accedemos a aquel verano noventero en el que todo empezó. En esta Tape 2, un poco más breve que la primera parte, aunque no da la sensación de quedarse corta en ningún momento, comenzamos con Swann tras lo sucedido en el primer concierto de Bloom & Rage y el potente cliffhanger con el que Don’t Nod nos ha mantenido a la espera durante un par de meses. Quien lo juegue ahora podrá jugar ambas partes sin pausa, pero la división que supone esta partición no pierde el sentido, al contrario, nos ofrece un momento de reflexión que puede influir en cómo afrontemos las decisiones de la recta final; en mi caso hubo una de las tres amigas que gozó de mayor atención tras este intermedio en el que repasar las consecuencias de nuestras acciones.

En esta segunda parte, en esta segunda cinta, la presencia de cierto fenómeno sobrenatural aumenta ligeramente, pero no lo suficientemente como para opacar el corazón de la historia, que siguen siendo Swann y sus amigas. Por razones de ritmo y de guion los momentos en los que podemos dedicarnos a grabar tranquilamente todo lo que nos rodea se reducen, no así las conversaciones importantes, esas en las que si nos tomamos el tiempo necesario para escuchar a la otra podremos encontrar caminos que, pese a parecer inestables y dolorosos, nos permitan alcanzar momentos de unión y entendimiento preciosos. Hay mucha verdad en ciertas escenas de Lost Records: Bloom & Rage, es un juego que se beneficia de lo íntimo, de la cercanía y de la valentía de sus protagonistas una vez logran abrirse y mostrar lo que sienten.

Uno de los elementos clave para que esto funcione son las miradas. Resulta sencillo enganchar con las palabras, leemos y escuchamos a estas cuatro amigas, incluso decidimos qué dirá aquella que manejamos, pero es al profundizar por debajo de esa capa superficial cuando encontramos auténticas joyas, piedras preciosas bañadas en sinceridad, asentadas en el iris de estas muchachas. La primera entrega ya nos agradó por su apartado visual, pero en esta segunda parte el pulido técnico permite que los ojos brillen aún más. Es por eso que una dolorosa conversación en la que todo se desmorona, pese a que ninguna de las dos lo pretende, se convierte en un momento realmente impactante, porque más allá de lo que se dicen vemos todo el frenesí emocional que transitan gracias a todo lo que transmite su mirada. Puede que su boca diga «me quiero ir», pero cómo arde en el pecho cuando se gira y ves que con los ojos te está diciendo «me tengo que ir, aunque no quiera».

Escenas como la que comparten Swann y Autumn —por mencionar una y no estropear otras al comentarlas— en la cabaña cuando todo se va al traste hacen que jugar a Lost Records: Bloom & Rage merezca la pena. Como en otros juegos de este estilo, lo que sucede puede variar, y mucho, en función de lo que escojamos y también de lo que hayamos escogido antes —por elementos presentes en la escena, por el estado de la relación entre ambas—, pero al menos el desarrollo de ese momento que pude presenciar yo fue capaz de mantenerme clavado ante la pantalla, viviendo y sufriendo con ambas cada intervención, cada revés, cada gesto. Por suerte esta segunda mitad del juego goza de varios momentos así, tanto en el pasado como en el presente de Swann.

Lost Records: Bloom & Rage Tape 2 abraza por completo la deriva rebelde de este grupo adolescente… ¡y qué bien le sienta al juego! El concierto con el que terminamos la Cinta 1 fue una cerilla capaz de prender la mecha que nos lleva en esta conclusión a hacer que todo arda, literalmente en algún caso. Es un soplo de aire fresco ver a estas cuatro amigas cuidarse y quererse tanto, dedicar su tiempo y energía a construir un hogar físico y emocional donde protegerse del resto, no claudicar ante las injusticias que sufren ellas y otros seres vivos a su alrededor. Todo ello además bien envuelto por dos motivos que quien más quien menos puede sentir cercanos al pensar en su adolescencia: el cine y, sobre todo, la música.

Don’t Nod tiene dominada esta fórmula, aunque en determinados momentos peca de querer ajustarse demasiado a ella. Me explico: en muchas ocasiones las cinemáticas dan paso a escenas en las que tenemos que movernos durante unos segundos o realizar determinada acción para que la secuencia continúe, algo que si funciona aporta bastante al lograr hacernos partícipes de la acción. No obstante, este truco se desmorona, dejando ver el artificio detrás de la magia, cuando el devolvernos el control de Swann entorpece el ritmo y la dinámica de la escena. Hay un caso sangrante en cierta persecución por el bosque, un momento en el que sacrifica la tensión, bien construida, para permitirnos correr durante tres o cuatro segundos. Un segmento que parece un pegote mal puesto, ya que además las transiciones a ambos extremos no están tan pulidas como debería. Es un detalle sin importancia, pero a la vez es una prueba de que en ocasiones conviene renunciar a ciertos convencionalismos de tu fórmula, no tenerle miedo a que el jugador esté unos minutos más sin pulsar un botón y confiar en que la historia está siendo lo suficientemente interesante como para mantenernos involucrados emocionalmente.

Resulta curioso que hayan coincidido —mes arriba, mes abajo— dos juegos como Life Is Strange: Double Exposure y Lost Records: Bloom & Rage. Curioso sobre todo por las dos formas de afrontar esa responsabilidad artificial que en ocasiones le otorgamos a los herederos espirituales de una obra. El regreso de Max parecía tenerlo todo para ser lo que buscaban quienes disfrutaron del LiS original, por tanner a la misma protagonista y conocer al fin cómo había seguido su camino y, pese a que el juego no está nada mal, el tono y el enfoque del mismo no terminaron de convencer a esta parte del público. Pese a tener otro nombre y apostar por una historia más coral, Lost Records: Bloom & Rage sí contiene ese espíritu que puede llegar a conectar mejor con quienes lo hicieron hace años con la joven fotógrafa. Quizá el truco esté en saber mantener el equilibrio entre la espectacularidad y el misterio de lo sobrenatural con el corazón de unos personajes que deben destacar por aquello que los hace humanos.

La Cinta 2 de Lost Records: Bloom & Rage construye un cierre idóneo a la historia planteada en la primera entrega. Las cuatro amigas y su vínculo, tanto en el verano fundacional como décadas después, logran hacerse un hueco en nuestros corazones. Don’t Nod nos permite regresar a las distintas escenas para conocer qué pasaría si tomáramos otras decisiones, pero personalmente prefiero quedarme con lo que he vivido junto a Nora, Autumn, Kate y Swann, con sus despreocupadas risas en una tarde calurosa, con el cuidado de llamarse por teléfono para comprobar que todo está bien, con las miradas de amor entre las cuatro, con la sensación de que cualquiera de ellas sería capaz poner el mundo patas arriba con tal de preservar la felicidad de sus amigas. Quiero creer que yo haría lo mismo.

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Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la universidad de lo de Cifuentes, Juan es una de las voces de NAT Moderada y ha colaborado en medios como BreakFast, Desayuno Continental y Cocinando Fandoms. Observador nato, le encantan los gatos y si algún día ves que te mira intensamente es porque quiere grabar un podcast contigo.