Análisis de Marvel vs. Capcom 3: Fate of Two Worlds

Chun-Li y compañía se han dado de leches con sus eternos rivales de SNK e incluso con el de Comando G, pero ningún crossovers es hoy tan recordado como aquel con Spider-Man y Cable. Marvel vs. Capcom 2 no es, seguramente, el mejor de esos títulos, pero fue lo bastante oportuno, decidido y atrevido como para merecer el calificativo de mítico; muchos le echamos una buena cantidad de horas. La continuación estaba cantada, pero se lo han tomado con mucha calma. ¿Demasiada? Para definirlo rápido, ya que estamos con las mezclas, podríamos decir que este Marvel vs. Capcom 3 se encuentra entre su antecesor y el reciente Tatsunoko vs. Capcom. Tenemos equipos de tres luchadores en combates rapidísimos, muy directos y recargados a nivel visual, permitiendo bloqueos en el aire y con un sistema de control que considera oportuno no hacer distinción entre puñetazos y patadas. Aquí hay golpe débil, medio y fuerte, más el especial para empezar con los constantes combos aéreos, sin importar con qué parte del cuerpo sea. ¿Necesario? En absoluto. ¿Acertado? Tal vez. Se hace entre extraño y molesto al principio, especialmente si no has jugado al Tatsunoko para Wii, pero el acostumbrarse resulta bastante satisfactorio. Está bien eso de volver a sentirte con la necesidad de aprender, de tomarte como un reto el redescubrir un personaje que ya dominas a la perfección en otro título. Uno, dos o treinta y seis, que son los luchadores seleccionables que aparecen, sin pagar de más, en la pantalla de selección, a ritmo de la incomprensiblemente entrañable y bienvenida ‘I wanna take you for a ride‘. Un número muy respetable, claro que sí, pero muy inferior a lo disfrutado en Marvel vs. Capcom 2. Es una selección moderadamente curiosa, pero con argumentos suficientes como para pillarle cariño desde ambos lados. ¿A cuántos de nosotros no nos ganaron con Sir Arthur lanzando antorchas en gallumbos? Espero que a muy pocos. Pero sí, también es fácil echar de menos a unos cuantos tanto por filias personales ——Gene y Venom—— como por el intenso y desagradable herdor a DLC ——Frank West y Cyclops——. En cualquier caso, eran la base del título entonces y lo vuelven a ser ahora, por estar mejor caracterizados y ser más variados que nunca. Hay más y mayores diferencias entre ellos, más pequeñas mecánicas específicas para algunos, más matices en su control y en sus atributos. Parece cosa de magia lo de lograr, lograr, con tal cantidad de peculiaridades— —dashes muy diferentes, vuelo para algunos…—— combates igualados entre una bestia como Dormammu y un Viewtiful Joe lentísimo al avanzar, por particorto, pero se consigue casi siempre. Casi. Habréis visto y leído ya lo de Dante y Sentinel. Parece evidente hasta un punto difícil de creer; los pruebas más y más, pensando «no puede ser», pero acabas por pensar que es. La cantidad de Hits que reparte por segundo hijo de Sparda, la facilidad con la que se enlazan la mayoría de sus ataques ((Que son una maldita barbaridad también en número, pues cambian totalmente con cada botón. De eso, sin embargo, no me quejo: no deja de ser algo muy representativo del personaje, especialmente en Devil May Cry 3. Vuelve arriba, que en un momento comento eso.)) y el alcance que le da su espada Rebellion, son incluso más exagerados que los dolorosísimos y gigantes puños del robot caza mutantes. Eso lo acabarán de matizar los expertos, pero lo indiscutible es que todos los personajes —y por lo tanto el juego entero—, son fantásticos a nivel de fan service. Sus animaciones pueden no ser las mejor encadenadas del género, pero sin duda son de las más carismáticas y llenas de matices: me puede la desafiante forma de andar de Wesker. Cualquier movimiento que hiciera y cualquier gadget que utilizara cualquier personaje en cualquiera de sus otros «trabajos» está aquí, representado de coña. Sus voces —en inglés y japonés— e incluso las frases con las que vacilan tras una victoria, merecen también aplausos: «Tío, con lo que molabas sin las condenadas rastas… pero mola que puedas saltar», le suelta el magnífico Deadpool al protagonista de Bionic Commando. Por desgracia, cada uno va a su bola. En nada han quedado, para viarar, las promesas de unir los dos mundos en un modo historia con cierto sentido. Las únicas cinemáticas que hay en el juego son las cuatro secuencias de introducción que se han publicado ya a modo de tráiler; nada a lo que se pueda llamar argumento una vez empiezas a jugar y no mucho más tras vencer a Galactus: un par de imágenes estáticas, como en los viejos tiempos, en ocasiones más preocupadas por el cameo de personajes que no están en el juego que por el supuesto protagonista del ending. Pero volvamos a los combates, que ya toca. Es indudable que la configuración de botones responde a ese Santo Grial que parece ser la accesibilidad. Sí, cualquiera puede hacer un combo aéreo de más de una docena de golpes con inusual facilidad. Por suerte, la cosa llega a complicarse bastante y basta con meterse en las Misiones —como en el Entrenamiento de Street Fighter IV—, jodidísimas, para verlo. Me tiré una tarde entera intentando completar las de Amaterasu, pero nada; realizar sus combos más complicados, con cambios de arma ——tiene el escudo, la espada y el collar—— intercalados, es algo al alcance de pocos. Ni he tocado el control para mega-novatos, pero sí sé que la posibilidad de ejecutar los Hyper Combo de los tres miembros del equipo a la vez pulsando un solo botón tendría que haberse quedado ahí. Considerarlo un machacabotones es probablemente exagerado ——otros han puesto el listón muy alto——, pero tampoco es lo más técnico que te puedes encontrar. Lo básico tiene un peso realmente grande, de modo que ni el Advancing Guard para mantener las distancias, ni el Snap Back para olbigar al contrario a sacar uno del banquillo, ni los off-the ground, ni las asistencias resultan determinantes al nivel en el que estaremos la mayoría. Sí resulta desequilibrante el X-Factor, subidón de un único uso que mejora la fuerza y otros atributos en función del personaje, de forma más exagerada si ya no te quedan compañeros. Sirve, además, para cancelar Hyper Combos, con lo que en mi opinión se han pasado. Y un desliz no deja de serlo por mucho que esté en ambos lados de la pantalla. Todo esto tiene, repito, notable importancia cuando uno se pone realmente competitivo. Pero igual es más importante recalcar lo contrario, lo poco que se acaba notando cuando lo único que quieres es pasar una tarde divertida con un colega, esté sentado al lado o en su casa. El título funciona realmente bien ahí, a pesar de un modo online sin lag pero menos cuidado que en Super Street Fighter IV, donde la ausencia de un modo espectador quita todo el sentido a los lobbies para hacer ‘rey a la pista’. No era difícil, en definitiva, tenerlo calado con solo haber visto unos cuantos combates. Marvel vs. Capcom 3 es un juego de lucha notable, llamativo en lo visual ——aunque los brillos no me gustan y los escenarios me parecen escasos y poco inspirados——, tremendamente suave a pesar de la cantidad de elementos y efectos en pantalla, que cumple sobradamente como regalo a los fans a pesar de algunas lagunas a nivel de contenido. Está condenado a complementar, nunca a reemplazar, al último y claramente superior Street Fighter, pero ahí puede estar precisamente su mayor virtud. [8]