Análisis de Mega Man Legacy Collection

En la Navidad de 1988 tuve mi primer contacto con el videojuego doméstico más allá de la Game & Watch que tomaba prestada a mi primo cuando no estaba mirando. Mis padres me regalaron una Atari 2600 que tardaron cuarenta eternos minutos en sintonizar y no tardó en convertirse en una de mis obsesiones. Tres años después, la NES aterrizó en casa y la providencia (literalmente: me tocó en una tómbola y era en realidad una NASA, una versión pirata compatible con todos los juegos originales) quiso que saltase de generación y probase lo que era la auténtica mala leche contenida en píxeles. Aquí los juegos ya no eran una distracción infinita que empezaba y acababa cuando te cansabas o te llamaban a cenar: los juegos tenían principio y final, y una curva de dificultad progresiva que se iba haciendo más empinada con cada nivel.

Disfruté una barbaridad con Super Mario Bros., con Castlevania, con Ninja Gaiden y con Balloon Fight, hasta que un día llegó a mis manos un tal Mega Man. La portada ya me parecía horrorosa sin que a esa edad hubiese desarrollado todavía un criterio estético, pero al introducir el cartucho, volverlo a extraer, soplarlo e introducirlo de nuevo su aspecto visual me pareció agradable desde el primer segundo. Esperaba algo parecido a Probotector, un juego vertiginoso pero asequible, y me encontré algo muy distinto. Antes de cruzar dos pantallas (el scroll iba por tramos, no era fluido) ya había recibido más hostias de las que me llevaría durante el resto de mi vida. Los robots se abalanzaban sobre mí sin piedad, a altísima velocidad, y la trayectoria de las balas enemigas estaba estudiada para darme de lleno hiciese lo que hiciese. Jamás había tirado el mando al suelo hasta probar Mega Man. Era muy, muy difícil pero también muy desafiante, un juego que parecía el fruto de una mente malévola pero que dejaba margen al jugador para mejorar de forma genuina e incontestable: la progresión no era un truco de ilusionismo con numeritos, niveles y habilidades adquiridas, sino que estaba realmente en los dedos de uno; tenías la sensación de estar realmente domando una máquina y afilando tus reflejos, aunque las hostias seguían llegando y cada vez las soportabas con mayor entereza, a veces hasta con media sonrisa por saber exactamente qué habías hecho mal y cómo solucionarlo. Tardaría diez años más en saber qué era el BDSM, pero lo más esencial acababa de aprenderlo.

Este fin de semana he tenido la oportunidad de hacer una loca regresión mientras jugaba a Mega Man Legacy Collection. He apuntado en mi Libreta De Analizar más recuerdos de mi infancia que habían quedado atorados en alguna tubería de mi cabeza y han reaparecido que cosas sobre el juego en sí. Y es que este compendio del primer al sexto juego (todos de NES; el séptimo ya salió en SNES) parece basarse en un dogma inamovible en el que confía ciegamente y que en un mundo de remasters, reboots y reinterpretaciones casi parece improbable: no toques nada.

En la fase de hielo del primer Mega Man, durante una avalancha de enemigos, la acción empezó a ralentizarse y algunos sprites parpadeaban de forma alarmante. Estuve a punto de montar en cólera por el disparate de que a una jodida PS4 le costase mover un juego de 1987, pero antes de tirar el mando al suelo (la historia se repite; time is a flat circle) caí en la cuenta: ese tipo de errores gráficos no tienen ningún sentido en la forma de trabajar de una consola de esta generación, estos bugs son… ¡a propósito! Efectivamente, la gente de Digital Eclipse ha hecho de su respeto reverencial por la saga que han adaptado a los sistemas actuales una especie de fe religiosa, una convicción que les ha llevado no solo a reproducir los problemas de rendimiento que tenían los seis Mega Man en momentos puntuales, sino también a dejar intactos los exploits que facilitaban la lucha contra algún jefe especialmente complicado.

Y hasta aquí lo más sorprendente de Mega Man Legacy Collection. El resto es una estupenda concatenación de decisiones acertadas: el control es rápido y perfecto, el paso a las pantallas panorámicas es muy satisfactorio y mantiene de maravilla las proporciones y el aspecto afilado de los píxeles, y la manera en que la recopilación traslada el diseño de los niveles (inteligente y extremadamente cruel, incluso para los estándares de ahora, pero dotado de un sentido incontestable de justicia y honestidad) no admite ningún tipo de queja ni discusión. Además contamos con las clásicas opciones de filtro visual que imitan el comportamiento de los televisores de tubo, un reproductor musical para escuchar la banda sonora de todos los juegos y hasta un archivo donde conocer a fondo el lore de la serie, las fichas de cada personaje y una buena cantidad de bocetos y dibujos que son historia de los videojuegos.

Echando mano de los seis primeros Mega Man en un formato del todo purista y acérrimo defensor de lo clásico sin la menor concesión a la modernidad (la única: sistema de guardado externo), más de uno pensará en seguir abrazando sus querido emuladores y ahorrarse unos euros en algo que ya tiene. Y tendría razón si no fuese por el gran añadido que ofrece Mega Man Legacy Collection y que sus autores ya se han cuidado cautelosamente de colocar en un modo aparte: los Desafíos.

La cosa funciona como cabría esperar: batallas cronometradas contra enemigos y propuestas de niveles que hay que completar sin recibir ni un balazo, pero la mandanga realmente buena llega cuando en Digital Eclipse se sacuden un poco el miedo a romper algo y se ponen creativos. Carreras de obstáculos y desafíos Remix que mezclan pedacitos extraídos de los seis juegos y comunicados por portales, componiendo un mosaico lúdico que es la mar de adictivo y que desbloquea mucho más contenido por jugar. No sé si estos simpáticos experimentos son suficiente para que el indeciso acabe sacando la tarjeta de crédito, pero a título personal me parecen la parte más estimulante de una antología que tiene en cuenta todos los tipos de acercamiento que el jugador pueda realizar a esta franquicia proverbial.

Quizá con un toque menos de timidez casi temerosa, Mega Man Legacy Collection habría podido ser el ejemplo a seguir de lo que deben ser las recopilaciones de clásicos en el videojuego actual. Si de algo han pecado sus autores es de una veneración por el material original que les puede haber frenado a la hora de soltarse un poco más y hacer locuras, proponer más novedades y remezclar las mayores cualidades de los seis primeros Mega Man exhiben. Por lo demás, el que busque más rememorar que experimentar, tiene aquí un legado valioso y en el mejor estado de conservación posible. [8]