Análisis de Luigi’s Mansion 2

«El tipo de juego triple A de gran presupuesto más popular es el melodrama, la aventura de acción en el que los riesgos son muy elevados. La comedia no es sobre riesgo elevado. Es sobre otras cosas», decía Frank Lantz, del Game Center de la NYU, en un artículo sobre videojuegos y comedia publicado en Splitsider. «Esos juegos grandes se apoyan en el melodrama para motivarte. Los juegos para un jugador necesitan inventarse razones para importarte. Tienes que meter la bola en el hoyo o lo que sea porque estás salvando a la princesa o salvando el mundo. Eso te hace ir tirando».

«La comedia va más sobre minar esos grandes valores, sobre construirlos y luego desinflarlos. La comedia no va tanto sobre inflar nuestro sentido de la importancia». Luigi’s Mansion 2 es una comedia slapstick; es, además, uno de los juegos más interesantes de todos los que han derivado de la serie Mario: por creatividad, por riesgo, por gracia. Ante todo por gracia.

El motivo por el que Luigi acaba de nuevo ayudando al profesor Fesor a poner en vereda a los fantasmas que han puesto patas arriba su mansión es moderadamente grandilocuente (el Rey Boo ha robado y roto en pedazos la Luna Negra que los hacía amistosos, y nuestra misión es recuperar los fragmentos, rehacer la Luna y devolver las cosas a su curso pacífico), pero no puede decirse que haya nada de épico en la aventura del hermano de Mario. Luigi es un personaje asustadizo y al que todo le da pereza; ni una de las tareas que Fesor le propone la recibe de buena gana; cuando, después de terminar la primera de las mansiones de la aventura principal, Fesor le dice que no se relaje, que esta vez la cosa no se queda ahí (una referencia encantadora al primer juego que no está sola: los textos son hilarantes y están plagados de bromas sobre el universo Mario), el disgusto que se lleva Luigi es de campeonato.

Luigi’s Mansion 2 es un juego enorme y muy reivindicable en gran parte por su protagonista. Si Mario es Jorge de Capadocia, Luigi es Louie C.K. Cuando huye del peligro no es para coger carrerilla y volver con el doble de fuerza: al contrario, en uno de sus constantes e impagables momentos de brillantez el juego nos quita el control del personaje y lanza una animación en la que Luigi cierra la puerta tras de sí y respira aliviado, sabiéndose seguro de nuevo. Hay muchos momentos así en el juego. Después del combate contra el primer jefe, una araña gigante poseída por un fantasma (una batalla extraordinaria, por cierto, en la que salen a relucir muchos de los puntos fuertes del esqueleto jugable), Luigi hace un baile celebratorio abortado por una arañita que le da un susto terrible. Cuando conseguimos la peor calificación posible en un nivel, Luigi se encoge de hombros y mira para los lados silbando, como si la cosa no fuera con él.

Tan protagonistas como Luigi son los fantasmas que vamos encontrando en las mansiones, cada uno con su personalidad y sus rutinas de comportamiento. Los hay más o menos complejos y más o menos únicos; los verdes, los más comunes, suplen su condición de masilla de los Power Rangers aprovechando objetos del escenario para modificar la forma en que tenemos que enfrentarnos a ellos: a veces llevan gafas de sol, lo que les hace inmunes a nuestra linterna, y otras improvisan una armadura con los cacharros de la cocina o una lanza con una pala de jardín; también hay fantasmas únicos, que ofrecen retos específicos y que funcionan en ocasiones como jefes de mitad de mansión. También nos ofrecen algunos momentos muy divertidos, casi siempre cuando espiamos por los agujeros de las paredes o las ventanas y les pillamos in fraganti, gastándose bromas o haciendo sus cosas.

Si en la enciclopedia la palabra secuela apareciera definida como más y mejor, al lado aparecería una captura de Luigi’s Mansion 2. La primera parte se supo hacer fuerte en su concisión, pero para la segunda se ha decidido tomar el camino contrario: es un juego muy largo y muy variado, tanto por las mansiones que recorremos (progresivamente más extrañas a medida que la niebla que las mantiene alejadas de la máquina transportadora del profesor Fesor va yéndose gracias a los trozos de Luna Oscura que recuperamos) como por los puzzles y mecánicas que nos van proponiendo. No siempre es genial, pero sí sabe mantener un nivel muy alto durante todo el juego; excepto cuando repite idea o explora algunas no tan interesantes, Luigi’s Mansion 2 sabe mantenernos ocupados descifrando nuevos puzzles o aprendiendo a dominar nuevas técnicas.

Que las mansiones estén divididas en misiones que fragmentan la exploración en secciones más o menos cortas (menos de diez minutos las más cortas, más de media hora las más largas, en función de cuánto se nos resistan algunas habitaciones) le va muy bien por su condición de portátil, y para estructurar la recolección de algunos de sus coleccionables: en cada mansión hay una serie de Boos y joyas que podemos coleccionar, además del sistema de calificaciones en función de lo rápido y bien que hayamos hecho las cosas, y es fácil descubrir cosas que no habíamos visto en la primera vuelta cuando rejugamos un nivel. La exploración, en cualquier caso, es relativamente abierta; una apertura algo simulada, eso sí, porque el diseño de las mansiones (sólido como una roca) sabe llevarnos justo por donde quiere cuando quiere, repartiendo las llaves y los caminos abiertos de manera inteligente para que siempre nos dé la sensación de que tenemos muchas más posibilidades de las que realmente nos ofrece el juego.

No mejoraría tanto la cosa con un segundo stick, aunque el control es similar al del de GameCube y ahí sí teníamos doble palanca; el juego está bien pensado para acomodarse a la consola, y tanto los puzzles como los combates sólo nos exigen lo que podemos hacer con el esquema de control en el que algunos botones se pluriemplean para suplir la falta del segundo analógico. No quiere decir que nos exija poco, en cualquier caso: no es un juego difícil, o no me lo ha parecido, pero a partir de cierto momento (quizá al final de la segunda mansión, quizá entrada ya la tercera) necesitamos estar bastante despiertos y no descuidarnos demasiado en los combates si no queremos que los fantasmas nos manden a la habitación del sueño. No hay vidas, claro, pero tampoco checkpoints: si la palmamos, volvemos al principio del nivel.

Decía antes que es más y mejor, pero Luigi’s Mansion 2 también es el regreso de una Nintendo con la que pocos podrán ponerse de morros. Los que no contemplan la excelencia de algunos de los mejores últimos juegos no principales de la serie Mario por falta de originalidad, aquí tienen uno de esos ejemplos (no especialmente habituales: lo reconozco) de la Nintendo en buena forma que sabe usar a sus personajes bien, aprovechar de verdad sus puntos únicos para crear juegos originales, pulidos y de muy buen gusto. A pesar de que su sentido del humor y su genialidad mecánica son de primer nivel, es un juego humilde; no es majestuoso, no es hiperbólico, no es épico, porque ni necesita serlo ni quiere serlo. Luigi no quiere quitarle el puesto a su hermano Mario, ni en lo elevado de sus objetivos ni en lo intenso de sus aventuras. Luigi preferiría estar en casa viendo la tele, como nos lo encontramos al principio del juego antes de que (con un disgusto monumental de por medio, claro) el profesor Fesor se le aparezca como un poltergeist y le lleve a su villa para ponerlo a cazar fantasmas; hay que sacarle de casa a rastras, pero queda comprobado que merece la pena. [8]