Minami Lane

28 de febrero de 2024
PC
Doot y Blibloop

Me resulta muy complicado pensar en lo wholesome de la misma forma tras leer el texto con el que Marta Trivi despidió el año. Ciertos fantasmas relacionados con conceptos a priori antagónicos de lo cozy me asolaron en los primeros compases de mi partida a Minami Lane; por suerte, tras detenerme un momento para reflexionar, regresé al juego de Doot y Blibloop con el enfoque que el juego de esta dupla creativa francesa persigue: la tranquilidad y la relajación más absoluta.

Habituado a cierto ritmo jugable —algo más acelerado por cuestiones profesionales— mis primeros días en la calle que contiene el universo de Minami Lane fueron una perversión total: el botón que permite acelerar el tiempo pulsado —no en su primer nivel, no, en el segundo, ¡velocidad total!—, analizando las opiniones de los vecinos mientras una nube de cifras sobrevolaba mi cabeza y con una tensión en el cuerpo que sólo puedo comparar con las rondas finales de Apex Legends. Algo estaba haciendo mal.

Esta experiencia tuvo lugar durante el Steam Next Fest, pocas semanas antes del lanzamiento de Minami Lane. Entre ambas fechas, el programador del juego compartió por redes los cambios que había introducido en el juego tras el feedback de la gente, detalles como la transformación del cursor en una manita cuando acariciamos a un gato. Algo sutil, pero diferencial; un cambio que me abrió los ojos y me permitió frenar el ritmo habitual y comenzar Minami Lane con calma, lo más recomendable para terminar cada partida relajao.

En Minami Lane podemos optar por dos modos de juego desde el principio. El que se denomina «Sandbox» nos permite acceder a todo lo que contiene el juego, es decir, todos los tipos de edificios, vecinos, sin límites en la cantidad de añadidos diarios a tu calle y con el máximo dinero posible para confeccionar nuestro barrio a placer. Un modo caja de arena en el que jugar sin preocupaciones, ni restricciones, ni la necesidad de avanzar poco a poco. Sin embargo, el principal interés del juego reside en el modo principal del juego, una suerte de historia principal dividida en cinco niveles.

En el modo principal debemos superar una serie de objetivos —dos principales y uno opcional que, si bien es más complicado, resulta sencillo de conseguir— en un tiempo determinado. Con cada misión aumentan las posibilidades que nos ofrece Minami Lane: empezamos con un único tipo de vecinos, un parque, una vivienda y un tipo de establecimiento, pero cada nivel crece en todos los sentidos, sin romper la armonía de la calle dentro del mundo de Minami Lane y fuera, si tenemos en cuenta lo que contemplamos desde nuestro ordenador.

Como señalaba al principio, jugar rápido es un error y, aunque el juego lo permita, conviene disfrutar del ritmo tranquilo de los habitantes de Minami Lane. Resulta conveniente por la calma que produce, gracias al apartado sonoro del juego, pero también por una cuestión de puro gameplay: los vecinos nos ofrecen una opinión tras visitar una tienda —un puesto de ramen, la floristería, la librería, etc.— y podemos conocerla al leer el bocadillo que aparece sobre su cabeza. Es una tarea harto complicada si la velocidad del juego está acelerada, pero también lo es si la población de Minami Lane es muy elevada. Para ello, el juego nos ofrece tres soluciones: pausar el tiempo (de nuevo, una buena medida antiestrés), guardar los comentarios de los vecinos haciendo clic en un icono o, más adelante, contratar a alguien para que recoja todas las opiniones.

Tras cada día podremos ver lo que piensa cada cliente y así decidir, antes de empezar una nueva jornada, qué cambios implementar en los negocios ya existentes o con qué edificio ampliar la calle ese día. Este feedback es importante para la satisfacción de los vecinos —uno de los indicadores que permite construir ciertos edificios, no sólo el dinero—, uno de los elementos necesarios para completar cada nivel. Además del dinero, la satisfacción vecinal y la población de la calle, también debemos tener en cuenta la belleza de la zona; cuanta más gente, más belleza se necesita y cuanto más elevado sea este atributo más gatos pasarán por nuestra calle.

Acariciar gatos, recoger la basura, saludar a los ciclistas o descubrir al travieso tanooki —el mapache bonachón que da imagen al juego— al principio de cada jornada son tareas que nos reportarán cierto beneficio económico, necesario en las misiones principales para superar los objetivos dentro del tiempo estipulado. Misiones que resulta sencillo superar si se escucha a los habitantes de Minami Lane, aunque el juego se encarga de apretar (lo justo) cerca del final al incluir eventos diarios que pueden ser beneficiosos, como por ejemplo ese día los ancianos gastarán más en las tiendas; mientras que otros sembrarán el caos al modificar los intereses de nuestros vecinos. 

Minami Lane es el segundo juego promocionado por la iniciativa Wholesome Games Presents, tras el juego de móviles Usagi Shima. Contar con este apoyo ha supuesto para el juego de Doot y Blibloop una mayor promoción por parte de Wholesome Games a través de su newsletter, un recordatorio en forma de vídeo en su canal de YouTube o numerosos mensajes en redes sociales para lograr que Minami Lane llegara a más hogares. Y ojalá lo haga, porque ofrece una ventana a un espacio agradable, sencillo y en el que merece la pena quedarse todo el tiempo que sea menester mientras permitimos que nuestra mente abrace la calma, disfrute de una composición exquisita y, en definitiva, se relaje. Ojalá sea así y más gente disfrute de este jueguito tan adorable, donde resulta sencillo encontrar un remanso de paz si dejamos atrás ciertas malas costumbres de nuestra aceleradísima rutina.

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Graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la universidad de lo de Cifuentes, Juan es una de las voces de NAT Moderada y ha colaborado en medios como BreakFast, Desayuno Continental y Cocinando Fandoms. Observador nato, le encantan los gatos y si algún día ves que te mira intensamente es porque quiere grabar un podcast contigo.