Aunque mañana seré un unicornio que se impulsa gracias a la mágica potencia del arco iris que, consecuentemente, sale de mi propio culo, hoy soy un perrete espacial y este es mi primer día en el trabajo. Como es normal, nadie espera que lo haga todo bien a la primera y, trabajando como trabajo, en la compañía Smooth Moves, no pasa nada si me equivoco una segunda, una tercera o, incluso, una vigesimoquinta vez. Como dice el jefe: «El trabajo tiene que ser divertido y, de todas maneras, siempre podemos decir que estaba así cuando llegamos.» En Smooth Moves solo hay una regla: Hay que trabajar rápido; hay que ser muy veloz. Lo que no pone en ningún sitio, por suerte, es tenga que trabajar bien.
Los minutos iniciales de Moving Out, el último cooperativo local con aspecto cartoon, distribuido por Team 17, sorprende con lo afinado de sus diálogos y el carácter visual de su humor absurdo. Lo que en otros juegos sería un sencillo tutorial —unos minutos pesados dedicados a aprender los diferentes controles y las posibilidades del título— aquí se convierte en la formación obligatoria de la empresa en la que nuestro nuevo jefe (una caja de cartón con una cara pintada) nos enseña todo lo que tenemos que aprender para destacar en la industria de las mudanzas. Consejos como «intentar levantar todo el peso con la espalda» o «tener siempre a mano el papel del seguro que nos exime de absolutamente toda responsabilidad en el cuidado de las pertenencias del cliente», se mezclan con frases motivaciones que se parecen sospechosamente a diálogos de películas con la palabra «mudanza» insertada. Además de conocer a nuestros compañeros de aventuras —entre uno y tres jugadores más— esta introducción también nos enseña a cooperar entre nosotros. A levantar muebles pesados entre dos trabajadores o lanzar y recoger en el aire paquetes frágiles y electrodomésticos ligeros. Pero no todo es paz y amor cuando se trata de mover muebles. Entre las mecánicas más brillantes en Moving Out encontramos la posibilidad de pegar satisfactorios tortazos (con la mano abierta) tanto a pesados fantasmas como a gallinas o a nuestros compañeros. Un arma que dosificada, bien utilizada, se convierte en la mejor herramienta para crear situaciones de humor.
Una vez entrenados y preparados para la acción, Moving Out se estructura a través de pequeños escenarios que irán desbloqueándose progresivamente, permitiendo siempre encontrar espacio para la rejugabilidad. La llegada a cada nueva casa va precedida de pequeños dad jokes —paparidas, en castellano— que, en forma de diálogos, consiguen su intención de crear buen ambiente entre los jugadores y poner los retos que nos aguardan en un plano distendido y humorístico. Pero terminados los chistes toca enfrentar nuestros objetivo: llevar hasta el camión de mudanzas un número variado de objetos en el menor tiempo posible. Y aunque el juego es bastante generoso con el cronómetro (es realmente dificil quedar descalificado y tener que repetir desde el principio) lograr una marca de oro o plata exige una buena planificación y una alta eficiencia. Dentro del diseño, una de las decisiones más agradecidas para los jugadores es la posibilidad de ver con tranquilidad y antelación la casa y los objetos que tenemos que transportar, posibilitando así el desarrollar una estrategia para vaciarla con rapidez. Conforme vamos pasando los niveles, dar con la estrategia adecuada es esencial para no perder el tiempo apartando pequeños objetos que se interponen en el camino así como evitar sobrecargar el camión demasiado rápido y quedarnos sin espacio. En general, y teniendo en cuenta que el juego es bastante limitado en cuanto a acciones, los diferentes escenarios que visitamos nos invitan a experimentar con su arquitectura y posibilidades. Así, en la «casa en la colina» romper sus grandes ventanales y lanzar objetos al camión a través de ellos puede resultar tan eficiente como desplazar los objetos por la nieve en la «casa de veraneo». Aunque de manera limitada, los escenarios de Moving Out invitan a ser creativos, y el hecho de que los logros no se desbloqueen hasta que hemos conseguido el objetivo por primera vez resulta en una interesante invitación a explorar de nuevo los escenarios y fijarnos, esta vez sí, en toda su riqueza y minúsculos detalles.
Pero si hay algo que consigue que Moving Out sobresalga entre la marabunta de títulos con una estética y una jugabilidad similar es la fluidez y la precisión de los controles junto con la forma tan eficiente en la que nos distrae para introducir caos de una forma que parezca que proviene del propio jugador. En líneas generales, agarrar objetos, lanzarlos y desplazarse entre las habitaciones son acciones satisfactorias que podemos realizar con relativa precisión. Aunque el juego rodee el objeto que queremos agarrar de otros que no necesitamos o coloque muebles que se caen en estrechos pasillos para dificultarnos el paso, siempre podemos conseguir lo que buscamos sin excesiva frustración. La forma en la que Moving Out consigue desajustar nuestros planes es bastante sutil y dificil de apuntar. Y precisamente, por eso el juego, consigue ser divertido sin que pensemos nunca que está intentando hacernos fallar. Entre los mecanismos dentro de su «diseño de caos» encontramos una leve deriva hacia la izquierda o la derecha cuando transportamos un objeto entre dos jugadores (lo que nos retrasa inevitablemente a la hora de atravesar puertas) o un imperceptible desvío cuando lanzamos los paquetes en el aire. Sin embargo, al compensar todo esto con varias ayudas, por ejemplo, a la hora de evitar caernos al agua o al atrapar objetos en el aire, Moving Out resulta un juego perfecto para las personas que no tengan demasiada experiencia jugando.
A pesar de todo lo dicho sigue habiendo un elefante en la habitación. Aunque Moving Out se ha desarrollado de una forma atenta y cuidada, y consigue ser relativamente contundente conforme vamos profundizando en él, el título sigue sin ser Overcooked. Y, en cierta medida, todos queríamos un nuevo Overcooked. El juego de Ghost Town Game y su perfecta secuela son los principales culpables de la renovada popularidad de los coloridos «cooperativos de competición» gracias a su sentido del humor y sofisticada dificultad. Sin embargo, y aunque muchos lo han intentado, ninguno ha conseguido acercarse a él. En el caso concreto de Moving Out, el juego olvida dos de sus claves: La variedad de disfraces que diseña para sus mecánicas y la opción de permitir que los jugadores hagan trabajos diferentes. Aunque el número de acciones reales que podemos realizar en Overcooked es bastante limitada (agarrar objetos, moverlos, colocarlos en un lugar y transformarlos) el título transmite la sensación de estar haciendo todo el tiempo cosas diferentes. Coger un tomate y llevarlo a la tabla de cortar no se siente igual que agarrar un plato terminado y ponerlo en línea de salida, esa diferencia en la percepción —por la cual tampoco entendemos igual cocer que freír, aunque las dos opciones se basan en dejar un objeto en un sitio un tiempo limitado— nos transmite la idea de que siempre hacemos múltiples cosas y de que estamos ante un juego rico. En ese sentido Moving Out no nos permite olvidarnos de que solo transportamos cajas: las tiremos por la ventana, las agarremos mientras saltamos sobre las piscina o las levantemos con ayuda de un compañero, practicamos el mismo ejercicio una y otra vez. Y tras cierto tiempo, eso resulta aburrido; de cierta forma, deja de ser emocionante. Por otra parte, en Overcooked, la posibilidad de que ambos jugadores realicen diferentes tareas complementarias anima a los participantes a comunicarse entre sí, a la vez que propicia malentendidos, errores y «piques» varios. Como todo el mundo que ha trabajado en grupo sabe, lo que hace el compañero siempre parece más fácil que el trabajo que enfrentamos nosotros, y esa sensación se explota en el juego para hacer que los mejores amigos se transforman en enemigos a lo largo de la partida. En Moving Out es perfectamente posible completar niveles sin necesidad de hablar con el resto de jugadores a la vez que te permite tener la sensación de haber jugado bien independiente de las acciones del otro, algo que un juego cooperativo, especialmente nacido a la sombra de Overcooked, nunca podría permitirse.
Moving Out funciona bien como entretenimiento. Es divertido y dinámico y suple con mucho (y buen) humor la falta de frescura que últimamente se extiende dentro del género. No es el «cooperativo definitivo» ni falta que le hace porque si bien puede ser reiterativo para jugadores con experiencia resulta bastante accesible para todos los no-iniciados. La nueva propuesta de Team17 gana puntos por resolverse de forma simpática. Y porque pocos juegos te permiten despedirte con una torta bien dada. [7]
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Gracias @chiconuclear, por darme la mejor traducción de «dad jokes» ever.
Ojú, no sé qué hacer.
@martatrivi he leído tu reflexión sobre el acento en tuiter. En Málaga no tendréis un habla mesetario pero tenéis pitufos mixtos y la mejor forma de pedir café del país. :rezo:
@andresbaez
jajaja coincido en que lo de los cafés es maravilloso pero, tengo que decirte, que si te molan los pitufos preparate para los camperos.
@martatrivi no debí haberlo googleado.
Me la suda el juego, soy un asocial y las mudanzas nunca son divertidas, pero tengo que volver a Málaga a probar esas maravillas! XD
¡Hay tres formas de hacer las cosas: Por las buenas, por las malas y al estilo de Max Power!
Bonito análisis marta, la verdad que lo vengo siguiendo hace un par y tengo algunas dudas sobre este juego aunque me sigue interesando. Pensás que esta mal planteado el concepto de mudanzas sin variedad en las tareas? Mejoraría el juego incluyendo más ‘roles’ como un encargado de acomodar las cajas, de transportarlas o de limpiar la casa? Me da esa sensación de que falta algo más, sobre todo ahora leyendo el análisis. Saludos!
@mark188
Hola, Mark, pasa exactamente lo que dices, el concepto es muy limitado y habría ganado de tener varios roles. Creo que el que mencionas de limpiar hubiera sido especialmente divertido. Abrazo!